Disco Inmortal: The Doors (1967)
Elektra, 1967
Los discos debut históricamente han sido marcados por la inocencia o inexperiencia de sus miembros protagonistas y el caso de The Doors puede ser uno de ellos, aunque claramente la inexperiencia iba por la parte del manejo de la industria y la relación con los que manejan los sellos. Al escuchar el debut de la legendaria banda californiana pareciera que escucháramos una banda con mucha cancha, lo de un álbum clásico inmediato e innato y claramente esto fue debido a la escuela blusera de Ray Manzarek y al tremendo dominio poético de su indiscutido líder: el gran Jim Morrison.
La poesía de Morrison se fue acentuando con el correr de los años, lógicamente había mucha intriga, misterio y oscuridad en todo lo que compuso: la poesía maldita de Arthur Rimbaud y de Charles Baudeleiare, la filosofía brutal y machacante de Nietzsche , y los acercamientos a los textos sobre la mezcalina y las drogas postulados por Aldous Huxley (que de paso inspiraron al nombre de la banda y la célebre fase psicotrópica “«If the doors of perception were cleansed every thing would appear to man as it is, infinite», citadas por William Blake).
Fue un cúmulo de conocimientos aplicados, de extrañezas, de irreverencia conjugada con una pasión por el blues de Chicago que hicieron de este uno de los grandes debuts de la historia del rock. Ni siquiera fue convincente para la masa, los puestos de sus singles estaban bajo el centenar de canciones de otros artistas, pero el tiempo le daría la razón sopesado por gemas de la estirpe de “Light My Fire”, “Break on Through”, “Crystal Ship” y muchas más.
Más -o además- que un gran álbum, veíamos el nacimiento de una gran figura, casi mesiánica como fue la de Jim Morrison, un tipo que del pánico escénico saltó a ser uno de los frontmen más irreverentes, confrontacionales y revolucionarios. Desafió al mundo y a los programas de TV donde eran invitados, como el show de Ed Sullivan donde engañaban a la censura previamente impuesta y bien sabido es que más tarde la policía tuvo que bajarlo del escenario muchas veces.
En las primeras épocas nadie le “compraba” a Morrison y sus extravagancias arriba del escenario, lo trataban de “borracho imbécil» y hasta una rivalidad algo ególatra con el propio Jimi Hendrix tuvo como resultado de ello.
La embestida con ‘Break on Through’ en el primer track fue fulminante, qué decir de ella, una canción directa, rockera, donde Morrison soltaba viscerales gritos que venían a reclamar su lugar como rockstar, contaminado de rabia e indolencia. Más ácida y onírica era ‘The Crystal Ship’, emotiva. Qué canción más emocionante para recordarlo, en ese video donde sale bañándose en un río, y la tremenda ‘Light My Fire’, nacida como el primer clásico, muy potenciada con la marca que iba a imponer Ray Manzarek con sus teclados y en la forma que The Doors se presentaba al mundo: la de una banda de blues rock claramente, pero con los órganos Hammond totalmente presentes y dando una identidad muy única.
Cuando pensamos en el blues rock en los sesenta eran las bandas inglesas las que se lo estaban llevando todo: The Rolling Stones, Cream, Led Zeppelin, The Doors fue la gran banda americana que defendía que el blues era de aquella cuna y que necesitaba un representante de peso en esta transición.
Los solos de Robby Krieger eran otro gran estamento de este disco, en ‘Soul Kitchen’ se luce bajo una lisérgica marcha, ‘Twentieth Century Fox’ nos lleva a otra dimensión simplemente y para que hablar de ‘The End’, la inmensa y épica canción de cierre en que Morrison decía que quería matar a su padre y follarse a su madre dentro de un recorrido de una desesperanza y pérdida emocional de las más pesadas vistas.
El acierto de Elektra Records de apostar por la banda fue premiado totalmente con los años, así como también la del productor Paul Rothschild, quien a partir de este disco creó un lazo eterno con la banda, consagrándose junto con ellos. Se apostó por un afiche gigante en el Sunset Street con la imagen de estos cuatro hippies intelectualoides que decía que algo grande se venía. Era solamente el debut, en lo que debe ser una de las más intensas, influyentes e inolvidables carreras de una banda, y en una época dorada que más vale recordar y atesorar para siempre.
Por Patricio Avendaño R.