“Weichafe”: el gran clásico del rock chileno que muchos no valoraron
GmbH, 2002
Corría el año 2002. La reciente separación de Los Tres marcaba el declive de la fructífera generación de rock chileno de los 90 y comenzaba la búsqueda de los nuevos referentes. Luego de su irrupción con Tierra oscura del sol, un sorprendente disco debut, a veces directo y a veces lisérgico (pero siempre en la línea de las letras abstractas), la prensa especializada empezaba a poner sus ojos en Weichafe y lo que harían en su segundo disco. ¿Se harían cargo de la expectativa y se lanzarían hacia un sonido igual de potente y honesto, pero más amigable y con letras que pudieran identificar a una generación, o se quedarían en el camino que habían empezado a forjar en su predecesor? ¿Podría, por ejemplo, generarse un fenómeno en Chile como el que ocurría por ese entonces con La Renga en Argentina? Weichafe, el “disco rojo”, sería la respuesta.
Weichafe es una placa que definitivamente se desmarcó de su predecesora. A través de atmósferas de belleza honesta y callejera (pero de la calle chilena, y específicamente santiaguina), tiene todos los elementos para haberse convertido en un clásico, quizá no un clásico de masas como se esperaba, pero sí para ese pequeño reducto de seguidores que alcanzó a ver en la banda a los bastiones del hard rock chileno de la década pasada.
El disco parte con ‘Respiro la luz del sol’, una canción en tono más optimista que lo que venían mostrando en su disco anterior, con protagonismo del bajo de Marcelo Da Venezia, una estructura mucho más amigable y un coro de galería. ‘Pichanga’, la carta de presentación del disco, tuvo amplia rotación en los programas de radio e incluso en MTV, con un excelente video que encarna la vibra callejera y santiaguina del disco, mostrando a la banda tocando por las calles del centro de la capital, en los paraderos de micro y en las veredas, revelando esa explícita intención que siempre tuvo la banda de encarnar en Chile un espíritu similar (no un sonido, en ningún caso) al del rock barrial en Argentina. La canción en sí, un rock de dos minutos y medio totalmente subido de revoluciones, y con una declaración clara:
“No
Me incluyas más
En tu sermón
¿Qué sabes de mí?
Hey, finge otra vez
Que crees en mí
Pichanga en visón”
‘Sobras de ayer’ muestra ese estilo inclasificable que tiene la banda, donde es posible que un mismo tema reúna un riff “a la Come Together” con un coro gutural. Entre medio, toques electrónicos que se inmiscuyen en la canción de manera totalmente natural, casi desapercibida. ‘Pan de la tarde’ sigue una idea similar: riffs con patente Dimebag Darrell, mezclados con guitarras mucho más dulces y optimistas. El punto de quiebre del disco viene con ‘Las cosas simples’, una hermosa balada totalmente inesperada, en clave Violeta Parra (cuando tocar como Violeta Parra aún no era cool), llena de arreglos que llevan un paso más allá tanto a la canción folklórica chilena como a la banda. Con esto, Weichafe nos deja en claro que si bien es una banda de rock, con influencias de afuera, definitivamente no podría ser de otra parte que de Chile.
