Cancionero Rock: “El baile de los que sobran” – Los Prisioneros (1986)
Es innumerable la cantidad de veces que lo hecho por Los Prisioneros sigue siendo aplicable a la sociedad chilena, pese a que esos trabajos ya sobrepasan los treinta años de sus respectivas publicaciones. Incontables tópicos abordados frontalmente, sin importar el sonido que se le imprimiese; ya sea el visceral acercado al rockabilly de la primera etapa, o cuando se le añadió la sonoridad de los sintetizadores. Ya que, por supuesto, lo que primaba por encima de lo demás era el mensaje. Mérito para Jorge González, el indiscutido gran compositor de los oriundos de la comuna de San Miguel.
Qué mejor ejemplo que la carta fuerte del segundo disco, Pateando piedras (1986), y clásico de talla mayor: El baile de los que sobran. Que con la pista del ladrido del perro, a la par de la guitarra acústica, inicia una verdadera apología para los que siempre han estado abajo; el gran grueso alejado de los privilegios con que cuenta la elite —como dice un detestable, y reciente, audio de la actual primera dama; independiente que tenga aroma de montaje. Desigualdad social en uno de los países más desiguales del mundo, encubierta hacia afuera por una economía que lanza números verdes. Es allí que Los Prisioneros abordan de manera inteligente, con gancho de sobra, y una letra punzante y evocativa —a esta altura parte del inconsciente colectivo.
Situación retratada que nunca dejó de ser de aquel modo, ni antes o inclusive a las puertas de la tercera década del siglo XXI; como bien lo enmarcan los hechos de descontento social que se desencadenaron, la semana pasada, a lo largo de todo Chile. Ese que por $30 agregados al valor del pasaje del Metro, destapó la olla que cuenta con infinidad de aristas; pero que se remite a los mismos, a los que “terminaban bailando y pateando piedras”. Porque es un llamado aún potente, al que desearíamos no tener que recurrir de nuevo para encumbrar como declaración; pero que por el momento todavía necesitamos. Porque esta vez no sólo se trata de los que “juegan a estudiar”; ahora todos, transversalmente como nunca se vio, somos de una u otra forma parte del baile de los que sobran.