Con un título más que atrayente; la canción homónima, de la tercera placa de Rainbow,…
Botas locas: Cuando los gobiernos autoritarios y conservadores casi extinguen el rock en Latinoamérica.
“Spinetta acababa de ser detenido por averiguación de antecedentes. Se trató de una detención menor, pero de una transitoriedad suficiente como para que el músico experimentara la represión en uno de sus aspectos más siniestros. En el calabozo donde Luis pasó un par de horas, un grafitti en la pared reproducía la letra entera de Cementerio Club, del disco Artaud. Al descubrirlo, a Spinetta se le heló la sangre. Y lloró por el destino de aquel chico desconocido, aquel oyente de Pescado Rabioso”
Rock y Dictadura: Crónica de una generación (1976-1983). Sergio Pujol.
El libro Rock y Dictadura es una investigación que concentra su objeto de estudio en el desarrollo del movimiento del rock nacional durante los años de la dictadura argentina. Protagonizado por La Máquina de Hacer Pájaros, Spinetta y León Gieco, entre otros, en sus páginas es posible percibir cómo, al asumir gobiernos de corte autoritario y conservadores (sean estos civiles o militares), la creatividad es asfixiada e incluso, marginada y censurada. En el peor de los casos, los artistas exiliados, encarcelados o asesinados. ¿Algo en común? El rock es siempre peligroso.
Durante el siglo XX, gobiernos de ultra derecha y otros autoritarios vieron en el rock un enemigo, coartando sus posibilidades de expresión. Los ejemplos de Chile, Uruguay, Argentina, Brasil y México.
Chile: Prefiero Tinieblas
“Imagínate un movimiento que venía a 140 km por hora y se encontró con un muro de piedra y chocó de frente. Sin ir más lejos era eso. Unos se murieron, otros saltaron por el aire, y no sé, otros se desvanecieron en el aire. Qué sé yo, un desastre que todavía, hasta el día de hoy, estamos tratando de recuperarlo. No sé qué más. Se hundió el barco”
Mario Mutis, Los Jaivas.
En el último capítulo de la serie Memorias del Rock Chileno, el histórico bajista de Los Jaivas grafica lo que fue encontrarse con el golpe de Estado de 1973 y el contraste entre un gobierno democrático vs una dictadura militar. Del multicolor a lo gris. De la diversidad a la uniformidad. De la vida a la muerte. El rock chileno (la música y el arte en general) debieron enfrentar un estado de las cosas tenebroso, cuyo máximo ejemplo fue el asesinato de Víctor Jara.
Desde entonces, todo el movimiento de rock nacional debió recluirse, exiliarse o camuflarse, casi sin posibilidad de grabaciones y promoción. Y si bien existió cierto grupo de rockeros funcionales a los militares (como la banda Los Trapos), en su gran mayoría el movimiento se volvió imitativo y relegado a la periferia, con bandas como Millantún, Arena Movediza y Tumulto. Los Jaivas se exilian, Blops prácticamente desaparece y Congreso se recluye en un lenguaje ecléctico, aunque no menos bello.
Medios de comunicación cerrados, jóvenes encarcelados y con sus pelos cortos productos de militares inescrupulosos, toque de queda, censura en las tocatas y persecución. Solo en la década de los ’80 comienza una apertura, que tampoco estuvo exenta de dificultades, perjudicando incluso la gira del álbum La cultura de la basura de Los Prisioneros.
Argentina: El trabalenguas, trabalenguas.
El saldo de la dictadura civico-militar argentina es de los más terribles del continente: A la crisis económica y las enormes violaciones a los Derechos Humanos, se suma ese matadero indeseable que es la guerra, cuando mandaron a morir a miles de jóvenes por la causa de las Islas Malvinas.
Conocidas son las historias de censura y de encarcelamiento de jóvenes hippies en la argentina de Videla. Un trauma que el rock argentino nunca olvidó, pues llegó a perjudicar a próceres como Luis Alberto Spinetta y el mismo Charly García. Es más, nuestro Eduardo Parra de Los Jaivas también sufrió las consecuencias de la violencia cuando fue tomado detenido. Otro caso emblemático es el de Jorge Moura, hermano mayor del carismático ex líder de la banda Virus, Federico Moura, desaparecido tras ser detenido por las fuerzas coercitivas del gobierno. El cantante también fue golpeado por la detención y asesinato de Luis María Canosa, vocalista de su primer grupo Dulcemembriyo. Años más tarde Patricio Rey y los Redonditos de Ricota lo mencionarían en la canción ‘Toxi Taxi’.
A estas situaciones se suman el exilio de importantes cantautores como Piero, León Gieco, Roque Navaja, Gustavo Santaolalla, Litto Nebbia, Moris, Miguel Cantilo, Miguel Abuelo y Pappo, quienes, algunos perseguidos por agentes policiales y otros en un ostracismo obligado por razones laborales, permanecieron periodos de tiempo fuera de Argentina. Algunos no volvieron.
