Conciertos que hicieron historia: Iron Maiden en Rock in Rio (1985)
Bruce Dickinson lo dijo alguna vez: “fue la mejor gira que hayamos hecho y fue, también, la peor; casi nos hizo disolvernos para siempre”. Iron Maiden, en el peak de su popularidad ochentera, salió a promocionar “Powerslave” (1984), disco que se basó en una temática relacionada al antiguo Egipto y que la banda quiso trasladar al espectáculo en vivo; para eso, se construyó un templo completo con jeroglíficos y tumbas y un Eddie momificado, de nueve metros de altura, lo que prometía un espectáculo pocas veces visto en directo. Y si a esto le sumamos que para 1985 Latinoamérica era un continente ignorado por bandas de rock, el llamado circuito rockero se limitaba a Estados Unidos, Canadá, Europa y Japón, la llegada de este tipo de conciertos despertó un interés inusitado. Rápidamente prendió la idea de realizar un circuito en una gran ciudad de Sudamérica, escogiéndose entre el 11 y el 20 de enero de 1985 como 10 días de “invasión rock”. El éxito y la historia que se escribieron tras ese Rock in Rio ya son conocidas, y los Iron Maiden fueron protagonistas de esa locura Made in Brasil.
Unos golpes de baqueta y una melodía de guitarra abren “Aces High” y las leyendas de la música entran a escena a dejar claro porque eran lo que eran (y son). Sonando muy, muy parecido al disco y Bruce alcanzando, sin fuerza, las altas notas vocales del tema, golpearon fuerte con esta gran carta de presentación. A partir de aquí se escribe la verdadera Biblia del heavy metal, si no sabes lo que es el heavy este show te da una visión fidedigna del género. “2 Minutes to Midnight” es otra tromba, otro tema que causó furor por su velocidad y por su juego en los tiempos; va desde un coro lento y se acelera cuando entra Bruce. “The Trooper” es el tercer tema en el setlist y es un referente a la hora de entender el heavy de los ‘80. La velocidad, las guitarras y ese comienzo en silencio donde, pocas veces, Bruce ha cantado la estrofa sin acompañamiento de 80.000 personas, hablan por sí solos.
El solo de Adrian Smith sonó como un himno que sería, con los años, insignia de la banda. El sonido es espectacular y Bruce hace un acto por sí solo en la interpretación, juega con la gente, los hace gritar hasta lo más alto cuando empiezan los acordes de “Revelations”, otra que suena perfecta; sólo llevamos 15 minutos de show y ya nos hemos servido una demostración de ejecución del mejor metal, de ese que todos querían escuchar y en un escenario tan desconocido como era un festival de música. El público participó a full con el juego de brazos propuesto por Bruce, un frontman imprescindible. «Flight of Icarus” suena tremenda, potente, juego de voces en equilibrio con la batería, la que es protagonista del tema; y vemos a Steve Harris con su clásica postura apoyado sobre los monitores y apuntándonos con su bajo. “Rime of the Ancient Mariner”, ¡qué gran trabajo! Un tema por sobre la media, lleno de magia, de poesía, de ejecución; nadie se cansa de esos cambios de ritmo, de la lentitud y letargo en la que caen esas guitarras en medio del susurro de Bruce, para luego explotar hacia lo alto en un juego de luces y humo tan propios de esos años.
“Powerslave” sigue la tendencia de buen equilibrio entre las guitarras, la batería y la voz de Bruce, la que se eleva y baja a pesar del esfuerzo; es una delicia escuchar los solos y punteos de los grandes Murray y Smith. Pocos guitarristas consiguen esa elegancia sobre el escenario. Luego, un solo magnifico de Dave Murray; 3 minutos para sentir la devoción de esas cuerdas. El público explota ante los acordes de un emblema del metal: “The Number of the Beast”. El bajo se llena de gloria en esta entrada mientras Bruce fuerza su voz hasta lo más alto… con un «yiaaaaaaaaaa!!!!!…», es una invitación al desahogo, a sentir a fondo un tema perfecto en ejecución. Y qué decir cuando Bruce sube sobre sus hombros a Smith. La locura. “Hallowed Be Thy Name” es otro soporte del metal ochentero; las melodías, ritmos, la temática…todo potenciado por los aplausos del público, la entrada calmada y la explosión posterior.
Bruce interpreta a la perfección. “Iron Maiden” es un temazo. La guitarra sube en intensidad, el bajo se mete con fuerza, la batería se desenfrena, la gente salta y se agolpa a la reja mientras aparece la momia gigante, la que intenta bailar moviendo sus vendas. En el bis, Bruce presenta a sus compañeros, manda a todos al infierno y empieza el acorde clásico de “Run to the Hills”…el público enardece, salta y grita este himno. Sin duda era uno de los temas más esperados de esa noche. “Running Free” sonó de gran factura, el público participa y se entrega a la doncella, los riffs demuelen, no agotan tu energía, a pesar de llevar 1 hora en acción. Las 500.000 personas caen en el juego de corear ante el pase del frontman… 500.000 personas gritando running freeeee!!!… Bruce está sorprendido y se anima a hablar en español y se declara agradecido de ser la primera vez de Maiden en Brasil. “Sanctuary” cierra este show con poderosos riffs y mucho ánimo; lo principal es que la voz de Bruce no denota cansancio y logra las mismas notas (o muy parecidas) a las que se registran en los discos editados hasta ese momento…4 escudos infranqueables para esta gran banda.
Las letras han sido imitadas por cientos de grupos de, prácticamente, todos los estilos; miles de personas en el mundo han aprendido a tocar sus composiciones y no es posible contar el número de bandas que citan a los británicos como influencia o versionan sus canciones. En este show en Rock in Rio ’85 se plasman algunas canciones que es difícil que presenten hoy en día, por tanto, repasar este concierto es ir a lo esencial, a la creación llena de pasión y poesía que siempre ha distinguido a la doncella. Sin duda, uno de los grandes conciertos del rock porque de eso se trata Maiden, de demostrar lo grandes que son, más aún en vivo.