Disco Inmortal: A Perfect Circle – Mer de Noms (2000)
Virgin Records, 2000
A Perfect Circle, este proyecto musical ya venía gestándose desde hace bastantes años antes de su aparición oficial. La relación laboral/musical entre Maynard James Keenan y el productor Billy Howerdel había nacido en 1992, en medio de las primeras giras de Tool, donde ya intercambiaban ideas, luego la relación se afianzó y Howerdel ejerció el oficio de técnico de guitarras para la época del aclamado «Aenima», pero a la vez le gustaba componer y en ese período empezó a proponer ideas musicales a Keenan, quien se entusiasmó claramente y empezó a colaborar en lo que fueron los primeros bosquejos de APC. Pues bien, ya en 1999 el común acuerdo entre los dos talentosos músicos fue todo un hecho y su debut «Mer de Noms» ya vio luz para el mes de mayo del año 2000.
A pesar que la idea en un principio era hacer algo extendido y con una voz femenina, la decisión final en que Keenan se hiciera cargo de las voces no pudo ser más acertada. Acá pudimos notar una veta muy inspirada del vocalista, no tan envuelto en la enigmática y visceral propuesta de Tool, pero al mismo tiempo presentando un sonido que juega mucho con la oscuridad y la dulzura, caracteres del ADN de Keenan.
Además de esta fusión casi perfecta donde Keenan hizo el completo trabajo con las letras y Howerdel lo suyo con la música y en el trabajo de producción, fue lo que enriqueció más aún el casi perfecto sonido y el resultado del disco fueron la serie de colaboraciones de grandes músicos del circuito del rock alternativo americano.
Es así como el gran Tim Alexander (Primus) es el que se encarga de la batería en el glorioso arranque con ‘The Hollow’, un tema que roza la perfección, con unos riffs y un sonido que iba a caracterizar a APC de aquí en adelante. Cabe decir que el prejuicio de la similitud con Tool fue imposible que no saltara a la vista, pero mientas más lo escuchamos más podemos refutar esa idea, el disco cada vez logra zafar de esta comparación obteniendo una identidad propia y muy original, por lo demás.
Lo que le sigue es la nebulosa e intensa ‘Magdalena’, donde acá empieza a desarrollarse esta idea que presenta el álbum como concepto, que tiene que ver con el «Mer de Noms» (mar de nombres en francés) y que justamente a través de su recorrido va dedicándole las canciones a nombres de personas, la mayoría personas que tuvieron relación en la vida real con Maynard James Keenan como ‘Judith’, su madre fallecida o ‘Breña’, su ex-novia.
Este concepto se complementa además con el misterioso arte del disco, con estos simbolos rúnicos que aparecen en la portada que aluden a “La cascade des prenoms”, lo que en español significa «la cascada de los nombres» o el «mar de nombres».
Siguiendo con el disco, en ‘Rose’ las distorsionadas ejecuciones de la guitarra de Howerdel, sumada a la quejumbrosa voz de Keenan y a las bajas de intensidades sonoras con un tilde progresivo conjugan un extraño pero muy diverso tema, también la impecable presencia que se la da al bajo replica mucho mejor todo esto. El tremendo riff de guitarra de ‘Judith’ le sucede, una canción agresiva y dulce al mismo tiempo, llena de factores determinantes para encantar, desde la marcha acompañada con la interpretación de Keenan, la cual va explotando consecutivamente para llegar a un inmenso coro, el cual muchas veces hemos cantado a todo pulmón, porque la canción inevitablemente lo provoca.
Todo un cúmulo de sensaciones llega con la estremecedora ‘Orestes’, una canción además verdaderamente transportadora y donde a estas alturas APC demuestra categóricamente su sólida propuesta, la cual cruza fuegos musicales de distinta índole y atraviesa percepciones sonoras que pueden ser hasta infranqueables.
Como si eso fuera poco llega otra balada fuera de serie y toda la candidez de ‘3 Libras’, trazando una trágica historia de amor; luego la crudeza de la guitarra de Troy Van Leuween llega con ‘Sleeping Beauty’, acá la linea de bajo queda a cargo de Paz Lenchantín, la integrante argentina que también realiza trabajos con los arreglos de cuerdas y toca el violín. Su participación fue parte fundamental en el proceso de este soberbio álbum.
Otra canción que es parte del concepto del «mar de nombres» llega con la casi doom ‘Thomas’, potentes riffs que al juntarse con los excelentes coros logran un excelente y marcan la presencia impuesta en el disco de la cual hablamos. Le sucede la onírica ‘Renholder’, donde las cuerdas y violines se unen a los susurros y hasta tribales incursiones vocales de Keenan.
En ‘Thinking of You’ los versos de Keenan se tornan asfixiantes y lo que pasa con el bajo y las percusiones es increíble, otro imprescindible del disco es el baterista Josh Freese, complementando más aún este concepto de súperbanda, llenando todo de distintos matices ya a este grado del álbum. Casi al cierre se presenta ‘Breña’, una canción llena de delicadeza y con una pulcritud que destaca claramente al momento de concebirla.
El trabajo de Howerdel como productor en este disco es verdaderamente fino y eso lo hace tan genial, en las guitarras hay agresividad pero en el contexto final del disco mucha atmósfera y logra accionar mucho la imaginación y las interpretaciones propias. No juega al extremo de lo matemático ni extrasensorial como Tool y realmente se compone de una propuesta muy original e innovadora. Recordemos que llegó en un período donde se estaban acabando muchas ideas en el rock alternativo, el nu-metal desde su efervesencia de a mediados de los noventa ya casi estaba llegando al ocaso y las bandas que brillaron en los noventa también agotaban recursos: casos como Primus, The Smashing Pumpkins o Jane’s Addiction sólo por nombrar algunos.
Gran disco, el primero para una banda que tenía mucho más por decir en sus futuras entregas, donde los cambios de formaciones iban a ser su tendencia más propia, pero aún pese a eso ha sabido conservar su línea musical intacta gracias al profesionalismo y genialidad del gran Billy Howerdel siempre al mando.
«Mer de Noms», más que un mar de nombres, es un mar de buenas canciones y sensaciones. Un mar donde al parecer nunca dejaremos de nadar.
Patricio Avendaño R.