Cancionero Rock: «La poderosa muerte» – Los Jaivas (1981)
No hace mucho como equipo en Nación Rock decidimos emprender la dura misión de elaborar un ranking de los mejores discos de rock chileno entre 1962 y 2012, lo cual fue algo absolutamente grato y difícil al mismo tiempo, pero quizá hubo algo en que todos los integrantes que elaboramos dicho trabajo de investigación nunca estuvo muy en duda: el número uno. «Alturas de Machu Picchu» es el disco en el que una banda chilena ha hecho del todo uno: arte estético, geografía, historia, poesía y música absolutamente arrolladora haciendo de ello una obra fundamental y completa.
Y un gran pedazo de ello sin duda es «La poderosa muerte», un poema forjado por Pablo Neruda en base al dolor de las civilizaciones, la masacre inca y los vestigios que han querido rescatar de ese llanto humano desgarrado. Porque sí, al escuchar este majestuoso Machu Picchu, vemos que todos los sonidos tienen calce, forma y color y las palabras llegan como dulces estacas incaicas a nuestro cerebro.
Lo más grandioso de esta obra es que no fue precisamente un «copy/paste» de los poemas, Los Jaivas hicieron el minucioso trabajo de hacer anotaciones de trozos de los poemas de un Pablo Neruda más inspirado que nunca, para plasmar musicalmente lo mejor de ese Canto General. Cuando pensamos en la muerte como algo invencible, y que es algo verdaderamente inmune al paso de los siglos, este tema nos resuena como la idea que se concibe de ella: imbatible, aplastante y poderosa.
El solemne y épico tono del tema cuadra todo, el solo de guitarra es una de las mejores cosas que ha podido sacar Los Jaivas de la manga para construir las reminiscencias de una idea tomada de varias partes unidas bajo un solo hilo conductor: frases tomadas del Canto II («Si la flor a la flor entrega el alto germen…»), el Canto III («El ser como el maíz se desgranaba en el inacabable…»), el Canto VI («Entonces en la escala de la tierra he subido…«), y el Canto VII («Muertos de un solo abismo, sombras de una hondonada…»), que tienen el tema común en que toda una rica instrumentalización en que tarkas, ocarinas, minimoogs y campanas tubulares recrean la muerte en un ambiente denso y abrazador al mismo tiempo, donde muchos ritmos latinoamericanos y hasta cuecas son invitadas a esta oscura danza con la eternidad. Un tema que curiosamente ha pegado muy fuerte en la historia de la banda, con las devastadoras muertes de Gabriel Parra, Eduardo «Gato» Alquinta y su hijo, Eloy.
La anécdota:
En la biografía del grupo y en el documental de Machu Picchu hay una anécdota que llena de enigma y misterio todo esto: cuando llegó el momento de grabar esta increíble hazaña de la banda, Gato Alquinta se había quedado prácticamente sin voz, por lo que los lugareños de la casa en los suburbios de París, Francia, recomendaron sanarlo con una inyección de azufre: «eso ya era algo tétrico» cuenta Claudio Parra en el documental, pero más aún lo fue cuando quien debía poner dicha inyección era una monja, un detalle bien recordado por la banda que le dio más misticismo a todo.
Como si eso fuera poco, al momento de grabarla en la realización televisiva en Machu Picchu, unas nubes borrascosas ambientaban todo, como si algo divino, una figura omnipotente hubiese metido mano en el clima para que todo quedara encuadrado en un escenario de sombrías dimensiones.
Por Patricio Avendaño R.