Meshuggah en Chile: luces estroboscópicas, locura, precisión…y barbas

Meshuggah en Chile: luces estroboscópicas, locura, precisión…y barbas

Arrasadora fue la cuarta visita del quinteto sueco a nuestro país en un Caupolicán a máxima capacidad

Fotografías por Cristian Calderón

En pleno año 2024 la masificación y alcance que están teniendo grupos de metal extremo debido a los medios digitales y el internet han permitido, entre otras cosas, construir fanaticadas con una devoción encomiable. El caso de Chile se perfila como anecdótico en la medida de que es el país de Latinoamérica -según números de Spotify– donde más se escucha metal, siendo una parada inevitable para muchos artistas del género. Pero sobre todo, consolidar bandas excéntricas para fanáticos excéntricos: Meshuggah, una banda que históricamente ha revolucionado el sonido underground por sus métricas complejas, sonido grave, pulcro y experimental, llenó el Teatro Caupolicán con asistentes de todas las generaciones. En poco más de una hora veinte de duración, hicieron un repaso total a su discografía enfatizando piezas de su último disco «Immutable» del 2022.

Los nacionales Chances dieron el pie inicial a la esperada noche de locura, brindando una cuidada presentación de aproximadamente media hora. Siguiendo en la promoción de su disco homónimo del 2023, y ya gozando de reconocimiento local, la selección de canciones fue principalmente de dicho album, siendo ejecutadas sin pausas ni  interrupciones. La vocalista Tamara Rivas no realizó mayores interacciones con los asistentes, pues pareciera que el estar centrados en la música era el principal objetivo. «Condena» y «Sendero» destacaron en fuerza sonora.

Después de que el público cantara en conjunto -apelando a la ironía- «I Want to Know what love is» de Foreigner y «Careless Whisper» de George Michael, las luces se apagaron y salieron a escena los suecos apodados en internet Beardshuggah por las frondosas barbas que ostentan sus integrantes en la actualidad. «Broken Cog», «Rational Gaze» y «Perpetual Black Second» fueron tocadas de forma completamente pulcra, trayendo lo mejor del sonido djent de la dupla Fredrik Thordendal y Mårten Hagström, que empezaron a explorar con sus icónicas guitarras Ibanez de 8 cuerdas por allá a principios del 2000. Pero obviamente no solo en la ejecución estaba lo maravilloso del asunto: el juego de luces y la imagen de fondo estaban perfectamente sincronizados con los acentos y poliritmos que aparecían con la música. El trabajo de producción completo de la banda es sin duda de un nivel profesional más que encomiable, siendo razón de por qué se han vuelto un referente importante para estudiosos de música, sonido y producción.

«Kaleidoscope», «God He Sees in Mirrors» y «Born in dissonance» sonaron posteriormente potenciando aún más la propuesta visual, estando la fanaticada completamente frenética ante tanto estímulo. Jens Kidman manifestó alegremente que el público local nunca los decepciona, haciendo gala de estar utilizando una polera con el nombre «Chile» estampado en ella. El histórico vocalista sigue manteniendo su desempeño gutural estable durante las presentaciones, en la medida de que en el formato de Meshuggah, su voz y puesta en escena pasan a ser un instrumento más. La épica pieza del disco «Catch Thirty-Tree» (2005) compuesta por «Mind’s Mirror», «In Death – Is life» e «In death – Is Death» se ha vuelto un momento recurrente en sus shows, siendo sin duda una de las mejores y más complejas del quinteto, que por cierto, sonó impecable.

Haciendo un guiño a sus primeros discos, «Humilliative» y «Future Breed Machine» precipitaron más euforia en el público, dando cuenta además de que las frecuencias y texturas del bajo de Dick Lövgren son claves en la amalgama sonora total que genera el grupo. Y para cerrar, las codiciadas «Bleed» y «Demiurge». No se puede terminar este escrito sin dedicar unas palabras al baterista Tomas Haake, quien no solamente toca con cuidada precisión cada compás y sus eventuales desplazamientos, sino que logra mantener la intensidad y fuerza en canciones que implican un tremendo desempeño físico por un buen rato. Una locura, por decir menos. El grupo lleva casi 40 años de trayectoria y las canas se notan cada vez más, siendo admirable que todavía sean capaces de deleitar a variadas generaciones, provenientes de múltiples procedencias y diversos gustos. Si llegasen a volver a visitar el país, de seguro vuelven a llenar el recinto que los albergue. Y se les deja sugerido a los lectores que no desaprovechen dicha oportunidad para presenciar lo que esta estroboscópica banda ofrece: posiblemente es una de las mejores presentaciones de música extrema contemporáneas.

Rodolfo Galleguillos

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