Uruguay: Adiós juventud
Si bien la dictadura uruguaya fue el momento en que afloraron y se consolidaron nombres fundamentales del rock, el folclor y la música popular hispanoamericana, como Jaime Roos y Rubén Rada, también fue el momento en que el rock fue marginado a un lugar lejos del mainstream que algún día disfrutó, cuando el pequeño país exportó a referentes como Los Shakers en el beat y Los Iracundos en el rock suave de espíritu pop.
El panorama no dista mucho de países como Chile y Argentina y parte de la marginación del rock se debe a que las condiciones para su desarrollo fueron mermadas por el fascismo uruguayo: Prohibición de reuniones sin previo aviso, toque de queda y crisis económica. De hecho, que Jaime Ross y Rubén Rada se hayan transformado en fenómenos populares subterráneos no ocurre gracias a la dictadura, sino a pesar de ella, como las caras visibles de una resistencia cultural que encontró en la fusión con el jazz, el candombe y la murga un lugar para que la guitarra eléctrica continuara encendida.
Sin embargo, no debemos olvidar, que uno de los personajes fundamentales de la Nueva Canción Uruguaya fue encarcelado una vez empezado el gobierno militar. A diferencia de Víctor Jara, Daniel Viglietti fue puesto en libertad luego de la tortura.
Brasil: A pesar de vocé
La Música Popular Brasileña se compone por estilos distintos, que van desde el samba y la bossanova, pero también incluye una forma de rock surgida en plena era de la psicodelia: la tropicalia. El rock es, entonces, considerado parte de un movimiento cultural y, por lo tanto, sufrió menos de la marginalidad que en el resto del continente.
Sin embargo, al llegar la dictadura militar en 1964, los rasgos autoritarios y antidemocráticos no se hicieron esperar. Artistas como Ney Matogrosso -vocalista del grupo Secos E Molhados- fueron censurados por su explícito erotismo y su cuestionada masculina. El movimiento de cantautores debió sortear las barreras de la censura mediante ritmos y letras que denunciaran al régimen, sin ser lo suficientemente explícitos. Esto, en un contexto marcado por la pobreza, el racismo y la violencia, sobre todo contra las comunidades afrodescendientes. Chico Buarque fue uno de los primeros en denunciar a Castelo Branco y los gobiernos que lo sucedieron, haciendo hincapié en el ahogo que la cultura sufría en dichas circunstancias, en canciones como Calice, A pesar de vocé y Roda viva.
Elis Regina y Geraldo Valdré fueron otros de los artistas que intentaron eludir la censura, a veces con éxito y otras debiendo esconder sus composiciones. Las razones del enojo eran más que razonables. El régimen brasileño había arrestado y desaparecido a 140 personas, con una lista oficial de 421 víctimas fatales.
México: Déjenos gozar
Lejos de la Operación Cóndor y la CIA, el caso de México es particular. No fue un gobierno de extrema derecha, una dictadura o un régimen de corte fascista. En México, el PRI, estableció una suerte de continuidad autoritaria y ultraconservadora, pese a mantener un sistema de sufragios relativamente periódico. El rock fue visto con desconfianza desde un inicio y burlado en series de televisión y películas. La tradicional cultura mexicana contaba con una industria poderosa en el continente, que exportaba expresiones como la ranchera y el bolero a través del cine y la radiodifusión, desde Chile a Estados Unidos. Por eso el rock fue visto como una expresión deleznable, sobre todo cuando este adquirió carácter mayor en la segunda mitad de la década de los sesenta.
Curioso, pues Enrique Guzmán y los Teen Tops, así como Richie Valens fueron considerados embajadores culturales en su momento.
El punto de inflexión llegó en el Rock y Ruedas de Avándaro en septiembre de 1971, cuando una multitud de jóvenes hippies se congregaron en torno a grupos como Three Souls In My Mind (conocidos hoy como El Tri) y Peace And Love. ¿El resultado? Esperable. Sexo, drogas y rocanrol. También discursos de paz, algunos disturbios, pero, lo más peligroso, una multitud de jóvenes unidos en comunión. Un caldo político y terror de dictadores. Ya lo habían expresado en 1968 en la Matanza de la Plaza de Tlatelolco, cuando las autoridades mexicanas asesinaron a sangre fría a una multitud indeterminada de estudiantes.
Desde entonces el rock fue perseguido. Así, sin más. Grupos de notable proyección como La Revolución de Emiliano Zapata y Javier Bátiz fueron condenados a hacer carrera en “hoyos fonquis”, antros de supervivencia en la periferia. Situación que mejoró solo a fines de la década de los ochenta, cuando una mayor apertura permitió el arribo del proyecto Rock en tu Idioma, con bandas como Caifanes a la cabeza.
Por Cristofer Rodríguez