«Caress of Steel»: el comienzo de la catarsis progresiva de Rush
Mercury Records, 1975
Caress of Steel es el tercer testimonio de los canadienses Rush en su camino para establecerse dentro del mundo del rock progresivo y del rock en general como un pilar fundamental, un tótem influenciador para las futuras generaciones del Rock, el Metal y por qué no, de la música en general.
Grabado entre Junio y Julio del año 1975 en los estudios Toronto Sound en Canadá bajo el sello Mercury Records y lanzado oficialmente al mercado el 24 de Septiembre de dicho año, fue un disco de sabor agrio en su momento para los músicos de Rush puesto que no tuvo el éxito comercial que pretendía la banda y que era de esperarse de una agrupación que iba en ascenso hasta la fecha con los dos discos que precedían esta obra (el homónimo Rush de 1974 y Fly by Night de 1975) con los cuáles se hacían de un nombre de respeto, destacable y a considerarse en el abundante plano musical norteamericano. Geddy lee, encargado del bajo, voz y sintetizadores en Rush dijo a The Guardian en 2011: “Fue un momento deprimente. Te detenías en un lugar y ni siquiera te esperaban allí; fue humillación tras humillación. Tus hombros comienzan a desplomarse y te preguntas por qué estás tocando en un club de rock en Oklahoma un húmedo Martes por la noche. La disquera y la gerencia querían que siguiéramos un camino recto, pero fuimos a la izquierda. Estábamos convencidos de que nos dejarían caer y terminaríamos en casa jugando cartas “.
Pero a la larga el tiempo, justiciero que ha intervenido en muchos casos similares, se ha encargado de hacer llegar esta obra al lugar que merece, determinando su real importancia en la cronología discográfica del trío canadiense. Según palabras de Alex Lifeson, guitarrista de la banda: “Ese fue un período difícil para Rush porque Caress of Steel no lo hizo bien comercialmente, pero estábamos muy contentos con él y queríamos desarrollar ese estilo “. Entrevista a Guitar World, 2008.
“Pero estábamos muy contentos con él y queríamos desarrollar ese estilo” Son palabras clave de Lifeson, pues hablamos de un disco de “transición” para la banda, donde el rock progresivo llega a instalarse definitivamente en sus composiciones. Si bien en las dos obras anteriores se podían apreciar pequeños atisbos del género progresivo, no fue hasta Caress of Steel en donde enmarcan y establecen lo que sería su línea musical en adelante, un hard rock eléctrico bordeando el heavy metal mezclado con complejidad de carácter progresivo. Rush se sumerge con Caress of Steel en los mares del Rock Progresivo con un certero clavado.
En este disco se presentan sus primeros acercamientos con las suites de larga duración, tan identitarias del Rock Progresivo en general; nos referimos específicamente a canciones como The Necromancer, superando los 12 minutos de duración, y con más ahínco en The Fourtain Lamneth, esta, superando los 20 minutos de duración (ya nos adentraremos en estas obras con más detalle). Haciendo de este disco una especie de peldaño para los álbumes icónicos sucesivos que le seguirían el paso.
Anecdóticamente, su portada, diseñada por el artista gráfico Hugh Syme (quien ha trabajado en muchas otras portadas de Rush y de otras reconocidas bandas como Dream Theater o Whitesnake) y sus colores en particular, no eran los originalmente pensados, quedando esos tonos por un “error de impresión”, sin embargo, a la banda no le pareció un problema mayor, decantándose por aceptarla y darle el visto bueno para que fuese la imagen oficial del disco.
