En los días que vivimos una nueva versión del evento viñamarino, siempre recordamos algunos de…
Conciertos que hicieron historia: Rod Stewart en Viña (2014)
La otrora voz de The Faces tiene mucha significancia para Chile, en especial para Santiago: se adjudicó el primer mega concierto realizado en el país (Estadio Nacional, 1989) —periodo en que todavía imperaba la dictadura de Augusto Pinochet, pero ya con fecha muy próxima de caducidad debido al plebiscito realizado un año antes; hecho de suma importancia que ni siquiera recuerda Rod Stewart, pero sí su mánager. En cambio, tiempo después, Viña del Mar quedó esperándolo sin que llegase: estaba pactado para la edición 2002 del certamen de la ciudad jardín, cuya bajada se avisó apenas con tres días de anticipación —por la cancelación de los demás conciertos sudamericanos y haciendo inviable el viaje; cuya salida de emergencia, para palear el vacío, fue pactar una doble función de Chayanne.
Tuvo que pasar mucha agua bajo el puente para que fuese fichado nuevamente para la misma cita, como el flamante número anglosajón de la versión 2014. Eran tiempos en que el Festival de Viña lo comandaba el canal Chilevisión (2011-18), quien prescindió de bandas de habla inglesa —con la excepción de Jamiroquai y Europe; optando por cantantes consagrados, solistas de antaño, perfil ideal para Stewart. Asomando como la atracción principal, abriendo la quinta noche —27 de febrero; con una incandescente Quinta Vergara, cuyo arco de luces emuló a la antigua concha acústica depuesta en 2001.
Con varias últimas producciones bajo el brazo, la última de ellas siendo Time (2013), Rod optó por lo seguro: sus clásicos comprobadísimos e inoxidables —independiente si sean de propia factura o no. Primó por sobre la voz, que apenas pudo sobrellevar la tarea, a un despliegue conjunto; ello por el gran respaldo con que se contó, una cuasi big band —todos vestidos de gala, excepto la desfachatada y excéntrica figura central. Porque más allá de los enternados tecladista, baterista, bajista y guitarristas; destacó la figura de siete mujeres, que apoyaron algunas en cuerdas, otras en percusión como así un tridente corista —que relucieron por sobre todo para Rhythm of My Heart.
Acercándose a las dos horas, hubo espacio para todo tipo de muestra: la propia hija de Rod, Ruby, en la individual con Just One More Day, y cantando a dúo con su padre Forever Young. La primera exaltación colectiva, casi comenzando, con Young Turks. Un segmento acústico de tres temas, al que se añadió media docena de violinistas chilenas, cuyo inició fue la sensible The First Cut Is the Deepest —original de Cat Stevens, quien llegaría al mismo certamen al año siguiente. Lucimiento de los músicos, mientras Stewart se tomó un respiro, para tomarle prestada Proud Mary al catálogo de Creedence. El rock más clásico, además del cover de Sweet Little Rock ‘N’ Roller, que lo otorgó Hot Legs; mientras el blondo cantante lanzó al público decenas de balones Brazuca —que relucirían dentro de cuatro meses en el Mundial de Brasil 2014; costumbre muy futbolera suya que combinó con el bombo de la batería adornado por el trébol de cuatro hojas, insignia del Celtic Glasgow. O bien transformando al anfiteatro en una discoteca, para el bis, con Da Ya Think I’m Sexy; antes del delicado cierre de Sailing.
Se trató de un sólido mazazo de primer nivel, dentro de una época no muy inspirada del Festival de Viña —que a ratos llegaba a lo chabacano; con animadores que no estaban a la altura, o la muy señalada mala costumbre de regalar indiscriminadamente los galardones de oro y plata. La importancia de la llegada de Rod Stewart fue primero saldar una deuda de mucho tiempo, y segundo recordar el valor que posee aquel entarimado; dándose por satisfecho ambos aspectos.