Conciertos que hicieron historia: Metallica – Live in Seattle (1989)
En realidad, fueron dos noches de concierto, el 29 y 30 de agosto de 1989, en el marco de la gira “Damaged Justice”. Para muchos, se trata del mejor concierto en vivo que alguna vez ha dado Metallica, tanto así que se convirtió en el primer álbum en directo de la banda, lanzado en 1993. Este concierto exuda lo que son los “cuatro jinetes” de los ’80: hablar de la historia moderna del METAL. ¿Cuál era el contexto entonces? “Ride the Lightning” había vendido casi 6 millones de copias, sólo en EEUU, y tras dos años girando sin descanso, la banda había vuelto a Dinamarca para grabar en los estudios “Sweet Silence” uno de los álbumes trascendentales del género, el majestuoso “Master of Puppets”. Antes de eso, Cliff había muerto de manera trágica por lo que tuvieron que reclutar, rápidamente, a un reemplazante muy distinto, musicalmente, al formador de la banda. Así, se embarcaron, desde 1988 hasta mediados del 90, en una gira mundial de la que saldrían triunfadores en todas las ciudades donde descargaron su enorme energía. Explosiones, pasarelas, dos alturas de escenario, columnas, e incluso la figura de la estatua de la libertad sujetando la balanza, son postales que ya están inmortalizadas. Vamos al show!
“Blackened” parte todo esto con la energía que sólo este tema puede entregar; con una de las mejores intros del metal, muy sofisticada para el año, con el público enfundado en poleras negras y entregado a ver el show de sus vidas. Lars vitorea y pide aplausos. Bajo y guitarra suenan perfectos, sobre todo en el espectacular solo del medio, que hace años quitaron del tema cuando lo tocan en vivo; ahí, en esos 25 segundos, hay puro metal de raíz, de base, de ese que muchos quisieron aprender después. Un tema que es emblema en vivo (perdiendo fuerza sin el solo del medio, eso sí) que en Seattle ‘89 sonó imprescindible. El fuck you del fina; ya saben. “For Whom the Bell Tolls” tiene otra intro poderosa, mientras James insta al público a ser partícipe; los campanazos son reemplazados por fuerte guitarreo, el público no da más y corea el estribillo con todo, mientras que el “nuevo” Jason Newsted se estaba vacilando el show como nadie. El escenario era grande, amplio, lo que permitía el movimiento constante de los guitarristas y había un juego de luces perfecto, para un tema que finaliza con Kirk sacándole brillo a su guitarra. “Sanitarium” tiene un sonido limpio, las guitarras son protagonistas, mientras la voz de James sube y baja en tonos distintivos. En 20 minutos ya van 3 temas colosales, de lo mejor de sus discografía que, hasta ese momento, los encumbraban como una de las mejores bandas del género (ya trabajaban en el “Black Album” para que fueran “del mundo”). El final del tema es apoteósico, imprescindible.
James sigue “fuckeando” al público, el que está mojado en transpiración, casi exhausto (y queda más de 1 hora de show!) “Harvester of Sorrow” comienza con una buena conjunción de guitarras y la interpretación es de buenísima factura; se escucha a James con claridad y manteniendo la energía; tremendo solo de Kirk. No respiramos ni un minuto porque inmediatamente James da la entrada para una de las mejores interpretaciones del show: “The Four Horsemen”. Aparte de la energía propia del tema, en vivo es una ejecución de electricidad. El guitarreo que simula la cabalgata se logra perfectamente, el solo del medio es un espectáculo en sí mismo, junto con el cambio de ritmo de la batería; James es acompañado con locura por Jason en el coro que señala a los 4 jinetes que vienen a buscarte y a cobrar lo suyo; el yeahhhh! de James te retumba y deja al público completamente a los pies de la banda. Increíble interpretación.
James cambia guitarra, Jason respira un poco, Lars no puede creer como está el público. Jason conversa con la gente para comenzar con “The Thing That Should Not Be” para obtener otra excelente ejecución, con guitarras que suenan como un serrucho. James presenta a Jason, quien es vitoreado por la gente y él hace del bajo su compañero fiel en la ejecución de un solo. Se le unen las guitarras de James y Kirk y los 3, sentados, interpretan, casi sin luz, breves acordes de “To Live Is to Die”. Luego de esta pausa lenta y necesaria, son los tambores terribles de Lars los que anuncian que es hora de seguir rockeando y da la entrada al himno de la banda: “Master of Puppets”. El público entra en mosh delirante, James a todo pulmón, para llegar al momento vibrante del solo del intermedio. La mujer ciega que equilibra la balanza de la (in) justicia es iluminada en medio de este delirio de guitarras del ícono del álbum que arrasaba en el mundo entero, y le había dado a Metallica la talla de “grande”. Seguimos con la intro hermosa para “Fade to Black” y un momento más pausado entre tanto golpe de electricidad. Una gran interpretación vocal e instrumental, con cambio de velocidad en las guitarras y la batería. Hay que oír esto para saber cómo hacer de una balada un tema tan poderoso. Luego, James saca la fuckin beer ya que hace mucho calor y brinda por este gran público. Cita al “Kill ‘Em All” y parte otro himno, ese que tiene más de 30 años pero que ya no envejece: “Seek & Destroy”. Hacen un alto para hacer un chiste con un reloj para retomar con el doble de energía. La gente participa de todo el tema, los coros son apoyados por Jason a voz gutural. Por fin llega el momento del lucimiento de Lars en el intermedio, para completar el tema en armonía de banda, la canción es una bomba de energía. Son 8 minutos inolvidables.
