“Balance”: el día que Van Halen encontró su equilibrio
Warner Bros., 1995
En pleno apogeo grunge, Van Halen lanzó su 10° disco de estudio el 24 de enero de 1995. Muchos de sus contemporáneos de la década pasada se habían disuelto, o pasaban por periodos de vacas flacas; en cambio aquí, si bien el álbum 1984 fue su cúspide, nunca bajaron su nivel y popularidad. Ni siquiera la expulsión de David Lee Roth mermó en algo la racha. La nueva formación, apodada Van Hagar, contaba en las voces con Sammy Hagar (ex-Montrose) y se elevó al estatus de multi platino con las placas 5150 (1986), OU812 (1988) y For Unlawful Carnal Knowledge (1991).
Inicialmente el siguiente trabajo iba a llevar por nombre The Seventh Seal, pero terminaron optando por Balance. En una entrevista Alex Van Halen se refirió sobre el tema, teniendo que ver con la confusión y cambios que estaban rodeando al grupo; incluyendo la reciente muerte de Ed Leffler, su mánager de larga data. Y con su exploración de la dualidad de la psique humana, dieron con la fórmula para la portada: los siameses sentados en el sube y baja; que para la edición japonesa la imagen fue modificada, quedando sólo el niño.
Como de costumbre se encerraron en los Estudios 5150 de Eddie Van Halen, en Los Ángeles, con una escala en Vancouver para grabar las voces. Como productor aparece un nombre nuevo para la banda: Bruce Fairbairn, quien tuvo éxitos arrolladores con Bon Jovi, Aerosmith, AC/DC, Poison y Scorpions. Junto con ello, los 90’s trajo más cambios: a comienzos de la década Eddie le dio descanso a su icónica Frankenstrat roja con franjas blancas y negras, para darle lugar a la EVH Musicman. Así como también, para este punto de su carrera, se encontraba limpio por completo.
Y de aquel proceso aparece la primera canción, y single que adelantó al álbum: The Seventh Seal, cuya introducción con armonías salió de experimentos de Eddie, y que según él mismo afirmó fue su primera vez componiendo sobrio. Destacó como número de apertura, durante la primera mitad de la gira promocional. Can’t Stop Lovin’ You es un single que juega a ganador; la cara más visible de la placa, y la que mejor prosperó. Una balada madura, que de paso homenajeó a Ray Charles y su I Can’t Stop Loving You —como se puede escuchar hacia el final: “Hey, Ray, what you said is true…”. Para la letra Hagar se basó en el punto de vista de su ex-esposa, antes que la relación terminase. Y de una manera vinculada, incluyendo ambos videoclips en que aparece un personaje en común, le continúa Don’t Tell Me (What Love Can Do). Una canción hermanada que aborda el mismo tópico, pero con un evidente sonido más crudo.
Ya con Amsterdam se comienza a dar rienda suelta, en especial si recordamos que es la ciudad natal de los hermanos Van Halen. Con un videoclip en tono sepia es un desfile de arquitectura local, el grupo visitando el barrio rojo, tiendas de marihuana y tatuajes; intercalando tomas de un concierto en un pequeño local. En esa misma línea acompaña Big Fat Money, antes de volver a entrar en aguas profundas con la instrumental Strung Out, que en minuto y medio de juego de cuerdas da paso a otro punto alto: Not Enough, que contó en los coros con Steve Lukather de Toto. Sentidísima y al hueso; con cambios de ritmo bien marcados, que van desde el piano de cola como hilo conductor y coros a cuatro voces —siempre destacando los de Michael Anthony, y que estalla entrando con fuerza guitarra, batería y un Hagar que se juega la vida de una manera desgarrada. El videoclip no se queda atrás, con todos tocando en la azotea de un edificio; y que el rol protagónico está repartido en diferentes focos dentro de una ciudad con un dejo a Buenos Aires.
Aftershock, que de a poco le pone el pie al acelerador, le inyecta energía como no se le había visto a esta entrega; para volver con un par de instrumentales: Doin’ Time, que se apoya en pura percusión, y que sirve de puente para Baluchitherium. Las siguientes dos pistas se encuentran muy en la veta de Hagar, con el ritmo mucho más calmado y dulzón: Take Me Back (Déjà Vu) y Feelin’, que son las encargadas de rematar estos 53 minutos. Dando la sensación que se trata de otro trabajo más, como siempre a la altura y donde todo está en orden, pero la situación ya estaba cocinada desde hacía tiempo; con quiebres internos y choques de ego, que estaban por llegar a un punto de no retorno. En medio de esa densidad Balance fue el encargado de cerrar el círculo de una época redonda, de una agrupación acostumbrada al éxito rutilante.
Pese a que un año más tarde dieron un último espolonazo con la canción Humans Being, que fue parte de la banda sonora de la película Twister; allí terminó de acabar la sociedad Halen / Hagar —dando por descontado el desabrido tour de soporte para el compilado The Best of Both Worlds (2004), que incluyó tres temas nuevos igual de desabridos. Y lo que esperaba a fines de la década no fue más prometedor: el paso en falso con el infame Van Halen III (1998); papelón que tuvo de vocalista a Gary Cherone, aprovechando el hiato por el que pasaba Extreme. Pero eso ya es historia aparte.