Disco Inmortal: The Jimi Hendrix Experience – Electric Ladyland (1968)
Reprise Records, 1968
Fue la última maravilla de la Jimi Hendrix Experience tal como se conoció, un disco ribeteado por claras desavenencias entre el ídolo y súperestrella del rock a esas alturas y sus compañeros Noel Redding y Mitch Mitchell; pero aún así logró ser un disco de los más grandes en la historia del rock, donde tanto Hendrix como sus compañeros y una cantidad importante de músicos que acá aportaron descubrieron en él una innovación sonora de las pocas vistas.
El recelo de Hendrix con el país que lo vio crecer (pero no lo abrazó como a un ídolo en su momento) acentuaría sus ganas de establecerse en los EE.UU. para esta producción, es así como el Electric Lady Studios ya cobraba vida, aunque también el Record Plant neoyorquino y Olympic en Londres fueron la sede de esta joya del rock sin precedentes, debido a los serios problemas en la construcción del estudio “soñado” de Hendrix.
Jimi tenía muchas ideas en la cabeza, las cuales empezó a desarrollar de a poco y conjuntamente con sus giras en Norteamérica, justamente inmersas en medio de la grabación del álbum, en un momento que suponía dedicarle total concentración a él; pero no, hablamos de Hendrix y perfectamente pudo despacharse una gran gira y hacer el álbum al mismo tiempo.
Es un disco técnico y suelto al mismo tiempo, y se habla que un puntapié inicial del rock progresivo, pero la verdad es que Hendrix pensaba muy distinto: “quiero que suene como el océano”-decía. Y las canciones y ruidos que emanaban de él le darían la razón. Lleno de sentimiento, de cosas etéreas y de imágenes difusas, que ni él supo (o quiso) describir en su momento. De hecho, poca oportunidad tuvo de hablar explayadamente de él y los periodistas para sacarle información, ya que dos años más tarde llegaría el infame final de la vida del guitarrista. ‘Rainy Day, Dream Away’ que tuvo su especie de continuación en el mismo álbum con ‘Still Raining, Still Dreaming’ patentaban este “nuevo sonido”, con muchos factores oníricos.
Hay de todo: La magia de Dylan está inmersa en él: “All Along the Watchtower” es la impresionante dosis de agradecimiento a su venerado ídolo, de quien sólo al escuchar su nombre producía pelos de gallina y brillo en sus ojos. Fue tan buena que el propio Dylan se la concedió como definitiva y muchos de nosotros la reconocimos en Hendrix antes que en el cantante de Minnesota.
Las diferencias con sus compañeros –principalmente con Chad Chandler (mánager, músico)- fue porque empezaron a odiar cada vez más la gente que Hendrix llevaba a los estudios, gente que principalmente iba a drogarse y emborracharse más que hacer algún aporte. Hendrix, lejos de poseer un mal carácter como se tildó en su momento, fue un músico muy “amigo de sus amigos”. Hay algunas congas en el disco que fueron ejecutadas por el taxista que lo llevó un día al estudio, invitado por el propio músico, sin haberle conocido antes. Así era él, para molestia de muchos.
Hablar de sus canciones merecería casi una reseña para cada una por separado: ‘Crosstown Traffic’ tremendo clásico inmortalizado para siempre por el efecto del sonido del peine en el riff de guitarra, la blusera ‘Voodoo Chile’ y su hermana ‘Voodo Child’ (Slight Return)’ inspiradora para un séquito de bluesman que pactaron este estilo con el rock más adelante (Stevie Ray Vaughan, un discípulo notable de su legado, por cierto). ‘Gypsy eyes’ demostrando su fijación con los gitanos que lo llevó hasta a darle nombre a su siguiente aventura en vivo con Billy Cox y Buddy Miles (Band of Gypsys)
Es otra de esas obras maestras que nos dejan claro que de situaciones tensas salen buenas cosas. El final de la banda y la propuesta musical de Hendrix expandiéndose cada vez más, en una época en que el increíble músico no se conformaba con tocar su guitarra, el bajo y el trabajo en producción también fueron notablemente ejecutados por él mismo. Las buenas migas con Miles Davis y su jazz daban cuenta de que la magia de Hendrix recogería cada vez mejores ideas, músico con quien entabló una profunda amistad y mutua admiración. Algo que nos dice más o menos en quizá hasta en qué dimensiones musicales impensadas hubiese llegado de no haber dejado este planeta dos años después. Un álbum de paisajes maravillosos que seguimos disfrutando y re-descubriendo hasta estos días.
Por Patricio Avendaño R.