Disco Inmortal: Primus – Frizzle Fry (1990)

Disco Inmortal: Primus – Frizzle Fry (1990)

Caroline Records, 1990

Mientras arrancaba una nueva década y junto con ella la regeneración de estilos en el rock, al mismo tiempo la muerte inminente al glam dominante ochentero llegaba y daba sus últimos vestigios de popularidad, y en medio de eso, las nuevas propuestas, movimientos y lugares clave aparecerían para hacer de los ’90 una de las décadas más constructivas e interesantes de la historia de la música popular y el rock alternativo.

Y una banda que nació discográficamente ahí (aunque llevaban varios años de carrete musical a decir verdad) era Primus, trío de músicos con ideas demasiado innovadoras y experimentales para no dejarlas pasar. Su propuesta lúdica, esos videos animados y potencialmente desquiciados, y por sobre todas las cosas, un sonido único, nunca antes visto y con influencias claras de grandes nombres y bandas de culto que experimentaron hasta decir basta como FranK Zappa, The Residents o Captain Beefheart harían de ellos de lo más interesante que emanaba en EE.UU. por esos años.

Así daba vida el primer trabajo en estudio de Primus, quienes presentan uno de los curiosos casos de grabar antes que nada un disco en vivo («Suck on This», 1989) y que dominarían la escena alternativa durante toda la década, pero es este gran primer paso el que les sirvió de gran ayuda para ser reconocidos masivamente, con una cantidad enorme de canciones que difícilmente podían tener un éxito abrumador, pero que se fueron ganando el espacio gracias a sus verdaderas genialidades estructurales, insanidad en su aura y divertidas letras.

«To Defy the Laws of Tradition» es una gran entrada que parte tributando a uno de sus referentes claros. Haciendo de partida la intro de «XXY» de Rush y por ahí nos empezaba a hacer sentido la gran técnica que se invierte en muchos de estos temas, partiendo por reconocer a un eximio bajista y vocalista como Les Claypool, destapándose acá con un talento enorme que se transformó en todo un ícono del instrumento en el rock. Estaba ese afán progresivo, pero además mucho humor y cuando quisieron (en este disco quizá más que en ningún otro) un peso descomunal. ‘Too Many Puppies’ por dar uno de los claros ejemplos. Cómo hacer sonar un bajo marcando totalmente el ritmo pero entrando con unas guitarras poderosísimas, intervalos desvariados y un gran talento melódico. Un clásico de la vida.

Elementos blueseros, jazz, ambientes sórdidos y callejeros se nos vienen revoloteando por la cabeza en cosas como ‘Groundhog’s Day» (ese enfermizo momento donde se acelera todo en batería y un desenfrenado solo de guitarra es delirante) bajo una voz imponente de Claypool emulando esos vozarrones de los bluseros clásicos. Primus además algo tuvo que decir en los sonidos nu metal que se avecinarían más adelante en los noventa: La histeria de ‘Pudding Time’ o ‘Mr. Knowitall’, que lo único que nos propuso era saltar a no más dar y darle a los headbangers una y otra vez. Otras deliciosas y pesadas pistas inolvidables.

La especie de intermisión a mitad de disco con ‘You Can’t Kill Michael Malloy’ seguía plagando de demencia el disco para después dar paso a aquella increíble ‘The Toys Go Winding Down’, una especie de pesadilla sicodélica infantil (Los juguetes se están volando) y una marcha bajo/guitarra/batería impresionantes. Acá el trío muestra su sabiduría en conjunto en su máxima expresión. El tándem Claypool, Larry Lalonde y Tim Alexander con este disco-y varios más adelante- aparte de mostrar un fiato insólito, se quedarían claramente con el honor de ser uno de los más grandes power trios de la historia.

Lo más taquilla si se quiere, llegaba con cosas como ‘John the Fisherman’, este personaje que tiene varias secuelas a lo largo de la historia de los americanos. Un tema con marca pop inclusive. Grandes coros, y unas líneas y slappings de bajo fenomenales del señor Les Claypool, algo que si bien como decíamos en conjunto es notable, nunca deja de ser él el amo y señor de todo en Primus, desde acá hasta nuestros días.

‘Harold of the Rocks’ es otra digna de elogios, que por cierto estuvo muy bien grabarla en estudio, pero que quizá más brilló en su versión en vivo en «Suck on This», disco donde pudimos conocer el grueso de estas canciones, que finalmente vieron luz en esta grabación casi de culto, llenas de destreza, energía y a la vez lisergia, experimentación y ritmo. Un disco que como su portada te lo muestra te podía freír la cabeza, pero a la vez te estaba mostrando todo un nuevo mundo por descubrir.

Patricio Avendaño

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