30 discazos que cumplen 30 años: Los mejores álbumes de 1995

30 discazos que cumplen 30 años: Los mejores álbumes de 1995

Un ejercicio que gusta cada vez más y que volvemos a repetir con distintos años -cada vez que se puede-, con el fin de disfrutar de discos clásicos y su importancia. Esta re-escucha y búsqueda en la discoteca es también un ejercicio muy entretenido. El hecho de recordar que hace 30 años se lanzaron grandes discos que marcaron generaciones, es una buena oportunidad para desempolvarlos, repasarlos. Muchas de estas obras han sido de vital importancia para el sonido actual. Varios de estos artistas se encuentran aún vigentes, dándole un vuelco total a su música o evolucionados de una forma irreconocible. Otros no tanto.

En 1995 se cumplió un año tras la muerte de Kurt Cobain, un claro antes y después en el rock. Si bien el grunge más clásico daba sus últimos coletazos, aparecieron discos que apelaban a ese sonido y también proponían cosas muy novedosas. The Smashing Pumpkins, Björk, Radiohead y Oasis estaban ahí, adueñándose de las listas y de la nueva era del rock. Un año muy productivo que dejó, indudablemente, huellas profundas.

Punto aparte era lo que ocurría en Chile. El ya conocido ‘nuevo rock chileno’ se desataba, con bandas como Los Tres, Chancho en Piedra, La Pozze Latina, Lucybell, Fiskales Ad-Hok, entre muchos más. Estos proyectos consiguieron algo sin precedentes en nuestro país, reabriendo las puertas de la cultura y la música de manera absoluta y para siempre.

Un poco de lo nuestro y de lo de afuera, en una selección que con 30 se nos queda corta, ya que hay muchos más discos interesantísimos durante el año 1995. Pero acá -sin orden de rankings ni tops- va un humilde rescate de lo que todavía nos sigue volando la cabeza, incluso luego de tres décadas.

Swans-The Great Annihilator  (23 de enero de 1995)

¿Es art-rock? ¿Es rock gótico? ¿Es post-punk? La respuesta es simple, es todos. Un disco donde no solo el sonido es sombrío, sino que su contenido lírico también. Cuenta con momentos repetitivos, una voz asfixiante que atrapa al oyente en toda la experiencia, y muchas capas rítmicas que distorsionan cualquier impresión que puedas tener hacia el inicio del álbum. Michael Gira hizo un excelente trabajo vocal y de interpretación, ya que este proyecto grita crudeza, llamando de inmediato tu atención. Aquí encontramos la narrativa de la locura, de asesinos seriales, guitarras que acompañan la atmósfera oscura y momentos de tensión que resultan intimidantes, pero ciertamente adictivos. Y es que ya su título dice mucho. “El gran aniquilador” posee elementos y recursos que lo hacen ser todavía más lúgubre, como risas de fondo, sintetizadores o guitarras melódicas, centrando la potencia en su contenido como un todo. De repente estás sumido en la negrura, cuando una dulce y femenina ópera llena tus oídos, marcando un camino etéreo que ajusta los recursos sonoros de forma bien lograda y experimental. Detalles que acompañan el profundo y denso contenido del disco, algo que caracteriza sin duda al trabajo de Swans.

PJ Harvey – To Bring You My Love (27 de febrero de 1995) 

Con “Rid of Me” (1993) ya nos había quedado claro el talento de Polly Jean. Pero acá, desmarcándose de su grupo, PJ Harvey por primera vez hace las cosas completamente por su cuenta, solamente con la contribución de John Parish y Flood en la producción, a estas alturas históricos contribuyentes de una música llena de ingenio, letras de poesía maldita y una tremenda actitud influenciada por Patti Smith. Acá hay más inclinación hacia el blues y las raíces americanas, resultando un experimento sorprendente. El punk por el blues, el grunge por Captain Beefheart, y la rabia por la pérdida. “To Bring You My Love”, con la ayuda de Flood, se pasea por atmósferas invernales y melodías que desearías estar escuchando en soledad frente al mar. Lo que sí logra la artista es que todos los temas están cohesionados y completan una escucha accesible, mucho menos ruda, pero descollante. Una amalgama de estilos unidos por las fantasías de PJ Harvey sobre el amor, la muerte y la religión.


