Conciertos que hicieron historia: Moscow Music Peace Festival (1989)

Conciertos que hicieron historia: Moscow Music Peace Festival (1989)

Hablar de rock en la Unión Soviética era algo muy difícil, todavía más referirse a los conciertos internacionales; que no llegaban como consecuencia lógica de la Guerra Fría. Pero ya hacia fines de los 80’s el ambiente se hizo más flexible, gracias a Mijaíl Gorbachov que ya daba de qué hablar con la Perestroika y la Glasnost.

Con aquella situación más favorable, Scorpions dio el primer paso en abril de 1988: diez conciertos consecutivos en Leningrado —actual San Petersburgo, sumando alrededor de 350.000 personas que incluso llegaron desde Siberia. Le siguió una quincena de Status Quo en Moscú (agosto de 1988), una veintena de Yngwie Malmsteen entre Leningrado y Moscú (enero y febrero de 1989) y cinco de Pink Floyd en Moscú (junio de 1989). Aunque se veía abultada la cartelera a primera vista, se trataba de apenas un puñado de bandas —exclusivamente europeas; que aprovecharon la oportunidad que se les dio de llegar hasta allá, y tocaron la mayor cantidad que pudieron. Todo lo demás seguía estando en pañales.

Pero de repente, casi como por arte de magia, apareció en el mapa algo sin precedentes: el Moscow Music Peace Festival, pactado por la fundación Make a Difference para el 12 y 13 de agosto de 1989. Promovida como una cita anti-drogas para la juventud soviética, tomando el peor ejemplo como imagen: estrellas de rock. Por aquel entonces si le preguntaban a la persona tras la idea, el mánager Doc McGhee, respondería que su deseo era entregarle a los rusos su propio Woodstock. Pero por más noble que sonase, hubo mano negra detrás: el hecho fue que estuvo envuelto en un escándalo de drogas; y para evitar la sentencia de cárcel montó este espectáculo, con más de la mitad de los artistas representados por él mismo, para compensarlo.

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Pero si había que hacer algo, había que hacerlo en grande. El lugar elegido fue el Estadio Central de Lenin —actual Estadio Luzhnikí, que en 1980 recibió los Juegos Olímpicos, y que en 2018 fue el recinto principal del Mundial de Rusia. En tanto, parte de la logística llegó desde Reino Unido, mientras que MTV se encargó de la transmisión completa del evento con el formato pague-por-ver; además de ser lanzado de manera oficial el VHS/DVD con las presentaciones recortadas.

Bajo el lema East meets West, y con el pebetero olímpico encendido, se dio el vamos. Una gigantografía roja a cada costado, y el escenario giratorio adornado con estrellas blancas y fondo azul, se recibieron a siete bandas el día sábado, para todas repetir la misma función el día domingo. Y como broche de cada jornada, todos juntos hicieron algunos covers que incluían Hound Dog, Long Tall Sally y Give Peace a Chance; como también Rock and Roll teniendo de invitado especial al hijo de Bonzo, Jason Bonham. Con un estimado combinado de 200.000 asistentes, el festival se aseguró un lugar dentro de la categoría de culto, nunca vuelto a repetir y el único de su especie mientras todavía hondeaba la bandera del martillo y la hoz; más aún si de quienes se habla son nombres inmortales.

Como número de apertura se encontraba Skid Row, que sólo contaba con su disco homónimo lanzado siete meses antes. Desde el primer momento, entró como carta segura el histrionismo de Sebastian Bach; el elemento más destacable de un grupo que recién daba sus primeros pasos, todavía alejado de su gran Slave to the Grind, pero que para la fecha ya tenía sus hits iniciales para defenderse: Piece of Me, Big Guns, 18 and Life y Youth Gone Wild.

 

Continuando, Gorky Park eran los únicos locales de la parrilla. Formados en 1987, algunos meses antes publicaron su disco debut homónimo —co-producido por Jon Bon Jovi y Richie Sambora. Bang fue su single más exitoso y lo que más se escuchó de ellos en occidente, seguido de Try to Find Me. El resto de su carrera, y el par de placas que continuaron en los 90’s, rozó lo intrascendental; pero este show, que rondó la media hora, fue la mejor tarjeta de presentación en su mejor momento.

 

Cinderella fue un caso particular: tenían la imagen glam de la época, pero eran un verdadero cañonazo blues que presentaba Long Cold Winter. Y lo dieron a entender enseguida poniendo por parlantes Bad Seamstress Blues, para salir hambrientos a comerse el escenario con Fallin’ Apart at the Seams. Tom Keifer, con su micrófono, como el centro de las miradas; que a punta de agudos se guardó en el bolsillo al estadio completo.

 

Ozzy Osbourne llegó con No Rest for the Wicked bajo el brazo, y con una banda fresca y renovada: el recién descubierto Zakk Wylde en guitarra, Randy Castillo en batería y el veterano Geezer Butler en bajo. La introducción con O Fortuna, como de costumbre, y el “Let the madness begin!” para no dar tregua. Baldazos de agua, material solista, material de Black Sabbath; en una clave un poco más melódica por los teclados de John Sinclair.

 

Mötley Crüe ya tenía grabado Dr. Feelgood, pero sería lanzado recién un mes después. Por ende hicieron de cuentas como que todavía estaban girando con Girls, Girls, Girls; número que incluía a las coristas vestidas de motoqueras. Quizás la mejor vez que se le escuchó a Vince Neil, que siempre fue el eslabón más débil. Un show sin sutilezas y con la banda a mil por hora, que se afirmó en su repertorio más pesado. Además que, antes de la última reverencia, le tomaron prestada una página al libro de The Who y desbarataron los instrumentos.

 

Scorpions, en tanto y siempre en gran forma, ya eran superestrellas que volvían de nuevo con Savage Amusement. Saldaron así una deuda, por los conciertos cancelados que no pudieron dar en Moscú un año antes; y de paso quedaron lo suficientemente inspirados para luego escribir Wind of Change, musicalizando de esa manera el final de la Guerra Fría.

 

Como cabeza de cartel estaba Bon Jovi, que alcanzó la cresta de la ola con Slippery When Wet, en aquel punto presentando New Jersey. Jon Bon Jovi tomándose su tiempo, con abrigo y gorra del Ejército Rojo, para entrar desde la pasarela en medio de la cancha mientras sonaba la base rítmica de Lay Your Hands on Me. Muchas veces referido por ellos mismos como el concierto más potente de la gira; destacando la versión de Wanted Dead or Alive, condimentada con una guitarra acústica de tres mástiles cortesía de Richie Sambora.

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