Conciertos que hicieron historia: Journey en Viña (2008)
Fue el segundo certamen viñamarino, de aquella época, televisado en conjunto por TVN y Canal 13. Destacó por la potente inyección anglosajona retro que tuvo la parrilla, a cargo de tres debutantes en suelo nacional: Earth, Wind & Fire cerró la primera jornada; Journey abrió la segunda, y Peter Frampton hizo lo mismo en la tercera. Y como si aquello no hubiese sido suficiente; un día después fueron puestos juntos, en un arrollador cartel dentro de Santiago —en una de las últimas veces que abrió sus puertas a espectáculos el Estadio San Carlos de Apoquindo. De ellos tres, Journey era quien tenía una deuda pendiente: iba a ser parte del Festival de Viña 2006; estaba negociado, anunciado y con todas las entradas vendidas. Pero apenas cuatro días antes cancelaron, debido a “graves problemas de salud” de Steve Augeri —el vocalista de por aquel entonces. Kansas terminó siendo llamado de emergencia en esa oportunidad, como reemplazo de último minuto.
Luego de ello pasó agua bajo el puente: el ya mencionado vocalista quedó fuera de la ecuación, y tras un fugaz paso de Jeff Scott Soto, los oriundos de San Francisco quedaron a la deriva. Encontraron hacia fines de 2007, a través de YouTube, en el sudeste asiático a un filipino de nombre Arnel Pineda; miembro de una banda tributo —una versión del siglo XXI de la historia de Judas Priest y Tim “Ripper” Owens. Se lo llevaron a Estados Unidos y comenzaron los ensayos, pero sin ningún concierto de por medio hasta el 21 de febrero de 2008: Viña del Mar, en la lejana Sudamérica —proceso completo que mostró, en detalle, el documental Don’t Stop Believin’: Everyman’s Journey (2012). Allí por ejemplo, previo al debut en las voces, el baterista Deen Castronovo se preguntaba qué haría el nuevo integrante en el escenario; debido a que nunca había cantado en lugares de tal tamaño.
El mismo aludido nos ilustra con lo que pasaba en los vestidores: “Me sentía preparado, practiqué mucho; estaba confiado. Pero en esa misma noche me dijeron que habría 18.000 personas en el público. ¿18.000? ¡Eso es mucho! Luego escuché el atronador aplauso. ¿Cómo podré encararlos? Comencé a aterrarme, la punta de mis dedos se entumecieron, mi respiración se volvió débil. Neal [Schon] me preguntó si estaba bien. Sí, lo estoy —dije con mis labios temblando. ¿Conoces ese tipo de miedo? Cuando te dicen que en dos minutos hay que salir a escena. ¡Oh, Dios, estoy muerto! ¿Conoces la sensación de vértigo? Estaba al borde del acantilado, y alguien con sólo tocarme me hubiese lanzado para abajo. ¿Has visto en las películas cuando de repente todos guardan silencio? Todo para y va en cámara lenta —incluso mis latidos iban a ese ritmo. Entonces le dije a Neal si podía irme a casa —mientras sentí mi cara deformarse. Pero cuando empezó el show, se hizo real para mí y vino el golpe de adrenalina; a 300 millas por hora”.
Porque cuando se apagaron las luces, y tras bambalinas se le escuchó a él mismo decir: “Alright! Hello, Chile! Are you all ready to put Viña del Mar on fire?!”, la Quinta Vergara estalló nada más con la apertura del teclado de Separate Ways (Worlds Apart). Siguiendo el molde de la inconfundible voz original de Steve Perry, Pineda además enseñó desde el primer momento la bomba energética que era; Castronovo viéndolo desde la batería saltando de aquí para allá, en sus palabras como un cruce de David Lee Roth y Bruce Lee. El pequeño cantante se destapó en un chasquido de dedos, pareciendo que toda su vida hubiese sido un domador de grandes audiencias. Y eso quedó claro con el correr de los siguientes 80 minutos. Rubicon, Stone in Love; como una de las mejores versiones en vivo de Ask the Lonely.
El jefe Neal Schon, y su Gilbson Les Paul dorada, firme secundando al pie del cañón; con los escuderos Jonathan Cain y Ross Valory. Y que tras la también mayúscula Wheel in the Sky, dieron paso al medio tiempo cargado al AOR marca de fábrica con Lights, Open Arms y Only the Young. Pasó desapercibido el doblete acelerado de Chain Reaction y Edge of the Blade; pero que decantó en otro punto alto: la introducción de piano de Cain, que antecedió a Faithfully, y el mazazo que fue Don’t Stop Believin’. Tras la entrega de, las ahora extintas, antorchas de plata y oro encendieron la fiesta con Any Way You Want It. Y tras la entrega de las gaviotas de plata y oro —por completo fuera de programa, con los animadores intercediendo por una canción extra ya cuando había comenzado el desmonte de los equipos; regresaron sonrientes para cerrar con Lovin’, Touchin’, Squeezin’.
Una verdadera muestra de clase, apoyada de una batería de éxitos aplanadora; enfocada al periodo 1978-83, por supuesto el material más brillante del repertorio. Pineda fue la estrella indiscutida de la velada, asimismo el responsable del refrescante nuevo pasar de la banda del escarabajo sagrado; que los ha mantenido ocupados con lanzamientos como Revelation (2008) y Eclipse (2011), junto con girar a sus anchas. Y para esa nueva piedra refundacional; nosotros estuvimos allí, en primera fila, para verlo con nuestros propios ojos.