 Radiohead – The Bends (6 de marzo de 1995)

Para Radiohead era imperiosamente necesario dejar atrás la imagen de los chicos ‘Creep’, track que ha sido su fantasma durante toda su trayectoria. “The Bends”, de 1995, era el momento preciso para hacerlo, aunque a cambio de nuevos temas ‘fantasma’ como «High & Dry”, la maravillosa «Fake Plastic Trees», la potente «Just», la furia de «My Iron Lung», y la enigmática «Street Spirit». Los de Oxford daban el gran paso para lo que luego los consagraría como una de las nuevas grandes bandas de Inglaterra. El «The Bends» de Radiohead puede enmarcarse claramente como ‘la transición necesaria’ de la esencial banda. Si bien es un disco donde ya habían claros síntomas de evolución, distaba mucho de lo sorprendente que llegó a ser el nivel de la agrupación británica con su obra magna «OK Computer», un par de años después. A través de este disco, la banda ya empezaba a hurgar en otras direcciones, la actitud más college de su primer «Pablo Honey» quedaba de lado en pos de un disco mucho más guitarrero y a la vez experimental. Como si casi a la fuerza quisieran desmarcarse de la etiqueta que se les había impuesto mediáticamente: estar dentro del saco de bandas brit pop del momento. Para mala suerte de los británicos, la prensa e industria los mantuvo en esa casilla un buen rato, pero este es el álbum que identifica a Radiohead en su veta más ‘clásica’.

Los Tres- La Espada y la Pared (17 de marzo de 1995)

Quizá el momento más vívido de la banda penquista y sin duda el disco donde cosecharon sus más grandes éxitos. No fue tan solo el tema que dio nombre al disco, sino que fue un álbum en que cada canción brillaba por derecho propio. ‘»Déjate Caer» nos maravilló con su letra fúnebre e indescifrable, en tanto «Te Desheredo» acudía a los más enfermizos recursos mentales de Álvaro Henríquez. El efecto jazz-fusión, el rockabilly y hasta el punk coexistían en uno de los grandes de la música chilena de todos los tiempos. Sin duda es el más exitoso. Los Tres siempre han seguido innovando y pese a lo grande que fue este disco, no es para muchos su gran obra maestra. El “Fome” para muchos sí que lo fue, incluso hay gente que prefiere el debut. En fin, lo claro es que este disco no sólo marcó un hito en la carrera de los penquistas, sino que en toda la historia del rock chileno.

Death – Symbolic (21 de marzo de 1995)

Desde «Leprosy», el sonido de Death había cambiado bastante. Desde la brutal paliza simplista de sus dos primeros álbumes, Death había evolucionado hacia un estilo más progresivo al momento de crear «Symbolic». En este punto, Death se había convertido en una potencia del metal y merecidamente uno de los nombres más innovadores del death metal. Este cambio a un estilo más progresivo, no solo muestra la versatilidad de la visión musical de Schuldiner, sino las múltiples facetas de un estilo tan centrado y extremo. Lo cierto es que Death siempre estuvo por delante de sus contemporáneos, y «Symbolic» fue uno de muchos momentos brillantes. Schuldiner pudo producir un álbum más con Death, «The Sound of Perseverance», antes de lanzar un álbum con su proyecto paralelo, Control Denied. Aunque «Symbolic» es su logro más importante, forma parte de los muchos legados musicales y espirituales que aún nos falta por entender de su mente maestra, que se extinguió muy joven.

Hum – You’d Prefer an Astronaut (10 de abril de 1995)

En paralelo a lo que estaba haciendo el britpop, los noventa también fueron cuna de artistas que comenzaron a introducir un rock más ruidoso, utilizando recursos como pedales de guitarras y conjugaciones imposibles. Después de que My Bloody Valentine lanzó su piedra angular «Loveless» en 1991, se haría la transición definitiva del dreampop a este nuevo género llamado Shoegaze, que estaba perdiendo relevancia en el Reino Unido. En su lugar, se dio espacio a bandas estadounidenses de unirse a esta tendencia de guitarras locas y ritmos frenéticos. Y qué buen trabajo hizo Hum con este álbum. Tiene todo lo que podríamos esperar de un buen disco. Letras irreverentes y un ritmo, que si bien cosechó lo mejor del shoegaze, los hizo mutar hacia un sonido más personal y maduro, implantando sin querer algunos elementos que se asemejan al emo, al menos en su núcleo, haciendo de este proyecto algo atemporal que no solo inspiró a esta escena que se encontraba en desarrollo, sino que también fue el puente con el punk rock, que con sus múltiples elementos y técnicas, inspirarían a bandas que luego en el 2000 perfeccionan este sonido rasposo. Sin duda, un disco esencial que estará cumpliendo treinta años este 2025.

 Supergrass – I Should Coco (15 de mayo de 1995)

Mientras que bandas como Oasis, Blur y Pulp lideraban el britpop, tomando el control de las listas del Reino Unido, la propuesta de Supergrass hacía algo distinto, más retro, parecido a los años 60 pero con su propia impronta. En su sonido, cargado de riffs infecciosos y melodías accesibles, se apartaron de la música sombría de aquellos años, introduciendo esa frescura necesaria y representativa para los más jóvenes, «Alright» se ha convertido en una de esas canciones clásicas que seguramente has escuchado por casualidad o bien, por gusto. «We are young, We run green, Keep pur teeth nice and clean, see your friends, see the sighs, be alright…» cantaban en este tema para divertirse, recordándonos lo más simple de la adolescencia: pasarlo bien. Aunque el disco es veloz en la escucha, no cae en la superficialidad de la sobrecomercialización, pues recrea sonoridades más orgánicas que ejemplifican a la perfección la exuberancia juvenil, además, ofrece new wave y rock psicodélico que avanza a toda velocidad en sus  40 minutos de duración. Con esa actitud de ‘todo me vale, yo hago música para ser feliz’, es innegable la nitidez acústica que lograron y que rivalizó con las propuestas más rockeras del pop británico. Con una excelente creatividad, el grupo irrumpió en la escena con un debut descarado e intenso. Treinta años después, este lanzamiento continúa lleno de vigencia y vigor, presumiendo sus atractivas licencias en temas de popularidad y musicalidad.