Esta “caricia de acero” que nos ofrece el virtuoso trío comienza con la energizante pieza Bastille Day, una composición con la presteza necesaria para iniciar un disco que lleva tan contundente nombre como título. Inicia Lifeson agrediendo las seis cuerdas con dos notables riffs “hard rockeros” para luego unirse Lee y la inconfundible presencia de su bajo y Peart, en la batería con su notabilísima técnica, añadiendo ritmo y velocidad al trabajo de cuerdas. La agudeza incisiva presente en la voz de Geddy Lee se devela para relatarnos, tal como evoca el título de la canción, la toma de la Bastilla durante la revolución francesa. Al fin de la primera intervención vocal de Lee los músicos se coordinan en precisos cortes para dar paso a un apaciguador solo de guitarra del rubio Lifeson, para luego retomar la velocidad e inscribirse con un segundo y notable solo y así dar paso a la segunda intervención vocal. La canción sigue las estructuras que nos han expuesto hasta llegar a un conmemorativo final digno del termino de una batalla y, por supuesto, cantando victoria.
I Think I’m Going Bald es el segundo corte de este disco. Es notablemente más asemejable a algún trabajo anterior de la banda, una pieza de Rock and Roll puro, muy procesable y con gran groove que invita a moverse y festejar. Líricamente su temática nació de una preocupación que tenía Alex Lifeson de perder su cabello. Trata la historia de alguien que se da cuenta del paso de los años y reflexiones de la madurez que el tiempo nos da y Lee nos la cuenta muy anecdóticamente, siendo condescendiente con la intencionalidad sonora de la pieza; una historia, temática y musicalmente, muy procesable y asimilable.
En el tercer track del disco se respira algo de nostalgia, tal como pasa en momentos en que recordamos lugares que hemos dejado atrás o que ya no frecuentamos tan seguidamente y en donde se desarrolló nuestra vida en algún momento. Exáctamente eso nos refleja Lakeside Park, donde el encargado de las letras es Neil Peart, con aportes de Lee y Lifeson, y en el que plasma recuerdos de su adolescencia vividos a orillas del Lago Ontario, Canadá. Se entrelazan pasajes y acordes que evocan los buenos recuerdos situados en la memoria, esos con los cuales más de alguno ha quedado mirando a la nada, rememorando acompañado de una sonrisa. La pieza más suave del disco con una delicada elección de acordes y riffs para hacer en su totalidad una pieza muy amena.
Llegando al cuarto corte, nos encontramos con The Necromancer donde podemos denotar el primer intento épico-compositivo por parte de los canadienses y que definitivamente marca su ingreso por los majestuosos portales del Progresivo. Esta obra está separada en tres capítulos (“Into the Darkness”, “Under the Shadow” y “Return of the Prince”) y está basada en la historia del nigromante, perteneciente a la saga del señor de los anillos de J. R. R. Tolkien. Como dato a tener en cuenta es que reaparece un personaje anteriormente utilizado por la banda en el disco “Fly by Night”, hablamos de “By-Tor”, esta vez ocupando el papel de un héroe en la historia.
Comienza el primer movimiento,“Into the Darkness”, con una introducción de palabras realizada por nada menos que Neil Peart, acompañado por las cuerdas de Lifeson, arpegiando con su guitarra limpia utilizando un suave phaser, mientras se sobreponen pequeños murmullos de guitarras distorsionadas que van de un lado a otro disolviéndose, casi sobrevolando sobre el escuchante, creando la atmósfera perfecta para dar inicio a esta épica historia que Lee y su voz comienzan a relatar. De inmediato nos ponen en contexto a medida que suenan estas señales de velo oscuro. Así se da paso al segundo movimiento “Under the Shadow” con cortes precisos que luego dan pie a un riff lleno de groove y técnica para aumentar aún más la intensidad y dejarse caer en un intenso Rock Progresivo con un transfondo luminoso camuflado con tintes de free jazz en donde Lifeson se luce con un magnífico solo y por su parte Peart y Lee rinden honores a la palabra compenetración con una sólida y virtuosa base rítmica. Pieza llena ímpetu y vehemencia que marca la cumbre en cuanto a intensidad en The Nocromancer con desbordante pasión.
Llegando aproximadamente a los 9 minutos de reproducción se da inicio al tercer movimiento “Return of the Prince” dando el cierre de oro a la obra con acordes esperanzadores, de reencuentro, marcando el final de la historia y el triunfo con la llegada victoriosa del héroe By-Tor, tras haber roto el hechizo del maligno anillo. Magnífico final para tamaña aventura musical expuesta por los norteamericanos.
