20 discazos que cumplen 20 años: nuestros discos favoritos de 1994 (Segunda Parte)
No hay primera sin segunda, les habíamos prometido la segunda pata de nuestro especial de 20 discos que cumplen 20 años, los cuales, gracias a sus sugerencias pudimos introducir en esta selecta lista de forma más democrática; aunque hay que aclarar que este especial daba como para cuarenta discazos que salieron este año.
Como sea, acá los otros diez que marcaron historia en el gran 1994:
La vitalogía de Pearl Jam, de sonido crudo, directo y con grandes baladas, claramente dejó huellas imborrables, hasta el día de hoy los sets en vivo de la banda de Vedder y compañía se nutren en grandes porcentajes de canciones de esta joya, que tenía su cuota de mística además, con ese arte y dibujos inmersos en el librillo tan singulares. También vio el despido posterior del baterista Dave Abruzzesse en un momento bastante tenso para la banda, y de donde emanaron pasionales canciones debido a lo mismo. El disco que decía «esto no es para tí». Emoción asegurada de principio a fin.
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El Dookie estaba lleno de buenas melodías, canciones muy entretenidas y llegó para consagrar definitivamente al trío de Berkeley, hay que decir que también 1994 fue el año de Woodstock, donde Green Day y su mítico concierto lleno de desorden y barro fue un hito en su historia, en pleno proceso de esta avalancha de éxitos con canciones como ‘Basket Case’, ‘Welcome to Paradise’, ‘When I Come Around’ y muchas más. Un disco que te atrapa desde esos riffazos de su apertura para no soltarte hasta el final.
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Era un sonido nuevo, sin duda, las cuotas de hip-hop, el factor siniestro, el tremendo vozarrón de Jonathan Davis y ese bajo atronador y ondero de Fieldy daban la pauta a una banda que sembró revoluciones en este año, era el debut de Korn, un debut que abriría la puerta a todo un movimiento que fue catalogado como agro o nu-metal además. Aún así, este debut se separa un poco de todo eso planteándolo como quizá el disco más brutal de toda su discografía.
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R.E.M. y su monstruo de 1994 (con esa portada bastante fea, hay que decirlo), llegó para electrificarlo todo. A veces sonaba algo noise, siendo que la banda de college rock nunca se la jugó tanto con eso, si bien no fue su álbum más aclamado, creemos que hasta el día de hoy ha sido un disco que ha marcado diferencias en la carrera de la banda. Destacadísimo momento con ‘Bang and Blame ‘y la ruidosa ‘Crush with eyeliner’.
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Es la gran obra maestra de Jeff Buckley, un disco que hizo historia, lleno de sensibilidad y dotado con esa electrizante voz de uno de los mejores cantantes de todos los tiempos. Por supuesto que ha cobrado mayor significado luego de la triste y temprana muerte del cantautor, en un confuso accidente que se habla que tuvo que ver con sus problemas sicológicos. Único en todo aspecto y muy influyente para artistas como Radiohead, Chris Cornell y hasta el propio Robert Plant.
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El «Purple” sirvió para desmarcarse de chapas muy odiosas de los medios para STP, en un momento notable de creatividad, donde Scott Weiland y los hermanos De Leo se despacharon grandiosas canciones donde podía jugar la sicodelia, el retro rock, el punk, el garage y un grunge desatado con una fuerza imbatible. Fue el que terminó por dar la identidad definitiva a la banda.
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Corto pero intenso. El Jar of Flies debe ser el disco de Alice in Chains donde fluye la emoción más fuerte, no tenía síntomas de rabia depresiva como los certeros Facelift o Dirt, apelaba más al factor introspectivo, muy para adentro, y las guitarras acústicas de Cantrell y la voz no tan desgarrada de Staley nos mostraba un Alice in Chains en otra faceta. ‘No Excuses’, ‘Rotten Apple’y ‘Nutshell’ (grandiosa) son algunas de las gemas que nos dejó el disco de las moscas en el frasco.
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Si en la primera parte mencionamos el “Definitely Maybe” de Oasis, sería injusto no mencionar que Blur seguía dejando claro que los británicos se venían con todo en los noventa. Parklife fue una de sus mejores cartas para desatar ese sonido heredado de la raves del Madchester pero con las cuotas de genialidad de la guitarra de Graham Coxon; había de todo: baile, lujuria, experimentación y éxitos para regalar.
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Fue el gran regreso de los Stones, un disco que volvía las queridas raíces clásicas, mucho R&B, rock de estadio (y vaya que si lo fue, con tremendas giras y shows en vivo que propuso este regreso). Veíamos en excelente forma además al gran Keith Richards que volvía quizá como nunca a hacer de las suyas. ‘Love is Strong’ fue un hitazo, pero el disco fue mucho más que eso.
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Debutaban los nerds del rock and roll, con un sonido algo noise pero con efecto retro, el debut de Weezer sin duda fue uno de los destacados del año, potenciado claramente con su ultra hit “Buddy Holly” y su videoclip obra del genio en la materia Spike Jonze, pero además fue un disco que poseía una fuerza descomunal, letras inocentonas y unas guitarras de ensueño. El rock alternativo en toda su esencia del noventerismo puro.
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Hubieron muchos más, con veinte la verdad que nos quedamos cortos, el «Music for Jilted Generation» de Prodigy declaraba que el rock y la electrónica se empezarían a llevar bien en esa década, Massive Attack también aparecía con el buen «Protection» o Pavement venía a ser un heredero más que sobresaliente del sonido Pixies con «Crooked Rain, Crooked Rain». Por otra parte en el hard rock el «Amorica» de los Black Crowes se pegaba un gran salto en un momento de verdadera genialidad de parte de los hermanos Robinson.
Un año extremadamente productivo y que sin duda, tal como se dio pauta en los primeros cinco o seis años de los noventa, dejó discos para atesorar, recordar y no soltar nunca nunca jamás.
Por Patricio Avendaño R.