Alanis Morissette – Jagged Little Pill (13 de junio de 1995)

La maravillosa Alanis aparecía con un disco tremendo por estos años. 1995 por lo demás fue un año en que MTV era Dios, y si Dios se fijaba en un artista, también lo transformaba en deidad. Se llevó merecidamente varios premios. El tema «You Oughta Know», desafiante y rockero, era parte de un disco plagado de buenas canciones. Nostalgia pura el recordar ese video donde Alanis se multiplicaba, «Ironic», el cuasi himno «Hand in My Pocket», «You Learn» o «Head Over Feet». No fue nada de raro que entre sus colaboradores estuvieran Flea y Dave Navarro, de los Chili Peppers en ese entonces. Su aciertazo al mudarse a Los Angeles le trajo grandes dividendos a la canadiense. Las críticas que tuvieron los medios especializados hacia «Jagged Little Pill» le valió el respaldo de Radiohead un año después de su lanzamiento. Un impulso que significó demasiado para este larga duración que vendió más discos que el “Nevermind” de Nirvana y el “Sgt. Pepper Lonely Hearts” de The Beatles. Este disco supo superar los ataques y los constantes cuestionamientos, que intentaban mostrar como sencillos los sentimientos de Alanis. En esos años, sus detractores tuvieron palabras de índole «exagerada», “aburrida” y como una “mujer asustada en la vida moderna”. Los hashtag – que en esos años no existían- fueron una condicionante para la tercera placa de estudio de la canadiense. La crítica se encolerizó con Morissette durante toda su carrera musical, pero hubo varios otros que la describieron como una heroína que se planteó valientemente, fundando las bases del feminismo en la música. 

Björk – Post (13 de junio de 1995)

El «Post» de Björk consolidó a la extravagante cantante islandesa, salida de esa banda post-punk tan intensa como lo fue Sugar Cubes, aunque este disco poco tenía que ver con ese sonido. Pop directo, armonías vintage e inmensas como en «It’s oh So Quiet», el factor industrial de «Army of Me» o el trip hop y electrónica de «Hyperballad». Sus buenas migas con gente como Tricky daban cuenta de que esta chica venía a reclamar su lugar en ese competitivo año, musicalmente hablando. Todos los artistas construyen su propuesta musical bajo un gran cimiento: el referenciar sus propias obsesiones internas. Esta premisa ha marcado la carrera de Björk, quien  escribió las letras de “Post” luego de radicarse en Londres y cómo una manera de contarle a Islandia el cómo le estaba yendo en su nueva vida. Después de “Debut”, el camino de Björk hacia la ovación mundial era innegable. Sólo necesitaba revalidar su novedosa propuesta con un segundo disco en la misma dirección, arriesgarlo todo en su voz y  letras y así pavimentar  una ruta señalizada como la musa pop de los ‘90. 

Foo Fighters – Foo Fighters (4 de julio de 1995)

Entender la carrera de Foo Fighters sería imposible de no existir el álbum debut de 1995. Su antecedente directo es casi un centenar de cassettes que Dave Grohl registró en secreto, en su grabadora de ocho pistas, desde que tocaba en Nirvana. Tras la muerte de Kurt Cobain en abril de 1994, el baterista de 25 años pensó en retirarse de la música, pero una invitación de Mike Watt (del grupo Minutemen) a tocar en vivo para los MTV Video Music Awards en junio de ese año, le dio un segundo aire a su carrera. Retomó la costumbre de grabar voces e instrumentos por capas en cada canción, hasta que decidió dar a conocer esos experimentos. Una nueva identidad fue necesaria para que nadie supiera a la primera que se trataba del hombre de Nirvana: Foo Fighters, las denominadas luces que veían los pilotos de la Segunda Guerra Mundial.

Fiskales Ad-Hok – Traga (11 de Agosto de 1995)

Luego de un álbum homónimo lanzado en 1993, Fiskales Ad-Hok quería seguir demostrando su descontento hacia las transformaciones que ocurrían en Chile, tanto en temas de contingencia política como sociales. Ya era hora de lanzar un nuevo disco, y para ello se dieron dos largos años en los cuales escribieron las canciones para «Traga», que sería la segunda placa de los santiaguinos. Fiskales luchó por sacar un material que fuese mejor que sus predecesores y lograron sacar adelante uno de los álbumes de punk más consistentes en la historia de la escena local. La banda entregó las bases para pensar un poco más allá y razonar sobre las contrariedades que aquejaron a Chile luego de 17 años de tortura y división. Las cosas no cambiaron mucho con la Concertación en los años 90, es por ello que «Traga» nos deja un mensaje que no puede excluirse durante los más de 37 minutos que dura: los problemas siguen siendo los mismos que hace 30 años. La desigualdad continúa, la política permanece como un conglomerado de “payasos” y gran parte de la sociedad está envuelta en una suerte de adormecimiento, donde ha dejado que las grandes empresas y la clase dirigente les meta el dedo en la boca. Con todo esto expuesto, y un sonido demoledor, este puede ser perfectamente el mejor disco de punk rock chileno de la historia. 

