Cancionero Rock: “Tomorrow Never Knows” – The Beatles (1966)
Si tuviéramos que resumir en una palabra a los Beatles, una buena sería “perturbadores”. Según la RAE, perturbar es trastornar el orden y concierto, o la quietud y el sosiego de algo o de alguien. La historia cuenta que, desde que los Beatles son los Beatles, la banda no hizo más que alterar todo lo que tenía que ver con la música popular. Pero la verdad, quedarnos con esa definición tan ligera no sería justo. El cuarteto de Liverpool no sólo se transformó en un vehículo para cambiar el estado de las cosas, sino que fue más allá. Desde su lenguaje compositivo, significó un cambio rápido y profundo, ante todo, desde su musicalidad y su texto discursivo.
No se puede encontrar mejor ejemplo de su decisivo impacto que ‘Tomorrow Never Knows’ (TNK de aquí en más). Parida desde la revolución sicodélica, esta fue la canción con la cual los Beatles decidieron cerrar su mega-influyente álbum Revolver, y a su vez, abrir todo un universo de posibilidades en cuanto a composición en la música popular de ahí hacia el futuro. El sonido del disco nace de esta canción: fue con la que partieron las sesiones de grabación, luego que Lennon tuviera uno de sus mejores viajes en LSD. De la experimentación de las primeras maquetas de TNK nacen luego ‘Taxman’, ‘I’m Only Sleeping’, ‘She Said She Said’, ‘I Want to Tell You’, por citar algunas.
Revolver representó la segunda revolución en la música rock a través de una operación creativa cuyo resultado fue una manifestación artística superior a todo lo conocido en la música popular. El collage sonoro, los artificios de montaje en la mezcla y post-producción, los mensajes con contenido, y el sincretismo con la cultura sicodélica, el movimiento hippie, la música raga, el budismo, la música docta, la musique concrete, los trucos de la electrónica alemana. Todo esto, recién, en 1966.
TNK fue la pieza maestra de ese ensamble. Una canción perfecta, que además tiene un atractivo por encima del esmero por los detalles que Lennon y McCartney tenían por crear ese tipo de canciones-himnos. Y ese atractivo es su espíritu. Nada en el estilo hasta 1966 podía considerarse tan rock como TNK. Rock como música, como mensaje, como legado. Verdadero rock en medio del hervidero del pop inglés de finales de los 60; verdadero rock porque nunca antes el estilo había sido agente en el que los problemas de la realidad se subvertían para ser enfrentados con otra óptica; verdadero rock porque nadie había logrado una conciliación tal que representara una presencia sonora absoluta con la lucidez de las experiencias que estaban viviendo como creadores.
La utopía lisérgica de Lennon
Originalmente, la canción iba a llevar el nombre de ‘The Void’, pero Lennon cambió el título para evitar que lo acusaran de escribir una canción sobre las drogas. “Tomorrow Never Knows” fue una frase que usaba Ringo como mantra, análogo al eslogan hippie “be here now”. Eran tiempos compulsivos donde los jóvenes decidieron pertenecer a su tiempo, dejando atrás las frustraciones del pasado y abandonando la angustia proyectada hacia el futuro. La generación posguerra había tomado la decisión de vivir la refulgente sensibilidad del presente. Canciones como ‘5D’ de The Byrds o ‘When the Music Is Over’ de The Doors también son reflejo de esta idea.
Revolver fue el puente entre el distanciamiento de las formas tradicionales de expresión y la consumación de un proceso de autoconciencia y explosión emancipadora, donde los textos discursivos fueron adquiriendo una dimensión más elaborada, produciendo una obra estética de mayor consistencia y solidez, ligada más a la abstracción y a la escucha, que al baile y el ritual juvenil característico del primer período de The Beatles.
Para la letra de TNK, Lennon abrazó el concepto de la exaltación de la muerte del ego, idea sacada desde El Libro Tibetano De Los Muertos luego de su primera experiencia con LSD, junto al sicólogo e investigador Timothy Leary. El resultado fue espectacular, una desbordante invocación de la supuesta realidad que se oculta tras las apariencias. Son versos inmortales, concebidos desde la espiritualidad del budismo zen japonés y tomando algunas citas del texto La experiencia sicodélica (1964).
