«Rocketman», la película: el realismo mágico de Elton John
En el metro, antes del estreno de “Rocketman” -la biopic de Elton John- venía conversando sobre lo que podría encontrarme en el cine junto a una amiga. Las comparaciones antes del estreno ya se daban. Sí. Claramente, se asocia de inmediato a “Bohemian Rhapsody”, pues toda película de un músico que salga en el último tiempo va a ser relacionada con ella. Sin embargo, los símiles -a pesar de no quererlos- están ahí, ya que tanto la cinta de Queen y Freddie Mercury junto a la de Reginald Kenneth Dwight son del mismo director: Dexter Fletcher.
Dexter traspasó la vida del pianista al séptimo arte con muchas agallas. Hollywood la trató de blanquear y suavizar para que fuese para un gran público, pero hubo presión y serias conversaciones para que no sucediera y la película fuera expuesta calcando esa etapa de excesos, rock n’ roll, genialidades y desorden de uno de los músicos más importantes de la historia. Las cosas se tomaron sin reservas y no evitaron en mostrar la vida controvertida y extrema que tuvo el creador de “Crocodile Rock” a través de uno de los puntos más importantes del largometraje: un musical.
Tiene muchos momentos en los cuales a John personificado por Taron Egerton (Kingsman) se le retrata mediante escenas oníricas y de fantasías, pero en las cuales se respalda de forma muy real – se lee irrisorio, pero así es- la mecánica del éxito del pianista. La película muestra esa faceta de Elton “Hércules” John cuando ya ha tocado fondo. Cuando el cuerpo le dijo basta. Desde ahí, desde ese momento preciso, echa una vista hacia todo lo que le pasó desde su infancia, el proceso de asumir su homosexualidad, hasta la época de rehabilitación (no hasta la actualidad). Su redención la consigue, pero para eso debe contar sus detalles más escabrosos, intimidad y momentos álgidos, con muchos complementos y sin obviar nada, a pesar de que hay periodos en los cuales se vuelve evidente y un poco hollywoodense. Sin embargo, los tiempos de tristeza y energía de la trama llegan a tal punto que es como si el mismo cantante hubiese escrito el guion de principio a fin junto a su amigo y letrista.
Sin rayar tanto en alabanzas, la biopic cumple muy bien todo: canciones puestas en los momentos justos de cada etapa, instantes de nostalgia y tristeza acompañados de una franqueza inusitada y unos números musicales que desde los primeros minutos nos sorprenden. El espectador verá en la obra de Fletcher a su protagonista cantando las canciones de Elton John. El mismo que hizo la voz de Johnny en “Sing” se lleva todos los aplausos al encarnar maravillosamente al músico y vocalizando todos sus hits. Incluso, si usted se da el tiempo (con cautela) puede utilizar la aplicación de Shazam y ver que la canción “Amoreena” del disco de 1970 Tumbleweed Connection es reconocida como autoría de Egerton para el largometraje.
Dexter ya se está volviendo en el cronista por excelencia de las celebridades, pues tanto como Freddie y a Elton los plasma con sus extravagancias y reivindicaciones, pero siendo en “Rocketman” en la cual muestra todo sin importar, imprimiendo un ritmo constante y sin dejar nada al azar. La película es un éxito, pero fue lanzada y estrenada (fuera de competencia en Cannes) en una época donde los premios no abundan y sin tanta pirotecnia como fue el trabajo anterior de Fletcher, donde pareciera que aprendió mucho con Queen para convertir la de John como su obra maestra (hasta el momento) tanto por su sinceridad como por su cercanía con el hombre detrás de “Candle in the Wind”.
Cocaína, sexo, mucho sexo y entre gays, además de una buena remojada entre alcohol y sin insinuaciones sino que mostrando a complejidad, es parte del abanico que nos revela este trabajo con muchos tintes del realismo mágico. Asimismo, el director encajó bien los personajes secundarios, quienes ayudan notablemente a que la historia se mantenga a flote durante sus 121 minutos. Por una parte, la relación con su madre (Bryce Dallas Howard), la amistad con su letrista (Jamie Bell) y, por otro, el nefasto enamoramiento con su manager (Richard Madden) son muy bien logrados. Ambientación, diseño, vestuario y fotografía son eximios. No pierde ningún detalle en la colocación de todo lo extravagante y adiciones que rodeó a Elton.
“Soy adicto al alcohol. Soy adicto a las drogas. Soy adicto a la cocaína. Soy adicto al sexo”, recita en el principio Egerton con un traje de plumas de color naranjo en una sala con otras personas que lo escuchan atentamente. El drama que es un musical en esencia es todo lo que realmente debe llevar una biopic de un músico y de un rockstar como fue Elton John: un iluminado en su propia oscuridad. El cuento de este rey del rock, que posicionó muchos números 1 en las listas más populares de Estados Unidos, años tras año, es narrado muy bien a través del guion de Lee Hall y siendo representado con la altura de una obra de Broadway por un actor que demostró su multifuncionalidad en todo aspecto.
Sin ir más lejos, es un retrato en estricto rigor del popular hombre de los antejos estrafalarios enumerado a través del realismo fantasioso que tuvo en los años 70 donde forjó su auge y caída – en los excesos- para hacer justicia de un compositor que tiene tantos hits en el inconsciente colectivo musical de las personas que se sorprenderán. La celebración del artista es total y se equilibra el drama con lo musical bajo una dirección brillante de Fletcher que nos resulta hasta penoso que no haya sido él quien llevara desde el principio a Bohemian Rhapsody a la gran pantalla. Póngase sus anteojos más extraños y disfrute este excéntrico largometraje.