 Garbage – Garbage (15 de agosto de 1995)

Soy dulce pero si me jodes te arrastraré por los suelos”, dijo Shirley Manson. Hacían su debut en agosto del 95, con un disco homónimo que poco a poco se fue ganando críticas positivas. Lo que realmente comenzó a llamar la atención eran las características de la vocalista, quien pasaba por todos los estados de ánimo para hacer sus presentaciones y darle un matiz a cada canción. Sus palabras demuestran las características de esta mujer: tentación, rudeza y una intérprete notable. La vocalista de Garbage sostuvo estas palabras un año después de que su primera placa se consolidara como una de las mejores y se posicionara en las partes más altas de los listados musicales. Desde la portada que el disco tiene aquel atributo y propiedad de Manson, plasmado en el arte de Janet Wolsborn y Garbage. En “Only Happy When It Rains” asoma la infeliz infancia que tuvo Shirley y los problemas que no le permitieron ser una niña normal en las diferentes escuelas donde estuvo durante su juventud. Dentro de tracklist, “Stupid Girl” podría ser considerado el mayor éxito de la banda. Este debut sigue siendo la piedra angular y por la cual es reconocida la agrupación liderada por Manson y los productores musicales Butch Vig, Duke Erikson y Steve Marker.

Rancid – …And Out Come the Wolves (22 de agosto de 1995)

Un imprescindible del punk rock californiano. La gran hazaña de Rancid es que pudieron capitalizar la popularidad del punk de mediados de los 90 y al mismo tiempo conservar su credibilidad callejera, una noción que está incorporada en el título del álbum: es un dedo medio a los «lobos» que hicieron millonarios a Green Day y The Offspring. «Ruby Soho», «Olympia, WA», «Maxwell Murder», «Junkie Man», «Roots Radical» o el himno ska-punk «Time Bomb», desfilaban en una de las mejores etapas para el género, donde solían siempre salir airosos y separarse del resto. Y es que Rancid crea música para el corazón. No son los únicos que lo hicieron, pero son la única banda que vendió un millón de álbumes haciéndolo. En este disco no solo tenemos entretención y buena música asegurada, sino que su posición sobre la política, el adoctrinamiento, la ironía, el humor, los juegos de palabras ingeniosos y otras características, además un dardo a los «lobos» de las multinacionales y un guiño a Minor Threath en la portada, con una viñeta del propio guitarrista Lars Frederikssen.

Lucybell – Peces (29 de agosto de 1995)

Cuando hablamos de música chilena, es impensable dejar afuera este proyecto. Publicado el 29 de agosto de 1995, «Peces» de Lucybell, recogía lo mejor del rock alternativo de la época de los 80. Podemos identificar sonidos similares a The Cure y The Smiths, en cuanto a la novedad rítmica,  pero incluso es posible atribuirle ciertos guiños al dreampop y shoegaze de bandas como Cocteau Twins y My Bloody Valentine. Algo pasaba en el rock que necesitaba reinventarse, y en ese sentido, este lanzamiento es una excelente carta de presentación a un sonido más diverso, que imprimió en la memoria colectiva icónicos temas como «Vete» y «Cuando respiro en tu boca», aportando a una evolución para la música latinoamericana que estaba ganando terreno internacional. En un contexto de mayor libertad creativa, en que los artistas encontraban la posibilidad de presentar su música sin restricciones ni censuras, la banda se introdujo en la escena con una suerte de manifiesto, diferenciándose de otros proyectos que se habían gestado en suelo chileno. Ya no había una necesidad de buscar este tipo de ritmos afuera de casa. Lucybell siempre ha tenido esa especie de misticismo y magia anudado a su sonoridad, lo que se viene replicando desde hace más de treinta años. Este es un disco cargado de ternura juvenil y ambiciones, que los han llevado hoy en día a ser uno de los grandes referentes del rock en Latinoamérica.