Cuando la voz de Lennon se alza por encima del efervescente resplandor de la música, las primeras palabras que pronuncia son una negación del “yo” y del conocimiento individual: «turn off your mind” (desconecta tu mente), es una invitación a la despersonalización; y luego continúa: “relax and float down stream” (relájate y déjate llevar corriente abajo), el ego es una ilusión, y por lo tanto, hay que liberarse y abrir la mente hacia la sensación de que todas las cosas son una. Lo que importa no es el contenido de la propia mente, “lay down all thought, surrender to the void” (abandona todo pensamiento, entrégate al vacío), más bien lo que cuenta es la calidad de la propia mente contenedora, y contra más vacía esté, mejor: “that you may see the meaning of within, it’s speaking” (para que puedas ver el significado del interior, que está hablando).
Este mensaje era radicalmente subversivo en 1966. TNK introdujo en el pop el concepto de expansión de la mente, hasta entonces reservado a las élites, y atrajo la atención simultáneamente a las drogas realzadoras de la consciencia y las antiguas filosofías religiosas de Oriente, totalmente extrañas al pensamiento occidental por su antimaterialismo, su absorta pasividad y su escéptico enfoque de las conciencias visionarias. Así, la canción fue la llave para que los jóvenes del mundo occidental se introdujeran en la cultura sicodélica, convirtiéndose en una de las grabaciones más socialmente influyentes que los Beatles realizaron jamás.
Revolución sónica
Para acompañar este potente mensaje contenido en la canción, la banda no sólo llevó al límite sus conocimientos musicales, sino que junto al productor George Martin y el ingeniero Geoff Emerick, convirtieron las restricciones tecnológicas del Abbey Road Studio (cintas de cuatro pistas) en una oportunidad para expandir las posibilidades de grabación, llevando esa experimentación a una excentricidad compositiva que les dio un color único, conmovedoramente británico.
Uno de sus trucos en la ingeniería de su sonido fue utilizar muy inteligentemente en sus grabaciones el recurso del bouncing, que no era otra cosa que “volcar” las pistas grabadas de una cinta sobre otra, abriendo un ilimitado espectro para la innovación de lo sonoro. En otras palabras, todo lo que grababan en las cuatro pistas de una cinta, lo volcaban a una nueva, usando sólo una pista, y quedando 3 más para usar en la mezcla final. Lennon y McCartney pasaron largas horas montando este truco sobre cintas caseras. Un trabajo que había que realizar con mucha precisión, porque a pesar que podían realizar tantos bouncing como quisieran, la pérdida de cintas y la degradación del sonido original eran elementos a tener en consideración. Ahí radica la clave de su maestría, ya que este proceso significó una formidable hazaña de artificio de estudio que implicó premeditación y diligencia, desarrollando un nivel de sutileza y detallismo en la composición totalmente inéditos en la música pop. El resultado final: batería, bajo y guitarra principal en la pista 1; loops en la pista 2; voz (en ADT), pandereta, teclado y guitarra (a la inversa) en la pista 3; y voz principal y sitar en la pista 4.
En su libro Después del rock, Simon Reynolds cuenta con detalle cómo fue el proceso de grabación de la canción: «se construyó en una gran parte a partir de loops de cintas, sometiendo los sonidos originales a efectos tales como compresión, ecos y variaciones de tono, mientras que la voz de Lennon primero fue grabada en dos pistas y luego pasada por el parlante rotativo Leslie del teclado Hammond, proceso que le hacía sonar como una multitud de voces murmurantes». Otro elemento innovador fue la creación del Artificial Double Tracking (ADT). Esta nueva técnica de grabación análoga, diseñada por el técnico Ken Townsend, duplicaba la pista de voz, resolviendo el “pequeño problema” de Lennon: no le gustaba grabar dos veces. El ADT fue utilizado por primera vez en esta canción.
