«Romance»-Fontaines D.C.: o cómo salir de la oscuridad sin perder la esencia
—Into the darkness again— Son los primeros versos que escuchamos de Grian Chatten que parece estar al fondo de una cueva oscura y húmeda, con el Billy Corgan del Adore, aullándonos de forma siniestra una fatalidad inminente. Una marcha fúnebre sobre un piano inquieto, una guitarra punzante y distorsionada que cruje detrás de nosotros y nos envuelve en un crescendo de sonidos apocalípticos y nos desconcierta porque pareciera que esto es el Romance. Un sentimiento incómodo, pero a la vez esperanzador que te inunda y que te deja el alma demasiado débil. —Maybe romance is a place—, se escucha como el eco de un lenguaje antiguo en la voz de Grian con una atmósfera cinematográfica. Es una introducción amenazante para el cuarto disco de una banda que abraza su transformación a estrellas de rock. Ya dejaron de lado la poesía y la dureza de la clase obrera de Irlanda —cambiando a su colaborador de toda la vida Dan Carey (squid, Black Midi), por el productor James Ford, conocido por trabajar con Arctic Monkeys, Gorillaz, Blur y Depeche Mode— y adoptaron una especie de post brit pop frankensteiniano con un ensamble gótico americano de los noventa. También actualizaron sus looks y antes de escuchar el disco me preguntaba si este lavado de cara estético era parte del juego de la nueva fama con que estaban lidiando o una especie de crisis de identidad, pero me dieron una lección en contra porque simplemente decidieron agregar un arsenal de recursos inéditos en sus registros.
Starburster —inspirado en un ataque de pánico de Grian— te quita el aliento entre las respiraciones fuertes y angustiadas de Chatten y nos regala la base en la que se construye este disco. —I wanna see you alone, I wanna sharp the stone, I wanna bounce the bone, I wanna mess with it—. Esta canción es un testimonio de una evolución artística y claramente el mejor trabajo vocal de Grian hasta la fecha, incorporando nuevos elementos sobre el propio sonido post punk característico de Fontaines pudiendo matizar la identidad de la banda. Da un poco de vértigo ver lo que han construido en tan poco tiempo. Here’s The Thing aparece salvaje e inescrutable, con un sonido bien noventero entre el grunge e indie (no hay duda de que la mano de James Ford como productor o las mismas influencias de la banda acá juegan un papel muy importante). Resalta una constante sensación de tirar y aflojar entre elementos contrastantes. Desire ralentiza el tiempo, dejando que nuestros latidos avancen por sobre la psique de la banda. Es un tema muy deftoniano con toques de shoegaze —Deep they’ve designed you from cradle to pyre In the Mortal Attire—. La transformación sónica acá es evidente, pero de igual forma se podría trazar una línea directa entre las guitarras de Nabokov, las cuerdas de este tema y la melancolía sintetizada de la era Faith de The Cure y no sería tan dramático. En In The Modern World vuelvo a pensar en Billy Corgan y la oscuridad del Adore. Se abre como una herida, como una densa bruma hipnótica, en la que el amor parece el único reducto posible para la salvación. Esta canción es un paisaje sonoro adornado por las letras viscerales de Grian o quizás en visceversa. —In the modern world I don’t feel anything In the modern world and don’t feel bad, Charlene—. Es un tema poderoso que tiene toda la grandeza de pantalla ancha para destacar como banda sonora de Elmer Bernstein en un western actual.
Si en Dogrel plantaron la semilla de lo que desarrollarían de forma majestuosa en A Hero’s Death; y en Skinty Fia se consagraron como números 1 con una inquietud indomable de explorar influencias sin mayor prejuicio que su carácter, aunque turbia y de ritmo fúnebre. Con Romance nos invitan a una exploración profunda, quizás en un reinicio completo luego de mudarse a Londres, aun proyectando un aura de insolente despreocupación. Es un disco muy líricamente pesado. Y en Bug destaca eso: la lírica. Con una introducción que recuerda a The Jam, a medida que avanza te das cuenta de que Grian se transforma en Morrissey y es más Morrissey que el propio Morrissey. — Will you apologise For the remainder of your life? Do you accept the charges?— Acá se examinan las complejidades de las relaciones y el señuelo del romance, junto con su fragilidad y la naturaleza moderna de lo desechable. No se ve el tema del romance como un sentimiento lineal o simple. Sino como explica Grian, “El romance puede ser un lugar del que estás encerrado, que te confunde. Tal vez no tengas el idioma para obtener acceso”.
Uno de los aspectos más llamativos del disco es su producción. El álbum suena expansivo y cada instrumento encuentra su lugar en la mezcla. Y así se aprecia en Motorcycle Boy, dónde dejan ver su filtro más experimental —y que nos retrata la inspiración más directa de la banda para este disco: Kaneda, su motocicleta y ese universo que nos proponía Katsuhiro Ôtom en su obra Akira— y que posee una sensación musicalmente inquietante, orquestada para el posible término del romance y la incapacidad de sentir las mismas emociones, en donde podemos leer líneas similares a Jackie Down The Line donde todos nuestros recuerdos y decisiones nos perseguirán en el futuro, como nos perseguirá Sundowner, cantada por el guitarrista Conor Curley, que es otro cambio estético de la banda que habita entre las ensoñaciones de Cocteau Twins y el shoegaze de Slowdive. Horseness Is The Whatness se construye lentamente en capas. Las cuerdas y los vientos flotan hasta que se enredan con los latidos ultrasónicos del corazón de la hija de Carlos O’Connell en una combustión lenta a medida que la canción llega al climax. Esta canción me recuerda mucho a Billy Corgan —tercera vez que lo digo—, a Blur, incluso a REM. Cita a uno de sus héroes originales, James Joyce, y es una de las canciones más hermosas del catálogo de la banda hasta la fecha. — Will someone find out what the word is that makes the world go round? —. Se abraza la búsqueda de significado en medio del torbellino de una nueva vida y se da a entrever que no han desechado todas sus inspiraciones iniciales. Death Kink nos da una verdadera sensación de grunge con una voz narcótica y amenazante mientras Grian nos desenvuelve una letra como una ronda de cadáver exquisito, muy surreal, donde profundiza en las relaciones tóxicas y su naturaleza desequilibrada. Se siente como una de las mejores canciones que Grian haya escrito.
Es un disco absolutamente fantástico y así lo demuestra el último tema. Favorite. Que está teñido de shoegaze e impulsado por guitarras nos trasladan a la escena indie de finales de los ochenta. Una canción de amor al estilo de W.B. Yates o The Cure o una versión más tranquila de The Wedding Present. Los Fontaines acá se sinceran y las defensas se reducen a la nada. Y al contrario de lo que dijo Ian Curtis en Love Will Tears Us Apart, Grian finalmente admite que, después de todo, el amor triunfará. El bajista Conor Curley dijo sobre el álbum: «No había espacio para respirar entre la escritura y la grabación. Voló bastante cerca de que la banda tuviera un aneurisma, y lo necesitaba, de verdad. Romance tiene la verdadera locura de una sesión nocturna«. Y ciertamente este disco se siente así. Lleno de paisajes sonoros claustrofóbicos que te inundan, ocasionalmente tomándose el tiempo para golpearte por dentro, aunque manteniendo la oscuridad inherente a la música de Fontaines mientras muestra una zigzagueante imprevisibilidad. Hay valentía y el quinteto de Dublín se consagra como un proyecto congruente y es una tremenda prueba de cómo sobreponerse al éxito tras un estelar arranque de carrera que la banda ha vivido desde su primer disco.
Romance sea probablemente el mejor lanzamiento del 2024.