Slayer en Chile: Una devastadora despedida (Segunda Parte)
Si bien ya sabíamos que en cuanto a setlist este show no tiene diferencias sustanciales en toda la gira, lo que vivimos anoche en Viña con Slayer distó bastante de lo que le vimos en el estadio Bicentenario de La Florida, algo más bien definido en forma más que en fondo. La banda esta vez tuvo un día de descanso más que en ese show donde venían directo de Rock in Rio (con viaje de por medio y todo, lo cual para músicos que no están precisamente en la plenitud de su juventud siempre es complicado) y eso se palpó en el rol en el escenario sobre todo en Tom Araya, quien se mostró mucho más sonriente esta vez, quizá por aquello mencionado, por la ocasión especial, por estar en la ciudad que lo vio nacer o porque el ambiente estaba predispuesto para algo de alguna manera más íntimo que ese show a estadio lleno en Santiago.
Con «Repentless» las llamas se encienden y emanan desde los músicos hacia el público. Había sed de movimiento y el despliegue humano no se hizo esperar con esa infernal entrada, Tom nos demuestra que sigue siendo uno de los frontmans más agresivos del metal actual, no dejando escapar ninguna letra de las violentas y siniestras líricas de las canciones, y sin dejar de exudar energía pura en aquel bajo, lo cual no es para nada fácil. La vieja ‘Evil Has No Boundaries’, la poderosa ‘World Painted Blood’ y ‘Postmortem’, aquella verdadera gema de rapidez y visceralidad del «Reign in Blood» (1986), eran las que empezaban a desatar las primeras polvaredas en unos sectores, pese a que el pasto en gran parte esta vez vino a reemplazar a esas duras plaquetas plásticas que terminaron volando por el aire en su show en Santiago.
Kerry King, con una orgullosa polera de Slayer nuevamente dio clases de riffeo. Él es un verdadero animal, con nulos gestos de amabilidad y una actitud escénica concentrada, nos entrega aquellos headbangings característicos que siempre se agradecen. Su Flying-V asesina fue una de las grandes protagonistas de la noche. Por su parte, Gary Holt es el que se mueve un poco más, siente el metal y rock por sobre todas las cosas, levantando su guitarra, cerrando los ojos, y entregándonos alucinantes solos. Un hombre que sabe y que no por nada ocupa el preciado puesto del gran Jeff Hanneman.
Los primeros saludos de Araya a la audiencia llegaban para anteceder a la poderosa ‘War Ensemble’ y nuevamente el mosh y las bengalas contrastando con las llamaradas humanas de energía se apoderaban del Sporting. ‘Chemical Warfare’ sonaba a todo cañón y en ‘Payback’ Tom nos preguntaba si sabíamos que significaba, y en buen chileno nos lanzaba un chistoso «A ver, ¿qué es?… ¡Es una puuuuuta!».
Todos sabemos que Slayer se guarda sus mejores piezas para los tramos finales. ‘Seasons in the Abyss’ es la que nunca falla y Holt, con su camiseta anti-Kardashians se lució verdaderamente en aquellos solos del tema que da nombre al álbum más infernal de la banda, el gran ‘Hell Awaits’, y un «wooooooh» generalizado se escuchaba cuando ‘South of Heaven ‘ empezaba a sonar. La noche caía de frentón, pero el calor del infierno nos seguía seduciendo. El momento culmine de las percusiones de Bostaph (con cámara para él solo) al inicio de ‘Raining Blood’ nos anunciaba que quedaba poco. Tom Araya no perdía ni pizca de energías en su capacidad y ningún miembro de la banda lo hacía, por cierto y es que pese a toda la gira que les pesa en el cuerpo este resultó ser uno de los shows más aplastantes que les hemos visto. La seminal ‘Black Magic’ y el «tributo» a Ed Gein llegaba con la coreable ‘Dead Skin Mask’, para después desatar la última embestida de la noche con ‘Angel of Death’. Los riffs sacudecráneos nos pegaban los mazazos correspondientes y nuestra última energía era dada a entregarse a una de nuestras piezas favoritas del metal de todos los tiempos.
Lo que venía, se predecía, Tom Araya al frente, varios minutos, momento emotivo, con un dejo de dudas de si será realmente la última vez que la banda pisa suelos chilenos junta, pero que también sirve como un momento significativo de la historia de cada uno de los presentes en un concierto de metal. «Gracias por acompañarnos todo este tiempo» decía Araya para rematar con el «¡Viva Chile, Mierdaaaaa!» correspondiente al igual que en Santiago y otras veces en nuestro país.
La raya para la suma: la banda se despide pero sigue a pie de cañón. Si esto es una despedida, se están despidiendo en gloria máxima brindando uno de los shows más demoledores de metal que hayamos podido presenciar, por eso se siente algo «mentirosa» esta despedida, por lo que solo el futuro nos dirá si es un amague y si Slayer aún tiene algunas notas más por escribir en su infernal bitácora.
Por Patricio Avendaño R.
Fotos: Jerrol Salas