Adiós a un ídolo de la vida: nuestra historia con Chris Cornell

Adiós a un ídolo de la vida: nuestra historia con Chris Cornell

Tras un par de días de la gran pérdida de Chris Cornell que sacudió al mundo del rock creíamos que era hora de parar un poco de informar al respecto de su muerte y todos los detalles extra que han venido acompañándola, y quisimos sentarnos un poco a reflexionar ante esta devastadora situación. Queríamos hacer algo, una nota, un homenaje en texto, llorarlo con canciones tal vez, pero la verdad es que quizás el mismo shock o la seguidilla de actividad en torno a la noticia no nos habían permitido hacerlo.

El «texto homenaje» o hablar de su música lo hemos hecho infinitas veces con él en vida en nuestro proyecto, así que preferíamos pensar en otra cosa, darle otra vuelta, aunque no sabíamos bien cómo, hasta que nuestra querida amiga y compañera de labores Macarena Polanco propuso que contáramos cada uno en el equipo nuestra historia con Cornell, la misma que deben tener cada uno de ustedes, de distinta manera, época y con las diversas bandas y etapas de este gran crack del rock que se nos fue, y que seguramente será tema de debate en sus reuniones de fin de semana.

Y es porque la muerte de Cornell sentimos que nos saca un pedazo de nuestra vida, que ha ido creciendo y madurando en torno a sus canciones. Muchas veces se critica el hecho de «llorar a un músico que ni conoces», pero la respuesta está ahí de forma bien simple: ese músico ha marcado tu vida en distintas etapas, y para nosotros es así fielmente con él, ya que, sin proponérselo, ha seguido nuestros pasos y viceversa. Ese es el efecto de la música: una relación de fidelidad inviolable que trasciende a todas las paradas de tu vida.

Hoy, de forma muy sincera, contamos nuestra experiencia con él cada integrante principal de este pequeño, pero muy apasionado equipo.

Macarena Polanco

«A comienzos de los ‘90, tenía un compañero de colegio cuyo papá era melómano desatado y su casa era como una mini disquera. Vivía cerca del cole asi que le hacía la pata para que me invitara a almorzar y me compartiera un poco de ese espacio sagrado en su hogar. Fue así, intruseando disimuladamente esa pared llena de sonidos, como llegué al “Badmotorfinger”. La banda me sonaba lejanamente, gracias a que Axl Rose había dado una entrevista elogiando al vocalista de Soundgarden. ¿Axl elogiando a alguien?, había que cachar quién era. Y luego de escuchar ese disco tuve mi revelación. Porque, si bien, había riffs tipo nitroglicerina, un bajo aplastante y una batería espectacular, lo que más me cautivó fue la voz sobrehumana del tipo que cantaba, del mismo al que Axl sugería que escucharan. Y así, en esa sala tipo “mini disquera”, este hombre me impactó sin haberle mirado la cara, no fue necesario; recuerdo que en un sofá medio hundido, estuve 10 minutos totalmente absorta, sólo en conexión con esa voz que nada tenía que ver con las voces rockeras de los ’70 ni con las gargantas rasposas de los ’80… era otra cosa que esta niña “esponja musical” estaba absorbiendo casi como vitaminas, porque esa fue la sensación…fue profunda alegría; el “Badmotorfinger” fue sinónimo de vitalidad (poco entendía yo, por esos años, de letras depresivas y tristezas edulcoradas con buenas guitarras).Aprecié tanto ese disco que el “Superunknown” sólo podía ser como mi “Sgt Pepper”. Cantándolo a todo pulmón frente a la tele, con los videos de “Spoonman” y luego “Black Hole Sun” en una etapa de decisiones tempranas, donde el tono grotesco del clip, los toques melancólicos del disco, la oscuridad y su tono denso fueron de gran ayuda para canalizar esa confusión propia. Chris fue la garganta de mi generación, fue mi garganta gritando el coro de “Black Hole Sun” en mi pieza, a oscuras, como lo hicimos todos, no lo nieguen. En este momento de tristeza, Chris es tan trascendental que igual logra traer a mi mente recuerdos de profunda alegría. Gracias por eso».

César Tudela

«Puede que la memoria falle, pero creo que la primera canción donde lo escuché fue ‘Spoonman’. Finales de los 90, y antes que el hype de MTV le diera con todo al nu-metal y llegara a nuestros oídos, era la resaca del grunge lo que escuchábamos algunos adolescentes del fin del siglo. Seguramente la oí en la radio, y por ese entonces grababa todas las canciones que me impactaban en casete. Así era antes. Y aunque me gustó mucho la música, con esa batería que parece un cazabombardero disparando, a la par de un riff exquisito -tan potente como pop-, la forma de cantar de Cornell no terminaba de convencerme. Hasta que con el tiempo, y seguramente después de escuchar esa obra maestra del grunge ‘Superunknown’ y el exquisito homónimo de Temple of the Dog –descubierto gracias a esos compilados que nos compartíamos con los amigos de colegio- la potente y visceral voz de Cornell terminó por convencerme y encantarme. Había una fuerza interior y una oscuridad distinta en su registro y en su performance, distinta a Vedder y Staley, por entonces mis favoritos indiscutidos. Así que me resulta imposible no rememorar a mi versión quinceañera con él. Todos los ires y venires, específicamente con esos dos discos, y lo mucho que aprendí a quererlo. Sí, quererlo, porque uno así abraza a los ídolos que te acompañan en esas noches de soledad juvenil. Pero a diferencia de varios otros de mis héroes musicales que han partido, Cornell está también vinculado a las amistades que me han rodeado en la vida. Y eso es un tesoro.

