Anathema en Chile: Acoustic Resonance, más frágiles que nunca
Siempre es bueno recibir a los hermanos Cavanagh en el formato que sea. Este año nos tocó recibirlos en un formato bien especial a decir verdad, pero que tiene todo que ver con la evolución de los músicos en paralelo y con lo que hacen actualmente como banda: el show íntimo, improvisado, pero cálido y con una vibra de parte del público que acompañó bastante.
En una jornada de dos funciones (cual rotativo de cines de antaño) Danny y su hermano nos deleitaron con una primera entrega (a la que pudimos asistir como prensa) llena de delicia interpretativa y cuidados musicales finos, pero que en la misma senda de la improvisación el show se tornó un constante litigio con el sonido, pese a que la magia nunca dejó de existir debido a eso, es más, todos ayudamos a solucionarlo de alguna manera como cuando esos amplificadores sonaban con un acople horrible al principio: «It doesn’t hears good!» gritaba una chica desesperada por ahí, algo que perduró entre la intro y la primera canción, pero que se subsanó para placer de todos. «We Also speak spanish» decía algo «patudamente» Vincent, ya que más tarde cuando trató de hablarlo fue un verdadero desastre. «Mi español es mierda» replicó y las carcajadas cayeron en el teatro.
Así fue la tónica, humor, buena energía y comunicación con el público mientras pasaban verdaderas delicias como «Springfield», «Untouchable» en sus dos partes (aquella cautivante entrada a «Weather Systems»), pero con su atmósfera cruda. Anathema nos traía su propio estudio al teatro, nos mostraba aquellas canciones desnudas como quizá las fueron creando en sus primeros ensayos. Aquello fue lo mejor que nos trajo, porque se sintió mucho menos producido, algo cristalino y sobre la marcha, pero profesional al mismo tiempo.
El turno para que el gran Duncan Patterson hiciera entrada en este show sin percusiones llegaba. El bajista se unió para el bloque más esperado: los temas de «Alternative 4», que si bien no fue tocado completo, fueron tamaños trozos de él en esta sensibilidad musical única: «Fragile Dreams”, con Danny luciéndose al teclado para emular el sonido de las guitarras fuertes, «Shroud of False» y la implacable «Lost Control», tripleta dorada del disco.
Algunos solo con eso se dieron pagados, pero los ingleses remataron con sorpresas como «Hope» de Roy Harper y tras el encore, despliegue de bandera chilena y saludo a su gran fans club nacional «Anathema Chile», llegaron maravillosos covers a The Beatles («Eleanor Rigby»), y Pink Floyd («Comfortably Numb») no sin antes causar un momento bien especial: mientras Danny tocaba las absolutamente reconocibles primeras notas en piano de «Bohemian Rhapsody» la gente lo alentó más y el «eeee-oh» característico de ese impresionante dominio de Freddie Mercury al público en Wembley ’86 empezó a brotar de sus labios a lo que todos lo siguieron al igual que la legendaria presentación del ídolo de Queen. «Me falta el bigote» decía, mientras su hermano bromeaba que desde los 10 años esperaba este momento.
Se nos hizo corto, la verdad, pese a lo profundo de cada canción y las versiones sonando como nunca antes las oímos, le faltó una pizca más de variedad al show, pesando el hecho de que había otra función seguramente, porque el gusto a poco se sintió, eso sí, de lo que vimos no podemos decir que no estuvo absolutamente a la altura. Nos fuimos con la sensación de placer de ver a una de las duplas compositoras e interpretativas más notables de la actualidad.
Por Patricio Avendaño R.
Fotos: Jerrol Salas