Katatonia y Samael: un ritual en el inframundo

Katatonia y Samael: un ritual en el inframundo

Fotos por Cristian Carrasco (Atenea Producciones)

Los 90 fueron la cuna de una profunda oscuridad musical, una época donde el doom y black metal con su pesimismo musical alcanzaron un crecimiento cósmico y experimental, que se compuso de dos factores esenciales: violencia estética y sonido transgresor, una negrura brutal que se extendió formando bandas como Anathema, Burzum y Emperor. Temáticas como la muerte, la podredumbre humana y la dualidad bella de la decadencia depresiva se convirtieron en el puente para que sugieran propuestas que añadían nuevas perspectivas sonoras, Katatonia llegó desde Suecia para romper con las influencias y añadir ritmos más limpios a sus trabajos, mientras que Samael, formados en Suiza se destacaron por la incorporación de elementos industrial al black metal y ampliaron los límites del género, siendo dos grupos que destacaron por la vanguardia de sus composiciones.

Décadas después, todavía tenemos la posibilidad de presenciarlos en vivo, pues anoche la Blondie fue testigo de un encuentro trascendental del metal que gritaba melancolía, pues  se unieron para ofrecer un ritual en el inframundo. La velada comenzó a las siete y media de la tarde, entre ovaciones los suizos de Samael se reencontraron con sus fanáticos chilenos, su espectáculo tanto cerebral como visceral, resonó con la potencia del infierno en los parlantes y como una máquina apocalíptica irrumpieron en el escenario para interpretar temas como «Slavocracy» «Reign of Llight» «Baphomet’s Throne» entre otras. Con un setlist sólido, lograron una atmósfera oscura, entre humo y un Vorph que con su voz desgarradora y ritualística realizó una performance repleta de simbología y señas satanistas, pidió incluso que la audiencia alce sus cuernos, transformando el recinto en un agujero negro que era palpable en el aire, dando la sensación de ser consumido por las tinieblas y los acordes que colapsaron en riffs pesados, crudos, capturando la esencia sublime del infinito.

 

Tras la negra epifanía, la atmósfera se tiñó de una suavidad hiriente y densa con la puesta en escena de Katatonia, que a las nueve en punto se deslizaron al escenario en un sombrío y lóbrego viaje. La voz de Jonas Renkse, junto a la guitarra de Anders Nyström y el bajo de Niklas Sandin explotaron en líneas melódicas que hicieron sonar las cuerdas hasta hacer gritar al público. Y aunque sus líricas son un  susurro de desesperanza, la conexión con los asistentes fue íntima, dosificaron dolor hasta que en la sexta canción   «For My Demons» los suecos pusieron a  todos a cantar  «You would never sleep at night, if you knew  what I’ve been through» con tanta fuerza que se sintió como una meditación conjunta sobre la soledad inevitable y otras experiencias humanas que se viven como una dulce muerte en vida. 

El concierto osciló entre exaltación e introspección, transportando a los presentes en una batalla de odio y tristeza donde la música era una realidad paulatina que golpeaba a los espectadores, dejando una sensación de que en el caos hay belleza, que la realidad, aunque muchas veces es intolerable, puede ser el núcleo del arte, transformando estas experiencias en una purificación del alma, donde entregas tus sentidos a los ecos instrumentales y los sonidos prestan un poder transformador, haciendo que se atesoren canciones como propias, pues durante la interpretación de  «My Twin» se notaba en los cantos al unísono que estábamos todos presentes, en un lamento que nos hace estar vivos en el tiempo de música y desolación. 

María Ignacia Cornejo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *