Conciertos que hicieron historia: Nine Inch Nails en Woodstock ‘94
Trent Reznor era un inconformista. Quería llegar más lejos con su sonido y, como estrategia, decidió trasladarse a Los Ángeles para dar marcha a una obra definitoria: el disco “The Downward Spiral”. Este trabajo lanzaría al estrellato a la banda y pondría a la crítica a sus pies, ranqueando el álbum entre los top ten de toda la década. Pero 1994 no sólo sería el año de “The Downward Spiral” ni el año de las superventas; sería el año en el que llegarían a Woodstock 94, el que hasta hoy se recuerda como el show más emblemático de Nine Inch Nails.
La puesta en escena se considera una de las actuaciones más salvajes dentro del rock de los ‘90. Hagamos contexto: dos días antes del evento la lluvia no paró de caer; el exceso de agua convirtió el pasto de la granja, que sirvió de escenario para el festival, en un mar de barro, el que cubrió a todos los asistentes. Estos imponderables transformaron la presentación de Nine Inch Nails en un suceso inolvidable, ya que los miembros de la banda se lanzaron lodo, previo a salir al escenario, por lo que tocaron todo su repertorio embarrados en agua y tierra.
Se demoraron bastante en salir a escena y lo hicieron ocultos tras una densa bruma, la que cubría todo el escenario. Se percibe al público inmóvil, inquieto, mientras comienzan a sonar los primeros acordes. La cámara enfoca una especie de figura en el suelo del escenario, la que poco a poco se levanta y es ahí cuando contemplamos a Trent Reznor por primera vez. Se mueve torpemente; en ese preciso momento toma el micrófono y empieza la rabia y el descontrol de “Terrible Lie”. Danny Lohner machaca su guitarra y Robin Finck le hace la comparsa a Reznor. El escenario estaba adornado por unas columnas elevadas y es ahí donde ubicaron al tecladista James Wooley y al baterista Chris Vrenna. Pero es Reznor el foco de atención desde el primer minuto, danzando furtivamente y encarando al público.
Es imposible olvidar esa cara completamente embarrada. El lodo le otorgaba a Trent un aire violento, impulsivo, él era el dueño de la fiesta y lo manifestaba lanzando el trípode del micrófono por los aires y golpeándose la cabeza con el mismo artefacto.
Tras la onda expansiva de “Terrible Lie”, llega “Sin”. Danny Lohner toca unos teclados bestiales, alternando de manera perfecta con el bajo. Una luz azul hace una sombra tenebrosa en el escenario. Es el turno de lanzar la primera bomba: “March of the Pigs”. En ese momento el público reacciona y comienzan los mosh. Locura, gritos, desenfreno, mientras Chris Vrenna da golpes que lo ratificaban como un baterista brillante. El final es con Reznor al máximo, preparándose para uno de sus mejores momentos de la velada: “Something I Can Never Have”. Las luces se fundirían en azul para crear la atmósfera adecuada y así cobijar un tema de gran carga emocional. La canción lleva a Reznor a una especie de trance, lo que logró sacar un canto desesperado. La interpretación es dolorosa pero emotiva, muy típico en Trent.
El show siguió con la sintética “Closer”, uno de los momentos más álgidos de la presentación. El bajo fue una bestia, sonó muy bien, mientras los teclados le dieron todo el enigma que trasunta el tema, mientras la voz media sintetizada de Trent le dio todo un estilo. Otro gran momento es “Reptile”. Su pesado recorrido por ritmos industriales fue cediendo paso lentamente, coordinado por duras guitarras. La interpretación alcanzó oscuridad y el público acompañaba con gritos y vítores…totalmente entregado. El juego de luces también aportó al momento de frenesí.
“Wish” nos devolvió la rapidez del inicio, con el frenético ritmo de Vrenna, mientras la guitarra de Reznor volaba por el escenario. Con este tema comenzaría uno de los bloques más duros del show, pues le siguieron la versión de Pigface, “Suck” y el tema de la BSO de “Natural Born Killers” (“Burn”). Gritos, desesperación, público en mosh extremo, disfrute total.
Ante tanta rudeza, se agradece la tranquilidad de “The Only Time”, obra salida del gran “Pretty Hate Machine”. La voz de Trent suena muy industrial, con un efecto interesante para un en vivo, siendo otro aporte el que cambiaran el final del tema por uno alternativo, con guitarras puramente metaleras. Trent se desespera, baja hasta la primera fila, desatando la locura en la seguridad; al subir nuevamente al escenario, se tropieza con los cables del micrófono y deja la escoba, los técnicos deben auxiliar rápidamente la situación, pero Trent está en otra galaxia, absorto por la entrega que le exigía el tema. Wooley cobra fuerza, Finck se tropieza y se cae, todos quedan extasiados.
La fiesta sigue con otra de “Pretty Hate Machine”: “Down in It”. Tras ello, Reznor nos introduce en otro tema perteneciente a una BSO, en este caso la de “The Crow”. Con “Dead Souls” el show une a dos generaciones, las de Joy Division y Nine Inch Nails.
Ya queda poco para el final y “Help Me I’m in Help” comienza a sonar de manera hipnótica, y al juntarse con las guitarras de Reznor y Finck crean un mar de texturas. Este tema sirve de intro para “Happiness In Slavery” y la hora de romper instrumentos, de hacer estallar el escenario. Brutalidad sónica. En el intermedio, Reznor y Lohner se unen reinterpretando la parte intermedia a golpes de teclado; esto valdría para que la canción fuera elegida como material para la recopilación del festival. “Head Like a Hole” pondría fin a un concierto tan lleno de energía como de violencia. Sin duda, esto fue Nine Inch Nails en estado puro.
Este show fue el que más publico congregó en todo ese Woodstock ’94 y fue uno de los conciertos mejor evaluados por la crítica. Por su parte, Trent Reznor dijo que nunca habían sonado tan mal.Este concierto es todo un símbolo de una década y una total experiencia dentro de la historia de la banda, que justo ese año entraba de lleno a la masividad, sin dejar de lado el espíritu melancólico y nihilista de su propuesta.
El video completo, recientemente remasterizado y mejorado en audio e imagen: