30 años de Grace- Jeff Buckley: Un disco que salvó vidas
Hoy se cumplen 30 años del Grace. Un disco debut majestuoso. Un disco indispensable en donde ocurre ese fenómeno que cada canción resulta ser mejor que la anterior. Un disco que llevamos tatuado y que, de principio a fin, es capaz de transmitir toda la emotividad y nostalgia existente en cada una de sus canciones. En una época en que la banda sonora de la angustia juvenil estaba definida por las guitarras grunge y las camisas a cuadros o el brit pop, las delicadas melodías y la sensibilidad estética de Jeff Buckley nos hicieron cambiar la forma que tenemos de concebir la música. El Grace es un viaje en donde acompañamos a Buckley —como cantautor emocional— a través de una gama de sensaciones distintas y muy emotivas. Tiene como figura excluyente su prodigiosa voz de cuatro octavas y media y su capacidad innata de captar la esencia más profunda del sonido en cada una de sus canciones, alcanzando registros que cuesta trabajo creer que sean posibles de dominar. Su voz angelical y temblorosa también es poderosa y turbulenta y nos ilumina como los primeros rayos de sol, acariciándonos el alma. Analizar cada una de las canciones de Jeff Buckley es un despropósito tremendo, porque tal vez no existen las palabras suficientes para describir todo lo que transmite: esa energía, ese impacto que nos recorre las venas. Al igual que un artesano, Buckley moldeó una melancolía adherente a los tiempos que, por su propósito artístico, irradiaba luz como el nacimiento de una mañana. El Grace es poesía, es magia, es amor, es dolor, es tristeza. Es Grace es esa primera lágrima que cae y que contiene a las demás. El Grace es un disco que salva vidas.
Hay una presencia particular de la religión en el Grace, no desde el dogmatismo sino más bien desde la espiritualidad, de la necesidad de querer conectar con algo mayor que uno mismo. Buckley esbozó una letra que se le vino a la mente mientras se despedía de su novia en un aeropuerto. Sobre esa base habla de dejar de preocuparse por la propia mortalidad —Bebe un poco de vino, ambos podríamos partir mañana— y concentrarse en el amor verdadero, un concepto que puede sonar inocente, pero que adquiere una dosis enorme de profundidad. De hecho, la presencia de Hallelujah de Leonard Cohen en el disco no es azarosa. Ya lo dijo Seth Jacobson: “Cuando le mete mano a Hallelujah, lo hace con tanta confianza que uno se plantea quién grabó primero la canción”. Su voz recorre una letra que utiliza la figura del rey David pidiéndole perdón a Dios después de engañar a su esposa. Halleluhaj es una brisa suave, un agradecimiento a Dios, una oración, una súplica. David cayó, sucumbió a la tentación, pero también mostró arrepentimiento y fijó su mirada en Dios. Well I’ve heard there was a secret chord. That David played and it pleased the Lord. But you don’t really care for music, do you? Así empieza una canción capaz de recorrer cada rincón de nuestro cuerpo como fuego por nuestras venas, incrustándose para no salir nunca jamás.
De la misma forma que sucumbe el Rey David en Hallelujah, sucumbimos nosotros ante la pregunta de qué habría sido de Jeff si hubiera seguido vivo. Nadie lo sabrá jamás y es una lástima. Es una herida que nunca dejará de sangrar. Tenía justamente 30 años cuando murió. Los mismos 30 años que cumple el Grace hoy. Y aunque hay muchas teorías sobre su muerte y aún no logramos entenderla del todo, la historia más aceptada es la que se muestra en el documental que emitió la BBC hace unos años. Es cierto que se ahogó en el río Wolf, en Memphis. La tarde en que su banda había llegado para comenzar la grabación de su segundo disco, que iba a llamarse My Sweetheart the Drunk. Aquel día estaba en la orilla del río con un amigo cuando de repente, Jeff se levantó y se fue metiendo en el agua totalmente vestido. Mientras Buckley nadaba, en cosa de minutos, ya había desaparecido. Su cuerpo fue encontrado desnudo cinco días después. La posterior autopsia reveló que no tenía restos de alcohol o drogas en la sangre. ¿Accidente? ¿Suicidio? ¿Poesía? Son muchos los rumores que surgieron desde entonces. El más extendido fue que terminó con su vida de una manera totalmente consciente, mientras cantaba Whole Lotta Love de Led Zeppelin y se iba sumergiendo en el agua. Nunca lo sabremos con exactitud. Lo que sí sabemos es que Buckley consiguió sacar todo el amor y toda la emotividad que vivía en nosotros con su disco debut. Jeff sabía cómo tirar de las cuerdas de tu corazón.
Hoy celebramos a Jeff, celebramos los 30 años del Grace, celebramos su alma, con la fragilidad que habita en su música y que parece que el misterio de la vida queda resuelto por ese instante libre, humano y eterno que es su voz. En sus propias palabras: «La música es infinita. Y aunque me he enamorado incontables veces con toda clase de música, de todas partes del mundo… siempre hay algo. Yo creo que simplemente se llama libertad«.
Descansa Jeff, que vives en nuestros corazones.