Cancionero Rock: «Welcome to the Jungle» – Guns N’ Roses (1987)
Apetito de destrucción: Guns N’ Roses no pudo encontrar un nombre más apropiado para lanzar su primer disco de estudio, porque fielmente a esa regla fue lo que desplegó visceralmente la banda en 1987, algo que nadie vio venir y que cambió para siempre la historia del hard rock hasta nuestros días.
Welcome to the Jungle, una inmensa marea de riffs bestiales es lo que escuchamos en su entrada y una voz endemoniada de Axl nos daban una especie de rito de iniciación al disco, sometidos al ritmo de la soberbia forma del trato musical a las cuerdas de un joven guitarrista Slash de 22 años, dictando que su estilo haría de él algo más allá incluso que la propia banda.
Fue una de las primeras canciones escritas por la alineación clásica del grupo, facturadas aquellos días en que se reunieron en Los Ángeles en junio de 1985 en las sesiones de Appetite for Destruction. Cuando Slash vuelve a pensar en el ’85, recuerda un momento —ahora prácticamente irrepetible—en el que estuvieron tan cercanos que la madre de Slash permitió que Axl viviera en un sótano en su casa. Y fue allí donde Welcome to the Jungle tomó forma.
“Tuve este riff”, rememora Slash, “y recuerdo tocarlo para Axl en una guitarra acústica. Yo dije: ‘Mira esto’”. A Axl le gustó lo que escuchó. Durante el próximo ensayo de la banda, ese riff básico se convirtió en una canción completamente estructurada.
“Fue realmente lo primero en lo que todos colaboramos”, dice Slash. “Y es realmente una combinación de los aportes de todos”. La canción tenía un swing pesado, un ritmo sucio, callejero e intempestivo, pero también había una sección intermedia en la que la banda se relaja un poco, aliviando la tensión. La historia, dicha por ellos mismos, cuenta que este desglose de secciones se levantó de una canción llamada The Fake, que McKagan había escrito en 1978 cuando era miembro de la banda punk de Seattle, The Vains.
“No quiero usar la palabra blues”, dijo Slash, “pero tenía una sensación realmente genial de la música del alma. No hubo un análisis de estas cosas, escribir una canción fue algo que sucedió espontáneamente. Pero en todo ese período de ‘descubriéndonos a nosotros mismos’ (en el ’85 y ’86) cuando vivíamos de una manera muy casual y nos juntábamos, había algo que no había en mucha gente. Y esta canción acabó teniendo eso de tener esta sensación natural que fue muy genial”.
Todo fluyó natural: el título y las letras llegaron a Axl cuando visitaba a un amigo, llamado Tori, cerca de Seattle. Alejado de Los Ángeles, Axl pudo reconectarse con los sentimientos que tenía al llegar a la ciudad en 1982 como un fugitivo de 20 años, de la zona rural de Indiana, atraído por las brillantes luces de Hollywood como tantos otros soñadores que llegaron antes que él. Escribió sobre la lucha por la supervivencia en este lugar: “Ya learn to live like an animal/In the jungle where we play”. En una línea, aludió a los impulsos hedonistas que amenazaban con descarrilar a su banda y que terminó siendo toda una profecía: “When you’re high you never ever wanna come down” (“Cuando estás en lo alto, nunca querrás bajar”). Sumemos el agresivo falsete de Axl, sus juegos vocales, la clásica “pegada” y ese tartamudeo magistral y con estilo:
Jungle, welcome to the jungle
Watch it bring you to your shun n-n-n-n-n-n-n-n knees, knees
Uh I, I wanna watch you bleed
Para Slash, la canción es un testimonio de la química única que tenían en ese entonces. “Welcome to the Jungle tiene esta entrega agresiva, de alto impacto y de alta velocidad”, dice, “pero en la canción había muchas sutilezas emocionales que la banda realmente entendió”.
“Fue una letra muy reveladora”, dice Slash. “Sólo hubo honestidad en ello. Si vivías en Los Ángeles y vivías en las trincheras, por así decirlo, podrías relacionarte con eso. Y conociendo a Axl, podría relacionarme exactamente de dónde venía”.
Sobre todo, dice, Welcome to the Jungle es la esencia de lo que fueron las Guns N’ Roses. Eran, dice Slash, “una de las bandas de rock más genuinas y sencillas de todos los tiempos” y cuánta razón tiene:
Por Patricio Avendaño R.