The Fourtain Lamneth es el último track del disco, pero que paradójicamente significa casi la mitad de él. Esta pieza ronda los veinte minutos de duración y es la segunda composición más larga de Rush en su historia, sólo superada por la imperecedera “2112” del disco de mismo nombre. Aparte de tener similitudes en duración, estas canciones tienen algo en común y es que son parte de las tres epopeyas laterales de Rush ( The Fourtain Lamneth, 2112 y Cygnus X-1 Book II: Hemispheres) compartiendo “cortes musicales” y riffs en común.
Respecto a esta composición hay sentimientos encontrados por parte de la banda, positivos y negativos. Para el libro “Contents Under Pressure” libro que relata vivencias en la carrera de Rush, Geddy Lee señala: “era algo que teníamos que hacer. Pero fue poco absurdo (…). Éramos una banda joven, un poco pretenciosa, llena de ambiciones, llena de grandes ideas, y queríamos ver si podíamos hacerlas realidad. Y ‘Fountain of Lamneth’ fue el primer intento de hacer eso. Y creo que hay algunos momentos hermosos, pero muchos de ellos son pesados y fuera de lugar. También fue la mayor cantidad de tiempo que hemos tenido que hacer un disco. Creo que tuvimos tres semanas completas, y solo estábamos disfrutando de nosotros mismos”.
La obra está compuesta de seis secciones con el siguiente orden: “I. In the Valley” “II. Didacts and Narpets” “III. No One at the Bridge” “IV. Panacea” “V. Bacchus Plateau” “VI. The Fountain”. Cada sección está separada entre sí, pero es intencionalmente una composición entera, las seis partes que la componen. Hablamos de una obra de vital importancia en la carrera de Rush ya que significa la primera suite de larga duración y que es la antesala de composiciones cumbres que vendrían en el futuro.
Letra realizada por el gran Neil Peart, trata sobre un hombre en busca de la Fuente de Lamneth, y narra las vivencias de su viaje. Es muy metafórica y claramente hace alusión al ciclo de vida que tiene este personaje desde su nacimiento y la búsqueda de su fin en la vida y experiencias obtenidas en esta búsqueda introspectiva, relatada a modo de aventura.
Una canción atrevidamente pretenciosa, quizás no muy bien lograda (obviamente mirándolo desde la escala Rush, donde en su carrera han demostrado poco y nada de puntos bajos en general) pero, tal como se indicó anteriormente es vital y necesaria para haber dado pie a las grandes epopeyas musicales que le seguirían en el futuro.
Caress of Steel es sin dudas un gran álbum y que el tiempo se ha encargado de darle el lugar que merece, en cuanto a la relevancia que tuvo en la carrera del trío canadiense.
Es explicable el por qué de su fallo comercial. Si analizamos las primeras tres canciones del álbum, nos encontramos con un Rush más “típico” realizando canciones de hard rock y rock and roll estándar y de gran nivel, siguiendo con la línea compositiva de sus dos álbumes predecesores. Sin embargo al transcurrir esos tracks, se viene de lleno algo totalmente innovador y en esos tiempos muy pretencioso y no tan procesable para los oídos de aquellos años, nos referimos a The Necromancer y más aún The Fourtain Lamneth que significan prácticamente el 70% en la duración del disco, claramente una píldora difícil de tragar, pero que traía consigo la cura, un futuro prometedor que daría pie a álbumes fundamentales de la historia del Rock.
En estos tiempos, habiendo transcurrido más de cuatro décadas desde su lanzamiento no nos queda más que darle las gracias y rendirle los correspondientes honores a esta obra, pues sin ella no tendríamos un “2112” al cual rendirle tributo, ni tampoco a los sucesivos álbumes que le seguirían el paso.
A pesar de la triste realidad que vivió en sus tiempos, sin lugar a duda podemos decir que Caress of Steel es el riesgo más fructífero de Rush.
Por Esteban Zamorano