La imagen de mis amigos y yo en plena adolescencia en busca de nuestra identidad, enfundados con leñadoras, Converse y jeans desgastados. Esa fotografía se me pasó por la mente mientras Chris Cornell cantó pegadas, con esa voz poderosa –que nunca cambió en lo absoluto- ‘Spoonman’ y ‘Hunger Strike’ la noche del miércoles 25 de marzo del 2009, la primera vez que lo vi en vivo. El sueño del pibe. ¡Show de 32 canciones! Inolvidable. Luego, en Lollapalooza 2014, fue la cita con Soundgarden. Llevaban mucho tiempo lejos y volvieron. Esa noche, la búsqueda de la música y la felicidad reunió a aquella generación perdida en el tiempo. Y bueno, aparte de las canciones, recuerdo muy bien ese pito en los oídos -que siempre celebro como una bella cicatriz después de un gran concierto- que duró toda la mañana del día siguiente.

La memoria no falla para recordar la última canción que escuché de Cornell, mientras seguía con nosotros. Días antes quería escuchar ‘Euphoria Morning’, pero sólo pude hacerlo hasta el track 3, ‘Preaching the End of the World’. Y el mismo jueves negro, al final del concierto de Tarja que me tocó cubrir, con la venia de la finlandesa su equipo colocó a todo volumen ‘Black Hole Sun’ al final del show. Momento en el cual este cronista no pudo contener la emoción».


Felipe Godoy

«Gran parte de los acontecimientos vividos durante 3° y 4° medio, los recuerdo en base a música y discos. Fue la época en donde mi fijación casi patológica por los CDs comenzaba, con la fuerza que permitían los limitados recursos con que contaba por esos días. Corría el año 2002, y me acuerdo que en algún momento del año- no haré trampa, chequeando en Wikipedia no vale- el “Wini”, un compañero, llega diciendo: “loco, ¿escuchaste lo de Audioslave? Es como Led Zeppelin con una weá medio funky”- refiriéndose a Cochise, el single de adelanto. Cuando horas más tarde veo el videoclip por MTV, donde más encima corrían fuegos artificiales por doquier, Y caché que la sentencia no era tan exagerada.

Gran parte de los acontecimientos vividos durante 3° y 4° medio, los recuerdo en base a música y discos. Y mi último día de clases no es la excepción. Ese día, a fines de noviembre de 2002, y luego de ir a celebrar el último día de clases con los compañeros al Parque San Borja, no recuerdo si caminé hacia el poniente en dirección al Eurocentro, o agarré el metro hacia la Billboard de Providencia (nuevamente la memoria me falla), y me compré el disco que me correspondía ese mes con la mesada: estaba claro cuál. Y mi amigo no andaba tan perdido con esa referencia a Led Zeppelin: hoy por hoy, no paro de escuchar esa sentencia que emparenta al grandioso Robert Plant, con el querido Chris Cornell».


Patricio Avendaño

«Corrían esos gloriosos años noventa y yo estaba entregado totalmente a los nuevos sonidos que sin saberlo me estaban perfilando como una persona que prácticamente dedicaría su vida a la música y el rock. Por esos años mi familia no tenía tantos recursos como para poder costear toda la música que yo quería y de la cual me estaba empapando: Pantera, RHCP, Faith No More, Primus, Living Colour, Alice in Chains eran sonidos que me estaban atrapando después de haber «sido iniciado» en el mundo del punk y el metal más extremo. Lo encontraba sumamente novedoso, pues en estas bandas estaba lo mejor de los dos mundos, por ende solía recorrer los galpones del Persa del Bío-Bío comprando desde CDS baratos hasta casettes regrabados que eran furor por esos días a la módica suma de $1000, mismos que engalanaba mediante fotocopias de los originales que me conseguía o «arte de mi propia cepa» con iconografías y logos hechos a puño y letra. Joyitas que hasta el día de hoy preservo.

Mi amor por Cornell fue directamente con Soundgarden, debo decir que el «Badmotorfinger» me voló y me sigue volando la cabeza por completo. Imagínense, más de 25 años y lo sigo atesorando y escuchando muy seguido. Luego llegó el momento de echar mano a «Louder Than Love» y vivir en carne propia la salida de su otra gran joya como «Superunknown», en una época que anotaba las programaciones radiales en un cuaderno todo el maldito día, así de freak. Debo decir que es Soundgarden y Temple of the Dog lo que siempre me rompió la cabeza, en mucho menos grado Audioslave y su carrera en solitario, pero siempre reconocí en él un talento enorme, él era un gran pilar de su generación y de cada una de sus bandas. Su forma de escribir, dulce, oscura, romántica y depresiva… esa combinación, la he encontrado siempre genial y creo que dictó mucho en la forma de abordar temas en el rock de ahí en adelante. Estoy muy dolido, siento que fue injusto como se fue y la forma, ni siquiera sucumbió en su período más junkie como los demás íconos que todos sabemos. No debió haber pasado esto, fue una mala jugada y de verdad me liquidó. Como que cada día que pasa, aún más. Lo claro es que su música siempre la llevaré en el corazón, porque ha hecho mucho por mí.»

Nacion Rock

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