Conciertos que hicieron historia: Depeche Mode – Live in Pasadena (1988)
Fue el concierto número 101 de la gira “Tour for the Masses”, aquel ofrecido en el estadio Rose Bowl de la ciudad de Pasadena. Fueron casi 70.000 afortunados los testigos de aquel hito de la música electrónica, donde un grupo pop se montaba en su confianza y ofrecía un concierto en formato gran estadio, tomando como impulso un aspecto que ya habían aprendido a dominar: el cómo llevar el estudio al escenario. El fantástico tour del disco “Music for the Masses” (1987) fue la prueba definitiva de un refinamiento sonoro y de un éxito paulatino que creció hasta alcanzar una sólida base de devotos, la que terminaría de explotar hacia la masividad con la siguiente placa. Pero el 18 de junio de 1988, Depeche Mode decidió dar el primer gran paso hacia aquello que más anhelaba: entrar a Estados Unidos dando un golpe de timón, debía ser algo único, pensado para lograr ese objetivo y filmado para la posteridad. El gigante Rose Bowl, donde ni siquiera los Rolling Stones habían podido tocar, fue el lugar elegido.
Este show no solo fue trascendente por lo que ocurrió entre la banda y el público; también lo fue porque pasó a la historia a través del live “101”, publicado en 1989. Ese fue el primer álbum en vivo de la banda y su primer disco doble.
Ya desde el principio de “Behind the Wheel” el éxtasis de los fans, compuesto por jóvenes con aspectos muy producidos, fue total. Con un intenso tratamiento de la batería y condimentado con los maravillosos gritos de Gore, fue puro furor. Lo mismo con “Strangelove”, pero involucrando a la gente con la estrategia de alargar el “pain, will you return it? I’ll say it again… pain”, aderezado por el juego sonoro espectacular de Wilder, quien le saca brillo a su sintetizador. Gahan y Gore siempre han sido una gran pareja cuando se unen en lo vocal, y “Sacred” lo ejemplificó de manera sublime.
“Black Celebration”, fascinante, junto a “Shake the Disease” , un inmenso single que, esa noche, adquirió un touch rockero insuperable; pero en el afán de mostrarse en equilibrio, “People Are People” enmarcó uno de los mejores trabajos de sample de Alan Wilder, con ese inicio donde machacó el teclado. “A Question of Time” los mostró dominando muy bien la sección acelerada de la canción, lo que preparó los ánimos para la insignia de la velada: “Never Let Me Down Again” es un elogio al erotismo con evidente sentido de estadio, como bien lo demuestra la naturalidad con la que la canción y el grupo se amoldaron al ámbito del show; el alargue del final con los sintetizadores a full, muy al estilo “Autobahn”, de Kraftwerk, mientras el público enloquece y Dave levantaba sus brazos moviéndolos de un lado al otro, siendo seguido por la gente, en un acto que se volvió imprescindible para todos sus shows en los años venideros. El último aporte de Gore en voz es “A Question of Lust”, una belleza que aprovecha al máximo el semblante melancólico del músico, para romper la dulzura con el sustrato sado de “Master and Servant” en formato más bailable que la original del “Some Great Reward”.
“Just Can’t Get Enough”, hitazo del debut “Speak & Spell” (1981) y el único tema de Vince Clarke que suelen tocar; sonando cual fiesta de colegio, le recordó a los estadounidenses que así los habían conocido, pero que en ese 1987 iban por más. Y el final fue grande con “Everything Counts”, el único tema que sonó de “Construction Time Again” (1983) y que es una condena bailable al capitalismo. El juego en el coro cerró el concierto a tracción de sintetizadores celestiales, una interpretación majestuosa y un público que siguió cantando hipnotizado el coro casi a capela, en una comunión que selló un momento único para la banda que, queriéndolo o no, estaba cerrando una etapa esa noche.
En los muchos documentales que vinieron después, Dave Gahan recordó que lloró en el camarín tras esta presentación. En varios momentos del show se le vio contemplando al público, captando el mensaje de que el objetivo estaba logrado. Pero luego del éxtasis se preguntó “¿qué cosa más grande puede venir ahora?”. En ese momento no sabía la respuesta, pero sí tenía certeza que ese “Concert for the Masses” los mostró como una banda contundente en vivo, a pesar de apoyarse en sintetizadores y en una combinación exquisita de idiosincrasia new wave y synthpop, siendo el proto de la electrónica de estadios.
Este show fue la consagración en Estados Unidos con un guion basado en la tradición de Depeche Mode, pero dejando el terreno preparado para ese público que los fue a aplaudir, que se asomaba a la nueva década y que sería tomado por asalto por los de Essex con una obra maestra que, en este concierto 101, recién estaba en gestación.