Chris Cornell en Chile (Tercera Noche): Antes que desaparezcamos
Si eres de esas personas que han llegado a tal punto de su carrera en el que tu sola presencia, actitud, postura, conexión con el resto y contigo mismo te hace ver de tal sencillez y a la vez con tanto talento y éxito, sabrás en parte lo que se siente estar en los zapatos de un Cornell. Más que montar un espectáculo extraordinario, se preocupó (o tal vez no) de entregar canciones tal y como lo haría en su casa, con amigos, cerca, muy cerca.
El show que cerró su viaje a Chile mostró no sólo hit tras hit, siendo estos propios o prestados (con varios covers), sino que desde un comienzo el hombre manifestó lo que sería el sello de su presentación: honestidad pura mezclada con plena comunicación con su público.
Su salida a escena tuvo un elegante retraso de 10 minutos, siendo inmediatamente ovacionado por el público que llenó las butacas del Teatro Municipal de Santiago. Ya desde su atuendo podíamos decir que Chris busca el 100% de comodidad para presentar su Higher Truth Tour. Una pinta que bien podría llevar un domingo para salir con los niños o ir con la señora al supermercado. Relajado, sobrio.
Un choque de palmas y escasos centímetros de distancia fueron el regalo inicial de la voz de Soundgarden para los de la primera fila. Y es que sería bueno dejar claro que esto no es una frivolidad, sino todo lo contrario: Cornell, definitivamente, es de los artistas que vale la pena tener cerca, darse cuenta de que son seres humanos como uno, y que su sensibilidad sigue latente con el entorno, que sus manos transmiten y que su espíritu se sigue impregnando de lo que deja y lo que recibe.
Otro detalle, es el hecho de no dejarse caer en los clichés típicos de quienes hablan otro idioma. Desde un principio anticipó que no sabe nada de español y tal como lo dijo se mantuvo sin siquiera intentarlo, sin mendigar aplausos por un recurso innecesario. Al contrario, tuvo la soltura de explicar la historia de algunos temas, haciendo un verdadero stand up comedy a ratos, como por ejemplo cuando habló de ‘Josephine’- canción dedicada a su mujer- contando que demoró 13 años en terminarla, y que puso en contraste con esas canciones que se componen sentado en el baño y en 7 minutos. Hizo referencia a Sting y su competencia por quien tarda menos sentado en el WC en componer una canción, incluyendo una breve parte de ‘Every Breath You Take’ mientras tocaba ‘Black Hole Sun’. Y así fue, como con varios momentos jocosos transmitió esa proximidad que permitió a varios tipos de público sentir la confianza necesaria para tirar la talla y dejarse caer durante una pausa un “¡toca una de Silvio!” o “una de Quilapayún”, porque pese a la estructura docta del Municipal, Cornell nos hizo sentir como en el patio de su casa o en una fogata de playa. Si hasta un “¡buena compare!” salió al baile y en respuesta un “what do you say?” soltó varias risas.
Tema aparte fue Brian Gibson, compañero de escenario responsable de teclados, cello y mandolín. Extraordinario. Impecable. Sólido. Sin exagerar, creo que tener la oportunidad de ver a Cornell y a Gibson juntos es un lujo que vale mucho más de lo que había que desembolsar por estar ahí. Una dedicación exquisita por los detalles y un impulsador oportuno y fenomenal de todos y cada uno de los temas en que participó. Sin embargo, el virtuosismo no lo marginó de las bromas de un desatado Chris: nos contó que quería hacer sonar la guitarra que más de algún problema le trajo durante el show (hasta ahí no la usó por la misma razón) y se puso a hablarle como si fuese una persona. Luego, dirigiéndose a nosotros nos “aclaró” que bien sabía que la guitarra no era un ser viviente, que sólo estaba pretendiendo que lo era, tal y como hacía con Brian, asegurando (en broma) que Gibson no era un ser vivo, que se enchufaba y guardaba en el estuche junto a su cello.
Además del apoyo de Brian, también hizo uso de un recurso que poco se ha visto antes: un tocadiscos como backline en ‘When I’m Down’. También tuvo el espacio para dejarse llevar por su inspiración con sonidos grabados de su voz y guitarra distorsionados por sus pedales de efectos, y de generar una tremenda atmósfera con el uso de su armónica en ‘(What’s So Funny ‘bout) Peace, Love and Understanding’ de Schwarz y en ‘The Times They Are A-Changin’’ de Dylan.
Los recientemente reunidos Temple of the Dog, el desaparecido Prince, Led Zeppelin, U2, Brinsley Schwarz, brevemente Sting y Pink Floyd, el reciente Nobel de literatura Bob Dylan, Mother Love Bone y los esperables Soundgarden y Audioslave fueron la “compañía ausente” de un Frisbee que al momento de lanzarse no cayó más y siguió girando una y otra vez durante 2 horas y 10 minutos con 25 canciones en total.
De hecho, no fue al azar que partiera con ‘Before We Disappear’, cuarta canción del disco que da su nombre a este tour acústico, en que el nacido en Seattle nos introduce con su explicación: “esta canción habla de hacerles saber a quienes queremos que los amamos, antes de desaparecer”, y es precisamente eso lo que dejó en el Municipal, una profunda declaración de principios de un sujeto al que, hoy por hoy, ningún poncho le queda grande.
Por Klaudio Torres
Foto: Lotus
Setlist:
1. Before We Disappear
2. Can’t Change Me
3. (What’s So Funny ‘bout) Peace, Love and Understanding
4. Nearly Forgot My Broken Heart
5. Josephine
6. Nothing Compares 2 U
7. Fell on Black Days
8. Thank You
9. Doesn’t Remind Me
10. Wide Awake
11. One
12. All Night Thing
13. Hunger Strike
14. Blow Up the Outside World
15. When I’m Down
16. Let Your Eyes Wander
17. I Am the Highway
18. Rusty Cage
19. Black Hole Sun
20. Wooden Jesus