Conciertos que hicieron historia: Los Prisioneros – Estadio Nacional (2001)
El alcance de sus canciones, la marca de la arenga social y la simplicidad de sus melodías hicieron de Los Prisioneros una huella indeleble en la historia del rock chileno. Pocas veces, o quizás nunca, una banda local había combinado tan bien los códigos del pop y el rock británico, con un mensaje político rotundo, casi de afrenta. Y todo este fenómeno transmitido a través de dos guitarras y una batería fue en plena dictadura militar, período en el que la difusión de la música luchaba contra una férrea censura.
La historia cuenta de éxitos, de discos trascendentales, de discursos que jamás se olvidaron. Pero el tiempo pasa, los problemas son más fuertes y las épocas cambian y el trío de San Miguel puso fin a su historia entrados los ‘90. Pero el año 2001 surgió el deseo (o la necesidad) de hacer algo muy en grande. Un gran concierto final (que se tradujo a dos fechas, el 30 de noviembre y 1 de diciembre). Las entradas tuvieron un valor de $6000 la galería y $8000 tribuna y cancha.
Y la gente respondió con ganas, porque más allá de las canciones hay una idiosincrasia nacida y criada en dictadura que parecía olvidada pero, tal como los temas de la banda, esa marca tampoco se había diluido y volver a sentir la lucha en canciones generó un impacto mediático inmediato.
El show partió con “La voz de los ‘80”, la que sonó más lenta pero pulcra. Se notaba mucha tensión es escena, quizás eso modificó los ritmos de un tema gigante. “Brigada de negro” también sonó más lenta pero se logró un buen resultado en las guitarras y los arreglos vocales. Cero interacción entre ellos, el fiato es sólo musical.
“Por qué los ricos” parte con un “¿nos echaron de menos?” de González. La mezcla se escucha recargada. “Jugar a la guerra” parte con un error en la entrada, lo que permite romper el hielo. El ritmo y la guitarra se afiatan bien y el tema sale muy correcto. “¿Quién mató a Marilyn?” también suena más lenta, algo común en todos los temas de “La voz de los ‘80”; pareciera que faltó aceitar esa parte del motor. “Paramar” es pura calidez, recogimiento, antes de entrar a otra reina de batallas como “No necesitamos banderas”. Lamentablemente la versión es distinta a la que uno siempre escuchó; faltaron efectos sobre todo en la guitarra. “Mentalidad televisiva” puso la nota más festiva y dio continuidad para la entrada de “¿Por qué no se van?”, otra que suena más lenta. La voz de González, con ese desgaste típico, asoma en pleno. “Muevan las industrias” sonó más dinámica, variada. El sintetizador creó buena atmósfera, a la altura, y sonó más contemporánea. “Por favor” se escuchó muy techno pop.
“Tren al sur” despertó la algarabía del público. Un tema emblemático de la segunda etapa de la banda, aquella en que Narea estuvo fuera y eso se notó en la intervención, casi nula, del guitarrista. “Que no destrocen tu vida” es un gran tema, pero que logró una interpretación sólo correcta; no fue de las más aplaudidas a pesar de su tremendo discurso. La versión del disco es gigante al lado de lo que logró en vivo. “El baile de los que sobran” es su himno y la gente lo sabe. Pero la versión no sonó emotiva. “Estrechez de corazón” se pierde un poco a pesar que sonó muy parecida a la original. ”Quieren dinero” le puso el tinte rock que la banda siempre guardó en su ADN: “La dedicamos a nosotros mismos”, dijo González, en alusión a la controversia que suscitó este retorno. ”Usted y su ambición” sonó en completo relax, ya el show estaba en el bolsillo: “Bueno, limamos nuestras asperezas. Miguel me devolvió la plata que me debía, así yo le pude pagar al Claudio. Y Claudio saldó sus deudas con Carlos (Fonseca)”, relata González. La gente comienza a pedir el abrazo, esperando un gesto de reconciliación de González y Narea, el que no se concreta, claro está.
“La cultura de la basura” fue una de las más sólidas de esa noche. Ajustadísimo el bajo y con una guitarra eléctrica potente. “Lo estamos pasando muy bien” y el típico «yeah yeah yeah», sirvió de telón para hacer referencia a lo mal que lo pasaron muchos chilenos en el Estadio Nacional. Se escuchan algunos vítores mientras va entrando “We Are South American Rockers”, el que tuvo, como varios otros temas, un leve cambio de letra. “Corazones rojos” era una de las más esperadas; se vivió a todo pulmón y fue coreada en grande. “Sexo” nuevamente baja la velocidad con respecto a la original. Es otra insignia dorada que desató los gritos de los asistentes. “Maldito sudaca” desató la plenitud interpretativa del trío; gran tema y la gente seguía pidiendo un abrazo.
“Mal de Parkinson” es un buen rockabilly muy favorito de ellos pero que, mirando el setlist, pudo ser reemplazado. “Latinoamérica es un pueblo al sur de Estados Unidos” también alteró su letra, apuntando a los norteamericanos: “Son los terroristas principales, mataron a Allende, Chile no puede estar del lado de Estados Unidos en Afganistán”.
“Nunca quedas mal con nadie” no tuvo grandes diferencias con la original. Sólida. “Generación de mierda” es un gran tema. Quedó fuera de “La voz de los ‘80” pero en este reencuentro la trajeron a colación, pero con harta energía menos. “Pa pa pa”, la verdad, sonó débil, tímida. González grita: “reconciliación, ni cagando”, a lo que Narea le recuerda, “oye, pero si nosotros nos reconciliamos”. “De Rusia con amor” fue un sonido lleno de nostalgia porque forma parte de una primera etapa, muy muy temprana y muy muy lejana.
Así terminó este show, este reencuentro, que simbolizaba el mirar atrás hacia una época sin identidad y que estos 3 san miguelinos tomaron, queriendo o no, transformándolo todo en una bravata cargada de discurso insolente. El problema es que siempre leímos acerca de conciertos incendiarios, llenos de furia, de sarcasmo incómodo, de recortes de revistas pornográficas que volaban al público, de burlas a todo y todos. Algo se escuchó de eso esas noches del año 2001. Eran Los Prisioneros en su despedida, en la que no importó si los temas históricos sonaron lejanos y con ritmo modificado, porque ni siquiera eso era lo mismo. Una linda noche, pero hay que seguir adelante, volver a casa y sacar el viejo casete. Ahí están Los Prisioneros para siempre.