Blackmore’s Nights: Los frutos de un romance con aura renacentista

Blackmore’s Nights: Los frutos de un romance con aura renacentista

Aunque no es un tema de esta columna, el amor y las eventuales renuncias que los integrantes de una pareja hacen en pos de unirse más a su alma gemela son un hecho de la vida bastante frecuente. En lo que hace a la música de rock, obviamente el caso paradigmático fue el de John Lennon y Yoko Ono. Pero han existido y también existirán otros. Incluso aunque el músico no incorpore a su alma gemela al acto artístico, esta será su musa inspiradora.

Cuando Ritchie Blackmore anunció que  Stranger in Us All se convertiría en el canto del cisne del recién reformado Rainbow, nadie podía creerlo; y de hecho, no le creyeron. Cuando además agregó que en adelante se dedicaría a hacer música medieval, no pocos pensaron que había perdido la chaveta. De repente, el rock le había dejado de interesar a Blackmore, que en declaraciones a la prensa aclaraba que hallaba más estimulante la vieja música folklórica británica que la Fender Stratocaster.

Y la causante de esa decisión fue su compañera (y ahora esposa) Candice Night, una modelo y conductora de radio a quien Blackmore había conocido en 1989, y de quien se enamoró perdidamente. Night, quien proveyó coros para el álbum Stranger in Us All y participaría de la gira subsiguiente, tenía menos intereses rockeros y más pasión por el pasado y la new age. De algún modo, el enigmático Blackmore coincidió con Candice (entre otras cosas) en los gustos por la música renacentista, y ya cuando estaban grabando el álbum póstumo de Rainbow, ambos comenzaban a trabajar paralelamente en su nuevo grupo.

Blackmore’s Night se presentó entonces como un grupo de folk rock renacentista. En este punto hay que ver las dos caras de la moneda. Por una parte, Ritchie Blackmore fue y es un estupendo guitarrista de hard rock y rock and roll, autor de algunos de los más memorables riffs de guitarra de todos los tiempos, como en “Burn” y  “Smoke on  the water” por solo citar dos, siendo además este ultimo quizás el primer riff tocado por la mayoría de los aprendices de guitarra del planeta entero. O también el memorable solo de guitarra de “Highway star”, capaz de elevarte hasta la estratósfera sin necesidad de sustancias poco recomendables.

Sin embargo, está claro que ese guitarrista escondía a otro. Uno que mostró su talentosa faz en Blackmore’s Night. Porque si en Deep Purple o en Rainbow, Blackmore le sacaba chispas a la Strato, con su nuevo proyecto tuvo que adaptarse a otra forma de tocar a la que no se había enfrentado nunca. Blackmore’s Night puso sobre escena la ductilidad de Ritchie para tocar guitarras acústicas o la mandolina.

Porque obviamente la música de Blackmore’s Night abreva directamente del folklore celta y de la música medieval y renacentista. Pero descartar por ello directamente a cualquier disco de la pareja es, por lo menos, apresurado, además de injusto y prejuicioso.

Suelen existir dos formas en que los rockeros ven a un guitarrista. Una, quizás la clásica, es verlo disparar cientos de notas y sonidos por segundo, usando y abusando de la distorsión y los efectos. Lo cual es, justamente, efectivo. Se consigue lo que se busca: tener la atención y la admiración de los fans. No nombraremos a nadie, cada quien sabe cuál es su guitarrista favorito en este sentido, pero agregaremos que dentro de este estilo se encuentran hoy la mayoría de los guitarristas de rock, hard rock y heavy metal en cualquier vertiente.

Pero también hay otra forma de disfrutar a un guitarrista, muchos de los cuales también hacen rock, pero no necesariamente. Es un estilo que se mete con la belleza de las notas antes que la velocidad, con el armado de armonías y cadencias musicales. Estos guitarristas están en muchos de los grupos de rock, y también fuera de ahí.  Ritchie Blackmore vive en los dos mundos y dio lo mejor en ambos.

Hay que decir que la música de Blackmore’s Night solo puede tener un buen recibimiento en Europa, lo que debe entenderse a partir de que la música que hacen tiene sus raíces allí, en un momento en que USA apenas estaba siendo colonizada en el mejor de los casos. Y en todo caso, el oído americano está acostumbrado a otra cosa, dejando la música de Blackmore’s Night a los muy curiosos. De hecho, Candice Night contaba en algún lado que no podía encontrar en Estados Unidos a nadie que pudiera enseñarle más sobre las diferentes flautas que toca en su grupo. Un buen ejemplo de lo comentado antes.

Como verán, hemos dedicado poco a Candice Night. No es animosidad. Tampoco menosprecio ni machismo. Night tiene una buena voz, acorde a lo que el grupo necesita. No es una soprano, pero no desentona en absoluto. Y más allá de que musicalmente contribuye con poco más que percusión sencilla y alguna flauta, su aporte es importante, ya que ella escribe las letras que Ritchie musicaliza. Pero la idea es hablar de Ritchie Blackmore y su música. Por ello nos concentraremos en él.

Contrariamente a quienes vaticinaron la nueva aventura como un capricho pasajero,  Blackmore’s Night ha editado ya once álbumes, el ultimo en plena pandemia (2021). Lleva ya más de dos décadas de formado. Demasiado para un capricho. Y si bien entre 2016 y 2018 Ritchie resucitó a Rainbow para unas pocas actuaciones, la aparición de Nature’s Light el año pasado nos dice que la pareja sigue firme en mostrar su versión de la música folklórica europea.