Otro punto importantísimo es la evidente influencia de la música hindú. Las inquietudes musicales de George Harrison y su dedicación a la escucha del raga de Ravi Shankar lograron permear el rígido pentagrama del grupo y sintonizar con una desconocida frecuencia espiritual, ya evidente en ‘Norwegian Wood’ (Rubber Soul, 1965). A la estructura típicamente horizontal de la canción –sin estribillo-, se escucha la voz reberverada de Lennon cantando sobre una melodía lenta, que sube y baja por encima de las zumbantes notas sostenidas de oscuros pero relucientes armónicos de sitar y tamboura. Lennon, gracias a la ocurrencia de los ingenieros de Abbey Road y los acordes de Harrison en las cuerdas indias, pudo cumplir su deseo de sonar «como si el Dalai Lama estuviera cantando en la cima de una montaña a 40 kilómetros de distancia».
Punto aparte es el sonido único logrado en las percusiones. Ringo se despacha un set hipnótico, tocado mayormente con un par de timbales destensados –amortiguados, comprimidos y grabados con muchísimo eco– que parecían las pulsaciones cósmicas de las deidades místicas. Pero existe un precedente tanto para el patrón de batería como para la línea de bajo de una sola nota: ‘Ticket To Ride’ (Help!, 1965).
La revolución sónica la completan los loops, elemento básico para los estudios de efectos de sonido, que no son otra cosa que secciones cortas de las pistas (bucles) que se crean para ser repetidas, y que en los 60 eran usados en la musique concrète y los experimentos electrónicos al estilo Stockhausen. Incluirlos en TNK fue idea de McCartney. Él fue el primero en enchufar dos caseteras Brenell (reel-to-reel) juntas en su estudio casero, y, en ese momento, era quien tenía más experiencia en producir con ellos sonidos modificados. Paul incluyó acordes orquestales, mellotrones, notas de sitar y tamboura, y hasta su propia risa. En la música pop, no se había oído nunca nada parecido, y los loops que se crearon para TNK eran especialmente extraordinarios. Música concreta motorizada por un beat de fondo.
Escucha el color de tus sueños
Toda esa construcción en el sonido de la canción la hicieron un artefacto de estudio imposible de realizar en vivo en 1966. Los Beatles lo sabían y no les importaba mucho, ya que habían decidido no realizar más conciertos luego de la gira de promoción del Rubber Soul. Sabemos que esa decisión pasó porque no podían escucharse debido al grito ensordecedor de sus fans. Este detalle, que para sus compañeros de generación parecía irrelevante, para los Beatles no lo fue. Y esa decisión les dio libertad para poder crear y forjar su nueva filosofía musical: todo aquello que se perdía fuera del estudio es esencial y constitutivo de la música, y era sumamente importante en la concepción del álbum como pieza de arte. Desarrollos textuales, formales y tímbricos que construían horas y horas de estudio (y de trabajo casero sobre cintas) no eran sólo relleno para embellecer una canción. Eran la canción, y no se podía someter a un proceso de simplificación. ¿Se imaginan una exposición del Guernica de Picasso cortado a la mitad?
La canción fue entregada a las radioemisoras británicas un mes antes que el lanzamiento del disco, creando una expectación creciente ante lo que iba a ser claramente una nueva y radical fase en la carrera del grupo. El tema más extremo del álbum fue retenido hasta última hora, pero finalmente invadió las ondas radiofónicas unos días antes de que Revolver, con su rompedora portada sicodélica en blanco y negro realizada por el artista Klauss Voormann, llegara a las tiendas. La estrategia sirvió para establecer que los Beatles habían iniciado una segunda revolución en el pop, que además de galvanizar a los rivales ya existentes e inspirar a muchos más, los dejaba a todos muy rezagados.
Los Beatles se acoplaron a una vanguardia musical compleja, pero que con una genialidad sin parangón la filtraron hacia el pop inglés, deconstruyéndolo y mutándolo en el proceso. «Una obra maestra de la fonografía. Una ficción sonora, un seudo-evento conjurado mediante sobregrabaciones y tomas múltiples, innovando en las texturas de la canción popular», resalta el crítico musical Diego Fischerman en su libro Efecto Beethoven.
Se pueden leer las anécdotas del productor estadounidense Tommy James que recuerda cómo se desmontaban y volvían a montar estudios enteros en busca del sonido que los Beatles consiguieron en TNK, y que los técnicos al otro lado del Atlántico no encontraban, a pesar de su moderna tecnología. Lo que hicieron los Beatles, todo lo que hacían, se convertía en patrimonio artístico.
Play the game existence to the end. Of the beginning.