 Blur – The Great Escape (11 de septiembre de 1995)

1995 fue el año del britpop, sin duda. Blur arremetía contra su archirivales, Oasis, con un gran disco que lograba superar la barra auto impuesta en «Parklife». ‘El gran escape’ de Blur trajo buenos dividendos y grandes singles. La épica de «Country House» es totalmente coreable hasta el día de hoy, y la sombría «The Universal» nos mostraba una faceta de banda experimentada, con una letra ambigua y una estética en su videoclip inspirada en el cine de Stanley Kubrick. El payaseo en «Charmless Man» y los experimentos en las cuerdas, proclamaban a Graham Coxon como uno de los visionarios de esos días. Estos elementos hicieron de «The Great Escape» uno de los mejores discos de Inglaterra de ese año (y de la historia del brit). Por otra parte, promocionarlo y perder la batalla frente a Oasis (la diferencia en las ventas fue gigante con respecto a “Morning Glory”) sería un punto de inflexión que los llevó a la mesura. Y, quizás, fue esto lo que los salvo de la megalomanía que destruye bandas exitosas por su deseo o necesidad de virar hacia el público masivo. Para 1997, Blur había tomado la decisión de expandirse a otros espacios, cada vez más alejados del mainstream y más cercanos a la exploración de sonidos relegados por las tendencias pop de la época. Esto ya era visualizado en algunos tracks de este “The Great Escape”. Un giro hacia la madurez musical.

Red Hot Chili Peppers – One Hot Minute (12 de septiembre de 1995) 

Y si hablamos de los Red Hot Chili Peppers, este fue el año en que afrontaron la difícil tarea de lanzar un disco sin John Frusciante, tras su estrepitosa salida. Fue Dave Navarro quien agarró las cuerdas y logró de alguna forma identificar el sonido del gran “One Hot Minute», un disco lleno de rock y energía, muy recordado e incluso favoriteado por muchos, pero no tanto por la crítica. La tremenda «Warped», la oscura «My Friends», la ternura de «Aeroplane» o la potencia de «One Big Mob». Canciones acompañadas de un precioso arte que lo avala. Uno de los mejores trabajos de los angelinos, a pesar que el paso de Navarro por la banda fue breve. No había track deficiente, era un disco diverso y muy entretenido. Un trabajo que quedo prácticamente sepultado en sus shows en vivo, a pesar que incluye temas de culto. El tema que da título al disco desborda intensidad y toca sutilmente el tema de la homosexualidad, que no era primera vez que se hacía en la banda, por cierto. (Por lo demás el video de «Warped» se encargaba fielmente de recordárnoslo con escenas explícitas de ‘amor’ entre Kiedis y Navarro).

Silverchair – Frogstomp (20 de septiembre de 1995) 

El post-grunge en 1995 estaba viendo sus primeros días, y esta vez desde muy lejos de Seattle. Desde Merewether, Australia, aparecían estos adolescentes que se despachaban un debut grandioso, con temas de un filo en sus guitarras tremendo y un nivel de composición como de banda experta en la materia. «Tomorrow» fue un suceso, pero hubo otras joyas ahí como «Pure Massacre», «Shade» o «Leave Me Out», que contaban con el agregado increíble de la voz del rubio Daniel Johns. Sumemos letras existencialistas, y a veces, muy depresivas. Las drogas y la alienación de la sociedad fueron tópicos recurrentes, y los emergentes jóvenes australianos no quedaban para nada exentos de aquello. La prensa y lo que pasaba en el mundo exterior fue algo que también captó la atención en la banda, que promediaba menos de 20 años cuando partió su carrera, siendo una de las más noveles en el estilo. «Frogstomp» de Silverchair, más que un disco de buenas canciones, es una fotografía nítida de cómo a los 16 puedes tocar la música con el corazón y dejar tu huella en la historia.

Tricky – Maxinquaye (20 de septiembre de 1995)

Todo lo bueno de Bristol de los 80 llegó a su punto de ebullición en los 90, principalmente de la mano de nombres como Robert Del Naja (3D), Grant Marshall (Daddy G) y Andrew Vowles (Mushroom), integrantes de Massive Attack. Pero también de parte de este señor de aspecto algo intimidante, extraño y agresivo, pero sumamente genial e importantísimo llamado Adrian Thaws, más conocido como Tricky. El artista fue parte de los cimientos de Massive Attack y tiene una importante colaboración en el debut «Blue Lines», pero que ya en 1994 quiso empezar a volar con alas propias, quedándose con una libertad creativa que con MA nunca pudo obtener. El debut de Tricky, si bien tiene ciertos elementos de Massive Attack, nos presentó una unión más afianzada en el dueto masculino/femenino junto a su chica partner de aquel entonces, Martina Topley-Bird, un verdadero ángel vocal. Esta inclusión fue un tremendo acierto del debut de Tricky, robándose en muchos tonos la película en «Maxinquaye». Como un disco ‘inubicable’ en el espacio y en el tiempo, gran parte de las críticas de la época se volcaron en pos de este sonido perturbador y excitante, que no dejaba de mirar al rock («Black Steel») y el funk («Abbaon Fat Tracks»), pero que se arrastraba sigilosamente para taladrearte el cerebro cuando quiso («Suffocated Love»), o que te enganchaba con ese abrazador sampler de «Ike’s Rap II», de Isaac Hayes (que a su vez había usado Portishead para «Glory Box», meses antes) en toda la magnitud siniestra «Hell Is Round the Corner», o que cohesionó en un trabajo más pulido de lo que nos ofreció la marca Massive Attack con la excelente apertura («Overcome»), el inicio de un verdadero viaje, con sutiles toques de ácido, para un disco en que las experiencias con las drogas están evidentemente expuestas.

