Alcest en Chile: Densa espiritualidad
Que la expansión sonora de Alcest evoque paisajes fantasmagóricos no habría de sorprender. Es la esencia misma de sus canciones. O más bien, el espíritu que Stéphane Paut –o simplemente Neige– ha querido impregnar en su proyecto. El músico francés no esconde sus miedos ni sus visiones. Las manifiesta. Y a través de la música, trata de conectarse con un mundo invisible a nuestros ojos, pero muy real para los suyos. Quizás sea esa cercanía con lo paranormal, que desde que se sube al escenario y comienza con las primeras canciones (‘Kodama’, ‘Eclosion’, ‘Je suis d’ailleurs’), su performance posee un aura distintiva, y evoca con su guitarra un mantra cautivante y envolvente, que luego se vuelve un letargo pesado, intensificado por estruendosos y distorsionados riffs incesantes.
En su regreso a Chile, en medio de la gira de presentación de su último disco “Kodama” –el que tocaron en completo orden–, Alcest expuso ya mayores credenciales, y se muestran como una banda con mucho más rodaje en lo musical. En todas sus nuevas canciones, dejan de manifiesto su acercamiento más a la melodía (entre un post-rock y un metal progresivo) que a la brutalidad (como el black metal de sus inicios), optando más por la instrumentalidad y a instantes íntimos y frágiles, matizando con arpegios sutiles mientras las líneas de bajo van uniendo todo. Eso sí, siempre estallando en crudos y densos pasajes, donde la intensidad de las guitarras, en un punto medio entre el doom y el shoegaze, parecen devorar todo a su paso, como si fuera lava sobre las laderas de un volcán. Con esa misma energía y esa misma vehemencia arrasadora. Repitiendo la fórmula una y otra vez.
Toda la primera parte del show de los franceses es como si nos pusiéramos en el escenario que el Anathema de mediados de los 90 (el del EP “Pentecost III”, por ejemplo) se haya dejado influenciar por el “Loveless” de My Bloody Valentine”. Hay técnica y mucha saturación, y su segundo guitarrista, Zero, ayuda mucho en esa vía de la distorsión, aunque también hay que destacar que usa su garganta como un instrumento más, aunque se escuchaba muy ahogado. Los problemas de audio no solo lo afectaron a él, sino también a Neige, que finalmente colapsó avanzado el set y pidió a su equipo que se lo arreglasen, pausando el relato de la presentación. Pero ni este inconveniente ni la falta de sorpresa en las canciones le importó a los fanáticos que se mantuvieron expectantes e inmóviles, sin querer perderse un minutos de lo que pasada arriba del escenario, que solo de vez en cuando, estallaban en algunos gritos y movían sus cabezas. Ya para la segunda parte, el público fue más participativo. La banda interpretó parte de su catálogo más “clásico”, que alcanzó en ‘Percées de lumière’, ‘Sur l’océan couleur de fer’, y sobre todo en ‘Là où naissent les couleurs nouvelles’ momentos de alto calibre, donde la atmósfera onírica creadas al inicio se diluía en una más misteriosa, con dosis vertiginosas de metal oscuro.
La noche que, por cierto, precalentó Bauda con una presentación soberbia y mostrando el buen pasar de los nacionales, a pesar que se encuentran recluidos preparando su nuevo material (del cual adelantaron algo en vivo), tuvo esa alta tensión que provocan los recovecos de Alcest. Ensoñadores, sí. Excelsos, también. Pero después de varias pinceladas: predecibles y soporosos. Sin embargo, no hay duda que las aguas que están navegando los llevarán a océanos sonoros más inquietantes. Porque tienen la brújula bien ajustada y les sobra mística.
Por César Tudela
Foto: Juan Pablo Maralla