Ciclo grandes biografías del rock: «A Very Irregular Head»: la historia de Syd Barrett

Ciclo grandes biografías del rock: «A Very Irregular Head»: la historia de Syd Barrett

“No tengo idea, en verdad, cómo escribía. Hay muchas ocasiones en donde él podía estar ya sea en mi departamento, en el suyo o en el estudio y se largaba con algo que terminaba sonando de una manera que nunca, pero jamás, se le había ocurrido hasta ése momento, de una manera en que era muy difícil concebirlo, sin el don de la palabra que Syd tenía. Daba la sensación que las inventaba en el camino. Estoy seguro que no puede ser tan simplemente así. Esa idea del flujo de consciencia… quizás era un flujo de sub-consciencia, o que tenía un modo hacer que las cosas fluyeran desde él. O quizás sí se sentó a pensarlas, pero no logro imaginarme que lo hiciera tan conscientemente” David Gilmour sobre Syd Barrett, capítulo 6*(extracto textual al final).

Esta aleatoria precisión que describe el líder de la última encarnación de Pink Floyd, intentando capturar lo conmovedor que era presenciar la fuerza creativa del protagonista, en el cortísimo tiempo en que escribió canciones, por cierto, y la muy buena complementación con una investigación extraordinariamente bien documentada, son los dos grandes estilos de brocha, se podría decir, para este valioso retrato, que a través de un orden y meticulosidad en los hechos y fechas, va dando sustento a la biografía de un artista que habló por sí mismo públicamente hasta 1972, en una última sesión/entrevista al fotógrafo londinense y amigo Mick Rock, para luego callar la boca y no abrirla nunca más hasta morir en 2006.

La impecable investigación de las raíces literarias que Syd Barrett logró sintetizar con una técnica sin precedentes en la historia de la música popular en sus letras y aún más con las melodías con las que se entonan dichas palabras, no dejan lugar a dudas sobre las selectas y heterogéneas fuentes, todas enraizadas en distintas tradiciones del reino unido, que le imprimieron un sello unívocamente inglés a su creación, que añade el aspecto de identidad sobre sus composiciones que sólo reafirman la universalidad e importancia de su expresión, para toda la humanidad, creo convencido.

La simple y poco convencional música que produjo e interpretó, llena de sofisticada técnica que se explica muy amigablemente en el texto, desde que fuera un despierto estudiante de arte, creado y regado en Cambridge, hasta la última sesión con un destello rescatable en Julio de 1970, dibujan una trayectoria clara y sólida en el aspecto puramente musical, que encuentra justicia y consistencia en el análisis expuesto. Eso la diferencia enormemente de biografías anteriores.

La idiosincrasia inglesa es otra presencia muy interesante en el libro, que junto al convincente tono objetivo, enriquecen la panorámica en muchas partes de la historia. Por ejemplo, en los estragos que causó en la comunicación dentro de la banda y cómo ayudó a moldear el torpe pragmatismo de tres jóvenes asustados, con sus fichas ya jugadas, para lidiar con el total rechazo que produjo todo el sistema industrial discográfico en Barrett, quien tenía la responsabilidad de ser el Midas de la operación Pink Floyd y que salió de manera muy desconsiderada de ella, al no interesarse en las demandas colectivas de la industria y sus propios pares.

Hay una óptica presente durante todo el relato, verosímilmente crónica, con gran peso de investigación y documentación de todo orden, para darle realismo a una vida que empieza a ser mucho más nítida y posible, a fin de cuentas. Con la desmitificación inapelable de prácticamente todos los cuentos salvajes de las andanzas de Barrett, se tiene por primera vez una grata sensación de certeza sobre el camino recorrido por este excelente músico. Está desde el origen finalmente en el barrio de su pre-adolescencia del sobrenombre “Syd” (con una muy folclórica connotación clasista que se explica muy bien en el relato), hasta el hecho de que efectivamente caminó desde Londres a Cambridge en su último y final éxodo a casa, siendo casi el único mito que no lo es, de entre el sinnúmero de desventuras que se quedan sin coartada gracias a Rob Chapman, autor que valga la pena mencionar aquí, estuvo en uno de los dos “conciertos” de Stars, en 1972 (el último intento musical de Syd).

Todo sumado luego al último cuarto del libro, que comprende entre 1980 y el 2006, que logra hacerse vívido y de manera inédita gracias a la familia de Barrett, hacen converger balanceada y asertivamente los elementos que la hacen merecedora del rótulo de ser la obra definitiva a la fecha sobre Roger Keith Barrett: desde reseñar el origen del matrimonio Barrett-Heeps, sus padres, pasando por la pre-mutación a “Syd”, la estrella pop que hubo después y lo posterior a aquello, “Roger”. Parece estar todo claro aquí.

Con todos estos aspectos muy orgánicamente transmitidos en la prosa de Chapman, queda muy bien presentado un complejo escenario, en el que los principios artísticos y la intransigencia del compositor en desviarse de la evolución de su producción musical, junto a un vértigo debilitante por la locura reinante de fines de los 60’s, lo llevaron indiscutiblemente y como todos saben, a chocar a la velocidad de la luz contra una inmensa pared y quedar sin nada que entregar a la música a los 25 años. Todavía pierdo de vista a veces lo joven que era cuando entregó todo su legado al rock; pero nunca he dejado de distinguir cómo dicha producción se mantiene al paso del tiempo y se va haciendo más profunda su apreciación. Eso parece un buen camino para que sea la obra y nada más que ella lo que defina a este hombre para quienes no somos su familia, con cada vez mayor claridad y con infinita justicia en mi opinión.

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*: “I have no idea, really, how he wrote”, David Gilmour told John Edginton,”There are many occasions when he would be either at his flat or my flat or in the studio, he would appear to just start something and it would all come out as if he had never, ever, thought of it before that moment, in a way that I find hard to conceive, not being as wordy as Syd was. It felt like he just made them up as he went along. I’m sure it can’t have been quite that simple. So the stream of consciousness idea… maybe it’s a stream of sub consciousness, or that he had some way of letting it flow out of him. Or maybe he did sit and think about it, but I can’t quite imaging him doing it that consciously”, Chp 6, pg 242.

Por Sebastian Wrighton

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