Conciertos que hicieron historia: Roger Waters, The Wall – Live in Berlin (1990)
Tras veinte y ocho años, en noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín —tomado como uno de los hechos que le fue poniendo fin a la Guerra Fría. Tan sólo ocho meses después de ello; un combinado de artistas, capitaneados por Roger Waters, se tomó la capital alemana para un concierto que marcó precedentes: The Wall – Live in Berlin.
Tras nueve años de haberse terminado la gira promocional de The Wall (1979), una de las obras cumbres de Pink Floyd; su artífice, solista para ese entonces, decidió que era algo que debía realizarse. Escogió por fecha el 21 de julio de 1990, y la locación fue la Plaza Potsdamer; a unos pocos metros donde se encontraba el infame muro. Se contabilizó como público asistente a 350.000 personas —pero a último momento, accedieron otras 100.000.
Se desplegó un escenario colosal, una verdadera pasarela, junto con todo el aparataje que se vio en los show de 1980-81 —la versión arcaica de lo que nos volvió a presentar Waters, en el tour conmemorativo de 2010-13. Los ladrillos blancos que servían de telón con imágenes proyectadas, y que mientras transcurría el espectáculo lo cubrían todo, al centro el logo circular de los martillos andantes; pirotecnia, el cerdo inflable y las marionetas gigantes, que tomaron relevancia por la película de 1982. Con poco menos de dos horas de duración, se le volvió a dar vida a The Wall; en orden y completo —omitiendo The Show Must Go On y Outside the Wall, agregándole una del jefe para cerrar: The Tide Is Turning.
Escoltados de una pequeña caravana de motocicletas, salieron de una limusina los Scorpions. Era algo que debía ser de esa forma, la cara rockera teutona más visible en el resto del mundo; y estuvieron allí dando la bienvenida como anfitriones. Ya un año antes, encabezando un festival multitudinario en Moscú, palparon en primera persona los cierres de ciclos que comenzarían a venir; que fue inspiración suficiente para que publicaran, a fines de 1990, su inmortal Wind of Change. En esta cita se les encomendó abrir los fuegos con In the Flesh? —y, en la segunda parte, regresaron como soporte para otra versión de la misma; además de Run Like Hell.
Desde el segundo tema, The Thin Ice, asomó de quien ya estábamos hablando: Roger Waters, acompañando a Ute Lemper —otra alemana, de hecho. Pero las pulsaciones toman fuerza entrando The Happiest Days of Our Lives, seguida de Another Brick in the Wall (Part 2) —Cyndi Lauper tomando la figura central. Con ello comenzó el desfile de estrellas en los puntos altos, como Sinéad O’Connor en Mother; Bryan Adams para el doblete de Empty Spaces y Young Lust, o Van Morrison con Comfortably Numb.
Para los medios tiempos Waters era quien dirigía, como en One of My Turns o Don’t Leave Me Now; a ratos seguido de la Orquesta Sinfónica de Radio Berlín, que fue partícipe en varios de los pasajes; en especial por la mitad, Is There Anybody Out There? o Nobody Home, por nombrar un par. También en uno de los momentos que caló fuerte: Vera, mientras se proyectaron postales de la Segunda Guerra Mundial, dándole paso a Bring the Boys Back Home; presentándose un muro de los caídos, y apareciendo un coro y banda militar del Ejército Rojo.
Ya para la última parte, tampoco se dejó afuera el tono teatral que magnificó la ya mencionada película, protagonizada por Bob Geldof; esta vez Roger tomando el papel de Pink como dictador, en cuatro de las últimas canciones, antes de entrar en la recta final de The Trial —un despliegue en sí, que incluyó a actores que plasmaron a los personajes: el fiscal, el profesor, la esposa, la madre y el juez.
Lanzado exactamente un mes después, tanto en audio como video, se transformó en todo un legado; con una grandilocuencia única, es una celebración que recibe con brazos abiertos a un país que estaba ad portas de la reunificación —de manera oficial el 3 de octubre de 1990. Y que fue la última señal de vida del bajista, junto con la placa Amused to Death (1992), hasta recién fines de la década; cuando en 1999 arremetió con la gira In the Flesh —con la cual volvió a la actividad periódica. Lo demás es sólo otro ladrillo en la pared.