Crisálida – «Niños Dioses»: Una oda a lo simple
El quinto larga duración de los nacionales se consagra como uno de los grandes lanzamientos del año
«Niños Dioses» fue un disco concebido no sin varios hitos importantes para la banda santiaguina. 9 años de trabajo desde su anterior lanzamiento; cambios en la formación; y el repentino fallecimiento de la madre de uno de sus integrantes previo a la publicación -por nombrar solo algunos de conocimiento público- marcan un album que llega con energías transformadas y con una peculiar madurez, propio en aquellos que se ven obligados a adaptarse a los vaivenes del destino. Crisálida nos trae en esta ocasión un disco de canciones más breves, directas e íntimas, sin perder el característico sello progresivo y fusión con raíces folclóricas como lo que nos tienen acostumbrados desde sus inicios por allá a finales de los 90.
Y como el destino parece ser un tema central en esta obra, el recurrir a las leyendas de niños y niñas de culturas andinas ofrecidos como sacrificios para ascender a la eternidad se vuelca en una simple pero acertada decisión. Con ritmos en 6/8 propios de los ritmos de raíces y guitarras de 7 cuerdas afiladas dentro del metal más duro, el viaje de 40 minutos de música realza la relevancia y vigencia del actual quinteto local.
«El Niño» inicia el album siendo uno de los temas ya ofrecidos como adelanto, el cual fue tocado además en varias presentaciones durante el 2024. Aludiendo a los restos bien conservados encontrados en la icónica meseta de la Región Metropolitana de Chile en los años 50, el corte delimita el recorrido posterior que tendrá el álbum, donde los cambios de matices destacan desde el principio siempre guiados por una Cinthia Santibañez inmersa en su papel. «Destino» ofrece un momento más pesado y crudo, una lucha directa contra lo elegido por voluntades externas a uno. «Volcano (La niña del Volcán)» sigue la misma ruta, destacando la amalgama creada entre las guitarras de Damian Agurto y Augusto Maldonado junto a la batería. «Si Digo Adiós» es uno de los puntos fuertes del álbum, una balada ligera y a la vez poderosa que transmite desde sus primeros acordes la esperanza de que ante una despedida, se puede volver. Siempre se agradecen la inclusión de texturas sutiles y diversas a las canciones, como el bajo fretless de Braulio Aspé en este caso.
Pasando a la segunda parte del album, «Küntur» -que en quechua significa cóndor – y «La vida no basta» vuelven a llenarnos de sonidos afilados y pesados, logrando equilibrar melodía y precisión con velocidad. El viaje, por supuesto, necesita siempre una cuota de rabia. «Irás al Sol» ofrece un nuevo reposo musical con atmósferas etéreas y segmentos de riffs progresivos cercanos a ratos al djent, reforzando la llegada de nuestros protagonistas a la divinidad. «Respira» es la canción más lenta del album, un preludio a la final «Niños Dioses», canción que da nombre al disco y es sin duda una de las más potentes de la banda a la fecha. Ya entregados a su destino y nuevo papel en el Apu -la divinidad en quechua-, mirar en perspectiva desde otra posición nos vuelve a mostrar que lo simple puede ser una buena forma de transmitir lo complejo, y que resonar con un mundo respondiente nos puede traer nuevas sorpresas.