 

Sonic Youth – Washing Machine (26 de septiembre de 1995)

Sonic Youth ya había demostrado que eran grandes y que podían sonar totalmente experimentales y ruidosos, pero al mismo tiempo mainstream. Sus álbumes anteriores “Goo”, “Dirty” y “Experimental Jet Set, Trash and No Star» lo dejaban claro, pero «Washing Machine» tiene una mística y dinámica distinta. En él hay una intención acústica notable y una oscuridad especial. Algo de siniestro y cándido al mismo tiempo. «Becuz», la adorable «Little Trouble Girl» y «No Queen Blues» eran parte de un disco prácticamente sin puntos bajos. Pese a que este disco está grabado en el período Geffen (uno de los movimientos discográficos más relevantes para una banda de raíz underground en los 90), y cuando la banda ya disfrutaba del éxito y reconocimiento de estar en una multinacional, su fórmula y veta experimental no se diluía para nada, es más, este disco planteó un desafío. En pleno 1995, corazón de una década absolutamente arrolladora y de inflexión para el rock alternativo, logran despacharse un disco lleno de sonidos oscuros, disonantes, de tramos largos y sucios, pero sin perder ese cierto gustillo a la melodía que adquirieron desde «Goo» en adelante. «Washing Machine» es, por mucho, una proeza desafiante a la industria y un disco que hasta estos días es pieza de culto dentro de toda su exquisita discografía.

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Faith No More – King for a Day… Fool for a Lifetime (28 de septiembre de 1995)

Querámoslo o no, ésta fue la última gran joya de Faith No More. Si bien “Album of the Year”, lanzado un par de años después, nos regaló grandes canciones, «King for a Day…» fue un disco devastador, inspirado y muy diverso. Hardcore, metal extremo, bossanova, jazz y funk hacían de él una verdadera pieza de lujo en la discografía de Mike Patton y los suyos. Por si no habían convencido con sus dos anteriores, éste nos daba la patada al rostro que faltaba para hacerlo. Toda la furia, la extrañeza cautivadora y los acordes hipnotizantes, sumados a la voz portentosa de Mike Patton, están presentes en un álbum que marcó un antes y un después en la carrera del grupo. El viaje comienza con la canción “Get Out”, un tema rápido y explosivo de corta duración que nos va preparando para lo que se viene. Los gritos de Patton están presentes en la canción y la poderosa batería de Mike Bordin suena fuerte, sin descanso y sin contemplaciones. Es el principio de una fiesta de riffs desbordantes. Furia, pero también bastante diversidad musical.

Oasis – (What’s the Story) Morning Glory? (2 de octubre de 1995)

Si en 1994 el “Definitely Maybe” había sorprendido a todos con la propuesta de esta banda de Manchester, este disco logró proclamarlos como la gran banda de Inglaterra y el mundo. El single «Wonderwall» sigue siendo una de las mejores canciones brit de todos los tiempos, pero acá tambián habían singles maravillosos, de índole beatlesca y con un sonido mucho más maduro que su debut: «Don’t Look Back’n Anger», «Champagne Supernova», «Roll With It» y la gran «She’s Electric». Un disco con clásicos inmediatos, que sigue siendo el predilecto de la banda en gran parte del planeta. En 1996, el álbum ya tenía a cuestas nueve discos de platino, marca registrada de los controvertidos hermanos Gallagher para tildarse a sí mismos como una suerte de salvadores del rock inglés. Si damos inicio a los 50 minutos que duran las melodías de los conflictivos Liam y Noel, nos adentramos en un sonido que va más allá de lo callejero -la caratula lo muestra así-, pues la petulancia se hace presente desde el primer track con «Hello» y su mensaje de ‘Hello! Hello! I’m Back Again’, que definía perfectamente lo que querían demostrarle al mundo con este trabajo.

Deftones – Adrenaline (3 de octubre de 1995)

El glorioso debut de una banda que nos ha volado el cráneo toda la vida. El año anterior, Korn desataba una furia sin precedentes con su mezcla de funk, hip hop y metal, pero lo de Deftones era distinto. Gracias a los murallones de guitarra de Stephen Carpenter y la desgarradora impronta de Chino Moreno, esta banda no demoró mucho en convertirse en favorita de muchos. Eran los años del nacimiento del nu metal, los skates, la energía y el nombre de este disco no lo puede tener tan bien puesto. «7 Words», «Bored», «Engine Nº9» imponían un estilo que solo Deftones ha sabido conservar sutilmente con el paso de los años. Es uno de los discos punta de lanza del rock de los 90, ese rock “alternativo” que coqueteaba sin disimulo con el peso del metal de los 80 y que sin ninguna vergüenza construía su legado en base a los poderosos riffs de Carpenter, uno de los mayores responsables del éxito de Deftones. Siempre prepondera el talento ineludible de la performance de Chino Moreno, sin embargo, los primeros Deftones anclan su identidad en el riff. Por esos años, Pantera, Helmet, Prong o Machine Head reinventaban de alguna forma el metal americano. Faith no More, por su parte, mostraba una nueva forma de abordar el metal con «The Real Thing» y «Angel Dust», incluyendo samplers y rap. Y si todas esas influencias las metemos en una licuadora, el resultado sónico que saldría tenía que ser el Deftones de Adrenaline (1995).

