“Disco Volante”: historias de esquizofrenia y surrealismo por Mr. Bungle
Warner Bros., 1995
Después de ese arrollador «debut» (y lo decimos así porque ese ecléctico álbum del payaso en portada solo fue el primero con una gran discográfica como Warner) Mr. Bungle dio el siguiente paso, uno muy difícil tras ese impresionante disco que era un verdadero carnaval de funky, hardcore, ritmos latinos y electrónicos alucinantes, todo sumado a la genialidad ya tempranamente graduada de sublime de Mike Patton en las voces. Bungle encontró una audiencia de nicho entre los fanáticos de FNM, pero dejó a muchos otros desconcertados, y claro, tras ese gigante paso de estos tres tipos que hace varios años llevaban haciendo música, Patton dedicó su tiempo a incorporarse de lleno a las filas de quienes hacían Angel Dust por esta etapa, un álbum que vio más que un poco de la depravación de Mr. Bungle en el ADN de Faith No More, disco que le ocupó gran parte del tiempo en los próximos años. Pero sería 1995 cuando llegara su segundo álbum con esta banda regalona que no dejaba en el olvido pese al éxito comercial, en una etapa bastante fructífera para el cantante, pues este año también se lanzaría el importantísimo «King for a Day… Foo for a Lifetime» con FNM.
Es por eso que, como ya joven Rey Midas, que todo lo que tocaba era oro, cualquiera que esperara lo mismo de Disco Volante o de Bungle para seguir el éxito comercial de FNM, estaría rotundamente equivocado, acá tuvimos otra cosa. Warner Brothers en particular, quedó consternado por su obligación contractual de liberar esta monstruosidad. Por que la verdad es que para los cánones de una multinacional tan gigante concebir esta placa muy vanguardista para lo que esperaban en ventas, fue un dolor de cabeza. Solo el tiempo le ha dado la razón a Mr. Bungle, porque sin embargo, este no es su disco más aplaudido, y el menos mainstream, pero más que la pena vale revisar.
Y si había una locura absolutamente circense y lúdica en el primero, acá se torna mucho más esquizofrénica, surrealista y divaga, en un abanico impresionante de death metal, techno, música concreta, exotic music, pero por sobre todo una base firme en el jazz gentileza de Mr. Trevor Dunn y los intensos aportes en saxo y clarinete de Clinton McKinnon.
Todo arranca caótico: ‘Everyone I Went to High School With Is Dead’ es notable en su intento de ser deliberadamente desagradable: un tono doom, repetitivo y fangoso, lleno de gritos, una intro de mal gusto hecha a propósito, absolutamente inverosímil al épico y divertido arranque del anterior álbum. Era la antesala de algo mucho mejor, pese a que esa intro nos evocaba algo muy denso, los ritmos latinos nuevamente están presentes y el ritmo impresionante que sabe dar esta banda cuando realmente lo quiere. «Chemical Marriage» se posa en los artilugios del bossa-nova y el free jazz para causar movimiento contagioso en su marcha insana, con pausas de misterio y con Patton lanzando silbidos y dejándose llevar con los tonos siniestros y cinematográficos. Nuevamente hay varias secciones dentro de un tema de Mr. Bungle y ‘Carry Strew in the Jaw’ pretende seguir la corriente, pero acá la opulenta catarsis de riffs death/hardcore dictan otra cosa; es el recuerdo latente que los bizarros inicios extremos de la banda siempre irán de la mano de su sonido. Sin embargo, este horror está cuidadosamente arbitrado, muy intenso y ambiental con reminiscencias fantasmales y que tiene a un viejo- como sin dentadura- cantando, y que aparece entremedio de una sección de funky electrizante en un total de nueve minutos de insanidad tremenda.
La tónica del disco es desconcertar: los tonos arábigos del infierno se posan en ‘Desert Search For Techno Allah’, que nuevamente intenta parecer adentrarte en un videojuego de atari surreal. El vómito sónico de ‘Violenza Domestica’, nuevamente denota la pasión por el italiano y su arte bizarro aderezado con una versión blasfema de cosas de Morricone, elemento fundamental para entender Mondo Cane y cosas de Fantomas, además. ‘After School Special’ nos muestra a un apasionado Patton cantando angelicalmente, mientras que el trepidante ska-avant garde de ‘Ma Meeshka Mow Skwoz’ es simplemente encantador: es una vertiginosa e increíblemente tira animada en blanco y negro digna de los Popeyes antiguos o cualquier cosa de Max Fleischer. Una odisea sicotrópica.
Pero la épica instrumental y abrazadora sigue con ‘The Bends’, que se subdivide en varios recortes minimalistas y compuesto por varias partes de jazz, electrónica de ciencia ficción primitiva y bandas sonoras de terror. Hasta este momento no tenemos melodías comerciales, lo que hizo la banda acá es tomar todos los riesgos que pudieron haber tomado, y aun así salen airosos. ‘Merry Go Bye-Bye’ es una suerte de purgatorio, que relata la historia de un personaje que intenta suicidarse, angustiado por su miedo al infierno evocado por la sección media diabólica, para luego reconciliarse con una visión celestial o ser convencido de perdonar su propia vida a través de un final alegre con tonos de resaca de LSD.
‘Backstrokin’ y ‘Platypus’ son aderezos que no brillan tanto, el primero, una breve desviación hacia el doo-wop deconstruido, aunque suena amigable; la segunda, un desorden francamente incoherente de ritmos jazzísticos, riffs de metal y diabólicos cantos, que se siente como el Bungle de la vieja escuela, un corte rechazado del debut, excluido por ser demasiado deliberadamente desestructurado e inmemorable.
Disco Volante es lejos es el álbum más alejado de los sonidos mainstream de la banda, pero eso lo hace una joya. Hay canciones mucho más sofisticadas, la banda usa el jazz y los órganos para llevar su sonido a otra dimensión, quizá la más artística y lejana de la realidad posible. Es un disco que cuando te toma de verdad te transporta, aunque en definitiva es su propio desorden que te lleva a una profunda catarsis para encontrar la calma necesaria.
Por Patricio Avendaño R.