‘Dios es sólo para algunos’, la canción más triste del disco, relata la historia de una mujer solitaria de una forma tremendamente cruda y aterrizada, mostrando el lado material, real y no metafórico de la tristeza y la soledad. Esto no es ni resaca grunge ni depresión británica. ‘Ripio y soledad’ es un hard rock directo y sin apellido, la canción que probablemente muestra de mejor manera la comunión vocal entre Pierattini y Da Venezia y la sólida base rítmica del “Negro” Hidalgo. Sin duda, una de las mejores del catálogo de la banda. ‘Ñuñork’ es una temprana crítica al “hipster” de hoy en día, con una más de las tantas frases de bronce de este disco: “Qué choro es ser prole, la onda es ser prole…”. Créditos para la excelente intervención de Gonzálo Henríquez, vocalista de González & Los Asistentes:
“Por las noches
Antes de dormir
Siempre me miro al espejo
Me miro y no me gusta lo que veo
Voy hacia el fondo de la pieza vuelvo al espejo
Me rasco una costra y me saco algo de sangre
Y me doy cuenta de que me parezco a mucha gente
Y yo no quiero parecerme a nadie
Que soy igual a mi madre y a mi padre
Y que tengo los ojos de mi hermano mayor que me vigilan
Y la sonrisa de papá
Yo odio esa sonrisa
Tomo mi navaja y me corto de oreja a oreja
Ahora sí tengo mi sonrisa que no se parece a ninguna otra
Y estoy contento
Cuando me río me duele, pero estoy contento
Porque es mi sonrisa
Y puedo reír como nunca antes
Incluso ahora cuando lloro también me rio
Incluso ahora cuando lloro también me rio
También me río…”
Ya hacia el final del disco, una dupla de canciones que muestran el lado más duro de la banda, ese que hizo que durante mucho tiempo la crítica no especializada los tildara como una banda de metal. ‘Salvador’, es un mazazo en la cabeza que nuevamente muestra los mejores tiempos de la comunión Pierattini- Da Venezia en vocalizaciones. ‘Hipnosis’ es una de las canciones más pesadas de la discografía de Weichafe, con el bajista repitiendo endemoniado: “Lloren por mí, voten por mí, recen por mí, voten por mí…”. Es de esas canciones que uno puede emparentar a primera oída con un trash de la mejor cepa, dejándose llevar por el acelerado tempo de la batería y la gutural voz, pero las pausas entregan ese matiz característico de Weichafe, que hace a la banda muy difícil de clasificar. Es un placer poder escuchar en un mismo disco canciones como ésta y la que le sigue y concluye el disco, ‘Domingo feliz”, que trae todo a la calma nuevamente, evocando paisajes y experiencias propias, cercanas con una hermosa melodía. Esto es Weichafe, una banda que siempre quiso sonar cercana, popular (en el sentido social y no económico del término). El organillero del final es sencillamente perfecto.
Un disco sin puntos bajos, creado y destinado para ser un clásico. Sin embargo, sólo logró penetrar en un grupo pequeño, nada comparado con la gran fanaticada que el estilo mantiene en nuestro país. Weichafe es una más de las víctimas de las trancas culturales y los prejuicios que existen en torno al rock producido en nuestro país, que definitivamente no logra encantar al público chileno. Ya lo decía Felipe Toro de El Cruce en una bullada entrevista (citada por este medio): “…en Chile se farrearon a Tumulto, se farrearon a Mandrácula, a Weichafe, y ahora están a punto de farrearse a “El Cruce”. [1]
Felipe Godoy O.
[1] Entrevista publicada en www.nacionrock.com, el 26 de Febrero de 2012.
Este es un DISCAZO. Lo tuve original desde diciembre 2002 hasta hace un par de años que lo preste y jamás volvió.Weichafe en clave rockera y mas amable no tan «lugubre» ni Floydiano como en Tierra oscura del sol. Qué gran certeza sería que volvieran por el gusto de tocar estas viejas canciones y por el de los que fuimos muchas veces a verlos en vivo a conversar con ellos. Banda como pocas.
Me alegro que jamás se hayan topado con un camino masivo » a lo Renga» ni menos como Los tres. Weichafe fue único.
Buen comentario , especializado y eficaz. Y este disco, el mejor para mi , potente directo llorón y viajero. . Como todo Weiichafe, a toda raja. NO soy ferviente del rock nacional , tengo mis peros y contra , pero hay bandas como está que me dan ilusión. Y compadre , te faltó el comentario, de para mi la mejor canción drl disco , 5.30 am, una wea alucinante !! Saludos , buen blog.