Mr. Bungle -Disco volante ( 10 de octubre de 1995)

Dejando un lado la visceral etapa thrash/crossover de sus inicios, Disco Volante es lejos es el álbum más alejado de los sonidos mainstream de la banda, pero eso lo hace una joya. Hay canciones mucho más sofisticadas, la banda usa el jazz y los órganos para llevar su sonido a otra dimensión, quizá la más artística y lejana de la realidad posible. Es un disco que cuando te toma de verdad te transporta, aunque en definitiva es su propio desorden que te lleva a una profunda catarsis para encontrar la calma necesaria. Y si había una locura absolutamente circense y lúdica en el primero, acá se torna mucho más esquizofrénica y surrealista- Al mismo tiempo divaga en un abanico impresionante de death metal, techno, música concreta, exotic music, pero por sobre todo una base firme en el jazz gentileza de Mr. Trevor Dunn y los intensos aportes en saxo y clarinete de Clinton McKinnon. Mr. Bungle en 1995 dio clase de como poder unir su ímpetu experimental con algunas melodías y locuras de Mike Patton en las voces, todo como antesala de algo mucho más grande, pero acá de verdad quedó la sensación de que «se dieron el gusto».

Fear Factory – Demanufacture (13 de octubre de 1995) 

Un disco devastador de principio a fin. Fear Factory no le había dado al clavo con sus primeros pasos discográficos, pero la inmensa artillería de máquinas y guitarras, con un rico concepto detrás, inspirado en la batalla entre humanos y la tecnología, llamado “Demanufacture”, logró volarnos toda la cabeza. Riffs asesinos como en «Dog Day Sunrise» o la implacable «Replica» nos dejaron uno de los mejores del año del industrial, que gozaba de muy buena salud esos años con bandas como NIN, Ministry y Prong además. Un álbum de metal industrial, thrash y también con ciertos pasajes progresivos, hacen de «Demanufacture» un imperdible para los amantes de estos subgéneros del metal. Velocidad, prolijidad técnica, virtuosismo y potencia; todo entremezclado con una calidad y profesionalismo que difícilmente nos dejarán indiferentes, a menos que estemos totalmente alejados del metal como género musical. Un álbum vanguardista en varios aspectos, tales como la conjunción entre los efectos ambientales de aura más industrial junto con voces rasposas que se intercalan con coros armónicos y limpios, entre otras virtudes bien trabajadas.

The Smashing Pumpkins – Mellon Collie and the Infinite Sadness (24 de octubre de 1995) 

Los Smashing Pumpkins se anotaron en 1995 con uno de los mejores discos dobles de todos los tiempos. La melancolía y la infinita tristeza fue un disco que vio nacer uno de los momentos más brillantes de Billy Corgan, un disco muy pesado cuando quiso serlo: «Bullets with Butterfly Wings», «Zero» , «XYU», «Where Boys Fear to Tread» eran temas para el desorden y el headbanging, mientras las adorables «1979» o «Cupid de Locke» nos regalaban esta otra parte de los Pumpkins que tan bien saben, canciones de corte melódico, artísticas, soñadoras. Estuvo bien la entrega doble, hasta el día de hoy pareciera que no hay canción sobrante de aquel disco. Lamentablemente, una hazaña que la banda jamás ha podido superar. Fue el proyecto más ambicioso en lo que muchos consideramos el epítome de su carrera, autocatalogado por la misma banda como el «The Wall» de los noventa, Mellon Collie and the Infinite Sadness se convirtió en un disco clave del rock alternativo norteamericano y para muchos la mejor obra de la banda de Chicago, liderada por el genio compositor Billy Corgan.

Neil Young & Pearl Jam – Mirror Ball (27 de octubre de 1995) 

Quizá una de las mejores ideas del rock fue unir a Neil Young y Pearl Jam en un solo disco, dando cuenta de la transición necesaria. El llamado ‘abuelo del grunge’ hizo honor a su apodo al editar “Mirror Ball”, un disco lleno de composiciones magistrales, que fueron hechas por el maestro canadiense, pero que en el estudio, Pearl Jam se preocupó de inyectarle las dosis necesarias de ruido, feedbacks y estridencia. Un disco preciso para entender de dónde vienen las raíces del grunge y el rock alternativo. Young y Pearl Jam eligen capear la ola. Es como el accidente inminente que Young describe al principio de “I’m the Ocean”, en el que el protagonista decide “dejar que el momento dure”, en lugar de pisar los frenos. Y en su mejor momento, Mirror Ball aprovecha al máximo ese momento emocionante y contradictorio: desde la elevación utópica de la pegadiza e insistente “Throw Your Hatred Down”, hasta la grandeza telegénica del ‘vaquero con cáncer’ en “Big Green Country”, y la resignación triste de la cansada del mundo “Truth Be Known”. Un álbum estridente que une generaciones.