Los rostros exhaustos del público son los primeros planos para un show que ya se graduaba de imprescindible, mientras entran los acordes de “…And Justice for All”, en otro despliegue rudo y energético.
Con los años le hemos dado el status que se merece a “One”, más que una canción, una obra, en cuanto a letra e interpretación. En ese 1989 era el primer tema que habían hecho video, lanzado por MTV, y que MTV tenía que repetir muchas veces debido a la demanda que la gente tenía por la banda (y por el video, que marca un antes y después para Metallica). Es tan hito como “Master of Puppets”. En este show, las luces suben y bajan su intensidad para simular ataques, y el headbanger del medio, bajo el mismo juego de luces, es alucinante. La batería es poderosa, ruda, las guitarras monstruosas y la interpretación está llena de fuerza para un tema símbolo. Y queda 1 hora de show!
Y para tener muy claro que estamos frente a la máquina Metallica, sigue la poderosa “Creeping Death”. Mientras la gente hace un buen mosh, James canta a todo lo que da otro tema que, en vivo, tiene su propio poder. Ya en ese tiempo el “die, die, die!” se escuchaba muy fuerte, desde ese tiempo que el público es el juez del circo romano en el que nos pone este sensacional tema; las risas de los músicos muestran que el terreno es fértil en este show y para el año completo que les quedaba de gira. Seguimos con Kirk y un solo fantástico, digno del maestro que es. Suenan los acordes majestuosos de “Battery”, uno de los temas más difíciles de tocar, sobre todo en la guitarra (según el propio Robert Trujillo, que adicionó tocando este tema para quedarse con el puesto de Newsted). Otra bomba de calor, lanzallamas por sí sola, ejemplo de lo que era el metal y de lo que debe transmitir un show en vivo. Fuck yeah! Sigue la fuerza de “Last Caress” de los Misfits y “Am I Evil” de Diamond Head, ambas interpretaciones manteniendo arriba el nivel instrumental. No pasa un segundo y la gente grita “Whiplash” la que es un delirio de juventud, de ritmo desenfrenado, de locura, de ese comienzo de los ‘80 donde el sonido garaje del “Kill ‘Em All” aún era replicable en un show en directo, aunque la banda ya estuviera consolidada; Jason se luce con su fraseo endemoniado, dándole rienda a su frustrado deseo de ser vocalista.
Lars tira las baquetas, James lanza la polera y se posiciona de la Fuck Em Up, mientras Jason mira al público como no creyendo lo que estaba pasando. Parten los acordes para “Breadfan” y todo termina en una fiesta, en un brindis con ese público que no bajó los brazos, a pesar de las 2 horas y media.
Y cuesta imaginarse cómo salieron vivos los que estuvieron en la primera fila, porque esto fue un desenfreno de principio a fin, comandado por los ídolos del metal, que estaban en su apogeo, que eran los dueños del género. Este show sería parte del Live Shit, que reuniría los mejore shows de la gira (junto con otro brindado en San Diego). Este show en Seattle fue una gran despedida para los ’80, pero la banda ya tanteaba que el público estaba a sus pies y que estaban preparados para otra propuesta, para una era nueva, donde deberían reinventarse y ser otros, pero para la posteridad quedaron eventos como éste. El Live in Seattle ’89 fue un acto imprescindible para el que gusta del metal, de sentir fuerza y energía frente a una pantalla, de envidiar (muchísimo) a los que estuvieron ahí. Newsted saldría de la banda y hasta ahora siguen con Robert Trujillo, desplegando potencia en cada escenario del mundo, hasta en la Antártica.
Seattle ’89, San Diego ’92, Monsters of Rock ’91 son tantos shows donde han mostrado su pasta, esa que te moldea y que es difícil de derribar aunque pasen los años. Esa pasta es lo que vimos en este show y que he tratado de describir de manera muy resumida…logar descubrir el por qué volaron tan alto. Sorry men, nada de lo que tú dijiste (tras el “Black Album”) detuvo a los 4 jinetes, desde mucho antes de esa noche de agosto del 89 y hasta ahora, donde ya anuncian nuevo disco.