The Wall, la película de Pink Floyd: un monstruo de tres cabezas

The Wall, la película de Pink Floyd: un monstruo de tres cabezas

El trabajo de Alan Parker siempre será reconocido por su obra densa, depresiva y oscura. Nunca fue un cineasta muy popular ni mainstream, y tenía claro su compromiso con su lente único. Historias desconcertantes y personajes con traumas sicológicos y con despojos totales de humanidad en muchos de sus casos. Para el mundo del rock y la música Alan Parker es todo un héroe, al haber podido llevar a la pantalla grande esta cinta de culto en base a uno de los discos más celebrados de la historia del rock, en que un hombre va construyendo su propio muro de ladrillos mentales y la posterior lucha angustiante por tratar de derribarlos.

Pero The Wall fue también un cúmulo de dolores de cabeza para quienes aportaron la parte creativa. El film quiso ser bastante ambicioso, uniendo muchos mundos artísticos: cine, música, dibujo y escenarios surrealistas. Fue ahí donde sus creadores chocaron, pues cada uno con su genialidad provocó en el otro diferencias, y cierto duelo intelectual para llegar a ese impresionante resultado final. Las notas de prensa, un documental y los textos en el sitio web del artista lo dejan muy claro.

Gerald Scarfe junto a Roger Waters

«Para ser honesto, nunca debería haber hecho Pink Floyd: The Wall», sentencia tajantemente el director, desilusionando a todos y con un pesimismo como para romperle el corazón a cualquier fan acérrimo de la película. Parker agregó que «La realización de la película fue un ejercicio demasiado miserable para que yo pudiera sentir placer mirando el proceso. Cuando voy a festivales de cine y muestran mis películas, siempre incluyen The Wall y siempre está lleno. Así que siempre parece inverosímil decir que odiaba hacerlo. Me he suavizado un poco y digo que fue un «tiempo torturado pero muy creativo». No debe repetirse».

La causa principal de la infelicidad e ingratitud de Parker fue tratar con dos artistas que eran igualmente obstinados y reacios a comprometerse el uno con el otro. Roger Waters, líder y creador del proyecto The Wall y músico de Pink Floyd  y el iluminado rey del dibujo satírico Gerald Scarfe, creador de las aun sorprendentes animaciones,  quienes habían creado el espectáculo de The Wall como un todo y habían estado trabajando juntos en la formulación de ideas para la película antes de contratar a Parker. El proceso de colaboración resultó ser igualmente estresante para Waters, quien declaró en el documental de 1999 incluido en el DVD de Pink Floyd The Wall, «Hicimos que la película finalmente se convirtiera en una experiencia desconcertante y desagradable porque todos nos caímos en grande». Waters señaló el hecho de que «hubo enfrentamientos serios en términos de estilo y filosofía», y que él, Scarfe y Parker estaban acostumbrados a salirse con la suya y les resultó difícil comprometerse. Es una evaluación compartida y expresada en términos más contundentes por Parker. «Sí, creo que es verdad. Tres megalómanos en una habitación, es sorprendente que hayamos logrado algo». Cuando se le preguntó a Parker en una entrevista de 2003 por Michael Parkinson sobre su relación con Roger Waters, dijo: «En realidad, cualquiera que conozca a Roger lo diría; no puedes mencionarlo sin ser algo polémico».

Para Parker, un «devoto autoproclamado de Floyd desde A Saucerful of Secrets», la oportunidad de trabajar con el grupo fue atractiva. El director inglés en ese entonces de 37 años era muy cotizado en Hollywood gracias a los créditos de los que empezaban a disfrutar películas como Bugsy Malone, Midnight Express y Fame. Estaba a punto de comenzar a filmar Shoot the Moon en San Francisco con Diane Keaton y Albert Finney cuando una conversación informal con el ejecutivo de EMI Bob Mercer llevó a una reunión con Roger Waters. En sus notas de prensa originales, Parker recuerda: “En la primera reunión, era obvio que Roger no era la típica estrella de rock loca, lo supimos mientras estábamos sentados en su cocina hablando sobre la historia de la pieza y  nos mostró la evolución del trabajo con fragmentos de cintas de demos originales que había hecho solo encerrado detrás de la pared de su casa anterior en el país. Estos fueron crudos y enojados: el grito primario de Roger, que hasta el día de hoy sigue siendo el corazón de la pieza».

Alan Parker junto a Bob Geldof, el icónico personaje de Pink

«Después de los estrenos de la película, nunca volví a ver a Roger Waters» comentaba ahí Alan dejando claro que no germinó todo como el nacimiento de algo más que profesional después de ello. «La portada del próximo álbum de Floyd retrataba a un caballero alto con el uniforme del oficial del ejército británico de la Segunda Guerra Mundial sosteniendo una lata de película y con un gran cuchillo en la espalda. El álbum se llamaba «The Final Cut». Waters dejó el grupo poco después. Sigo siendo amigo de Dave Gilmour y Nick Mason de Pink Floyd, pero cada vez que tengo la oportunidad de encontrarme con Gerald Scarfe (él vive cerca de mí en Londres) se estremece y me evita. Es extraño, es el amigo de Roger».

Sin embargo, no todo es odio. Parker miraba en tono reflexivo los aspectos positivos del film: «Nunca tuve la ventaja de ir a la escuela de cine, así que esta es probablemente mi película para estudiantes, la película para estudiantes más cara de la historia. En cierto modo, es un experimento en lenguaje cinematográfico. Los parámetros nunca se establecieron y, aparte de las restricciones presupuestarias, no se impusieron límites, todo lo cual fue creativamente liberador. Era como la imagen de Geldof tirado entre los escombros de su habitación destrozada: las piezas se volvieron a unir para crear una obra de arte extraña y maravillosa».

Más tarde Parker recordó que «Roger incluso me invitó a ver el espectáculo en el estadio O2, y fue muy acogedor. Gerald Scarfe también hizo las paces conmigo». Al final el suceso y ver con el paso de los años que esta película fue una natural fuerza conmovedora desde muchos aspectos ha obligado a que sus creadores estén unidos hasta más allá incluso de la propia muerte.

Patricio Avendaño

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