Pulp – Different Class (30 de octubre de 1995)

La Cool Britania era una realidad. Tony Blair era el supuesto cambio que necesitaban en Inglaterra y hasta Noel Gallagher creyó lo mismo, haciendo público su reconocimiento, para que en 1997 fuese el Primer Ministro británico por diez largos años. En ese ambiente de precampaña del partido Laborista y lleno de reformas, Jarvis Cocker junto a los suyos habían obtenido una madurez en cuanto al contenido de las letras y por supuesto de la música. El sentido y conocimiento sobre las diferentes temáticas que afectaban a las clases sociales de su país, fue la piedra angular para que Jarvis realizara un compendio excelso de personajes, creando una suerte de fiesta revolucionaria de los trabajadores a través de una placa que dejaría atrás el excelente «His ‘n’ Hers» de 1994. «I want to live like common people / I want to do whatever common people do» (“Quiero vivir como la gente común / quiero hacer lo que la gente común haga»), son las palabras exactas de una canción que se convirtió en un himno de los oriundos de Sheffield para declarar una ironía. Ser su propia clase social fue el estandarte que entendió el frontman de la banda con un material exquisito en sonido y que la gente debía acogerlo mediante letras inteligentes y que por añadidura serían de un nivel superior, encajando perfectamente en el máximo del britpop, venciendo sin tanta parafernalia a los dos grandes emblemas de Inglaterra de aquellos años como fueron Blur y Oasis mediante una clase… Diferente.

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Alice in Chains – Alice in Chains (7 de noviembre de 1995)

El último de estudio con Layne Staley quedó clavado en muchos corazones, fue una especie de cascada de lo que nos habían mostrado en los pesados y depresivos dos primeros, más la melancolía de sus EPs. El del perro con tres patas estuvo plagado de gloriosas canciones desde la sabática «Grind», pasando por la muy Cantrellesca «Heaven Beside You» hasta las oscuras piezas como «Sludge Factory» o «God Am». Una gran despedida del maestro. No hay canción sobrante. Y fue la antesala del ocaso de AIC, de su primera época, de la emotiva, la oscura, la honesta. Todo lo que se dijo en él emanaba puramente del alma de sus protagonistas, de lo que sintieron, lo que vivieron y eso se transmite de forma prácticamente innata. Se le llamó el “tripod” y en la contraportada aparecía este tipo fenómeno de tres pies de la serie Ripley. Un disco depresivo, como todos los de la banda, pero lleno de fuerza y corazón. Solo un par de elementos de muchos más que posee para considerarlo inmortal e imprescindible.

At the Gates – Slaughter of the Soul (14 de noviembre de 1995)

Si hay que buscar álbumes que definieron un sonido, una actitud y una forma de tocar,  “Slaughter of the Soul” sin duda que se gana un lugar. No solamente convirtió a At the Gates en una banda a respetar, sino que también se posiciona en el top dentro de la corriente conocida como el “sonido de Gotemburgo”. El disco que mejor representa al death metal melódico sueco, destaca por su capacidad única de unir agresión y melodía. Posteriormente, este género derivó en muchas direcciones que, hasta hoy, siguen alimentando el nacimiento de nuevas agrupaciones basadas en estos trabajos de los 90. Todo en este disco es aplastante: desde la voz  de Thomas Lindberg hasta la batería de Adrian Erlandsson, impecable en speed, sin olvidar los riff asesinos de Bjorler y Larsson, los que son una escuela casi tan relevante como la californiana. Es un álbum que va al grano, con una composición compacta  de 11 temas con elementos característicos del death metal, pero donde se combinan guitarras rápidas, técnicas y melódicas. 

Soda Stereo – Sueño Stereo (29 de noviembre de 1995)

Cuesta pensar que fue el último de estudio de Soda Stereo, pero así fue. Luego del experimental y no tan exitoso “Dynamo” el trío argentino (o más bien su cerebro Cerati) llegó para lanzar un disco que dejó varios singles inolvidables: ‘Ella Usó mi cabeza como un Revólver’, la onírica ‘Zoom’ y la pegajosa ‘Paseando por Roma’, son singles que dejaron huella en el cancionero del rock/pop argentino. Lamentablemente, luego de esto, Cerati no pudo más y sus intereses fueron en pos de una carrera en solitario (bastante notable, por cierto). La huella de Soda en la década de los 90 es icónica, no solo alcanzó un gran éxito comercial, sino que también destapó influencias y musicalidades que la banda o en Latinoamérica en general no se habían explorado mucho. 

 

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