La aventura de Blackmore’s Night comenzó con Shadow of the Moon (1997). Es básicamente un repertorio acústico, que en definitiva es lo primero que uno piensa que debería encontrar de guiarse por las declaraciones previas. Una mezcla de folk inglés y new age, un amplio abanico sonoro de la guitarra, y la voz de Candice, ideal para este tipo de música, que para ser sinceros, uno esperaría oír en otros ámbitos. El álbum incluye una participación de Ian Anderson en “Play Minstrel Play”, uno de los varios temas tradicionales incluidos, aunque también los hay de autoría de la pareja.

Ante algunas críticas, Ritchie contestaba que “Algunas personas dicen que es una forma de fantasía. Todo es una forma de fantasía. Todo es una forma de escape. Como el escapismo. La gente bebe a veces para acceder. Sólo para alejarse de la vida en general. Así que para mí es una forma de fantasía pero al mismo tiempo son mis fantasías favoritas. Por supuesto que no estaría haciendo esto si no me encantara. Me encanta el estilo de vida y, por supuesto, me encanta la música de la época del Renacimiento, que es un tema que atraviesa toda nuestra música. Se trata de tocar para la gente. La música se trata solo de tocar para la gente. No sobre el dinero o el espectáculo. Armamos este proyecto, no por razones de éxito o comerciales. Simplemente lo armamos porque queríamos tocar el tipo de música que estamos tocando ahora.”.

Pronto le siguió Under a Violet Moon (1999). Y en él Blackmore’s Night evoluciona hacia una música con mayor percusión y si se quiere, mas arriba, más acelerada. La idea de subirse a los escenarios del mundo resulta en un álbum deliberadamente más digerible para el viejo fan de Blackmore. Tracks como la festiva “Under a Violet Moon”, la no menos alegre “Morning Star”, o el paseo vertiginoso de “Noches españolas”, ya nos ubican frente a un disco diferente, con numerosos músicos y una producción diferente al disco previo.

Fires at midnight (2001) recibe el nuevo siglo con otra saludable evolución. Aunque está claro que se trata de un grupo que hace música renacentista o medieval tardía, en este álbum aparece más presente la vieja guitarra eléctrica, hay una versión del clásico de Dylan “The Times They Are a Changin’”, y en general el disco mantiene sutileza y elegancia de principio a fin. Claro, tampoco van a encontrar que Blackmore vuelve a su  propio pasado

Pero para quienes añoraron al viejo Ritchie, apareció en 2003 un álbum en vivo, Past Times with Good Company, un disco que rescata actuaciones de la gira europea del año anterior. Este es quizás el disco que quienes son rockeros y se resisten a otros estilos, deberían oír para tener una idea de por dónde anda Blackmore en el siglo XXI. Es un álbum doble que resume la carrera del grupo, pero que también entrega alguna sorpresa como versiones de “Soldier of Fortune” o “16th Century Greensleeves”, clásicos de Purple y Rainbow. Pero además, es un disco con banda plena; la percusión es animada, los teclados rellenan espacios, Blackmore está encendido como siempre, y la voz de Candice nos lleva por un rato a otra época y lugar. Decir que Past Times with Good Company es lo mejor de Blackmore’s Night sería faltar a la verdad. Pero sí debe exponerse que es lo que más se asemeja a lo que un rocker quiere escuchar.

Ese mismo año le siguió Ghost of a Rose, que continúa lo que comenzó a ser una costumbre de incorporar canciones de artistas populares a su repertorio de temas propios y de tradicionales. En este caso, los elegidos fueron Joan Baez y Jethro Tull.

La producción de la pareja fue bastante fértil. A razón de un álbum cada dos años, para 2015 habían alcanzado ya los diez discos de estudio más tres en directo y un DVD (Paris Moon – 2007). Como era de esperar, las mejores performances de ventas estuvieron en Europa central, la única región que podía ver reflejada su música folklórica en las producciones de Blackmore’s Night.  En Estados Unidos, pese a ser el lugar de residencia de la pareja, no han figurado nunca en ningún chart, e incluso Inglaterra tampoco los tiene entre sus favoritos.

Sea por añoranza, sea para levantar las cuentas bancarias, tras All our Yesterdays (2015), Ritchie tuvo por fin la idea de resucitar a Rainbow, hecho que se dio en unos pocos conciertos entre 2015 y 2018, con la edición de los  consiguientes DVD/CD en directo.

Pero llegó la pandemia, se terminó la actividad en vivo por dos años, y con Rainbow en el freezer, Blackmore’s Night volvió a grabar. En 2021 se editó Nature’s Light, su primer registro en seis años.

Lo que deparará el futuro del otrora irritable guitarrista, lo deben saber él y su esposa. Felizmente casados hace poco luego de 30 años de relación, con dos hijos que hoy bordean los 10 años, está bastante claro que el viejo guitarrista ya ha hecho una elección. Se ve difícil que vuelva a grabar rock en forma, más allá de shows esporádicos para balancear cuentas que deben ir para abajo con su nueva y para esta altura, más duradera agrupación.

Para los amantes de la guitarra en cualquiera de sus formas, Blackmore’s Night es una buena forma de reencontrarse con un gran guitarrista. Para aquellos que añoran los monumentales riffs o solos de guitarra de Deep Purple o Rainbow, como alguna vez dijo George Harrison acerca de los Beatles, están los discos.

Pablo Irrera

Nacion Rock

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