Accept en Chile: Desplante y actitud
Y finalmente llegó el tan esperado lanzamiento del sello Nuclear Blast, que tuvo residencia en el Teatro Caupolicán, un sonido espectacular con Accept e increíbles sorpresas.
Parasyche
Todo comienza cuando se suben al escenario a las 20.00 en punto los nacionales Parasyche, la banda del Youtuber Nico Borie, quien posee ya más de 400 mil suscriptores en su canal y para rematar, hace menos de una semana compartió escenario junto a David Ellefson de Megadeth junto a otros músicos nacionales. Con uno de los hits destacados de su LP “Insanity origins”, «Cachafaz», Coreada al unísono por los fans más puros de la banda, le dan la bienvenida a los chilenos. Desde el minuto 1 demostrando que merecen estar en el escenario más que nadie, Matías Becerra se luce con su Mayoness de 7 cuerdas al centro abriendo paso al solo. Con riffs pegajosos y una química imponente entre Becerra y Borie, saludan al público y abren la segunda canción. “The treason” muestra un contacto más claro de la banda con el público. El poderoso bajo de Cristian Suarez se destaca por su consistencia y sonido. Por otro lado, Borie tuvo algunos imprevistos en voz y su guitarra Telecaster al comienzo del show. “Te importa una mierda”, canción de connotación social comienza con un gesto de ceguera por parte de la banda, en honor a los heridos con pérdida ocular en las manifestaciones las últimas semanas. El gesto es ovacionado y repetido a la mitad de la canción por la banda completa. Una muestra no política de apoyo al movimiento.
«The wolf inside” comienza con un tapping en conjunto de Matías y Borie que marca una diferencia notable al resto de las canciones. El sonido ya no presentaba ningún inconveniente. Se nota en la canción una influencia de metal más clásico. Nicolás España en la batería no hace más que lucir su talento e impecable desempeño en las percusiones. Para finalizar, “Vesania”, otro de los hits conocidos por el público de la banda, suena para cerrar el show. Para esta canción los músicos ya tenían un desplante que hicieron olvidar lo nerviosos que se notaron al principio del show. Se bajan del escenario con una absoluta ovación de un Caupolicán muy satisfecho. Siempre es bueno tener buenas bandas para abrir los shows internacionales y los chilenos cumplieron.
Accept
Después de un breve lapso, se descubre la escenografía escondida bajo grandes telones negros. De fondo una ilustración de lo que podría ser una cárcel tipo campo de concentración, con portones blindados de metal y la clásica Reichsadler “águila imperial” al más puro estilo de Dachau, siempre con una luz roja apuntando a ella. A los laterales, la escenografía continúa con unos bloques que simularían las murallas metálicas y robustas de esta cárcel. ACCEPT pisa el escenario a las 21:00 horas en punto.
Para abrir fuegos, “Die by sword” fue la primera elección de un vasto y poderoso concierto. En una salida más que épica, el batero Chistopher Williams se sube al sillín a escuchar los gritos del público. La banda se presenta al escenario en su nuevo formato de 6 integrantes, destacando la entrada de un tercer guitarrista: Philip Shouse. Comienza el show con un Caupolicán a 3/4 de su capacidad final. Como es costumbre, Wolf Hoffmann desde que tomó su guitarra comenzó a conectar con su público.
“Stalingrad” es un tema más clásico que tuvo al público saltando de principio a fin. Un tema coreado por gran parte de la audiencia. El cantante Mark Tornillo nos demuestra que la edad no es problema: simplemente, mientras más viejo, mejor canta. Sumamente conectado, se notaba una enorme sonrisa en su rostro. «Restless and wild”, “London leatherboys” y “Breaker” cierran la primera etapa del concierto. Perfectas para demostrar que saben lo que hacen sobre el escenario. Las constantes coreografías a tempo perfecto y las intervenciones de Hoffmann y Shouse al centro del escenario brillaron. Se nota que a la banda le viene increíble su nueva adquisición.
Con un set perfectamente equilibrado entre lo clásico y lo nuevo, comienza “Life’s a bitch” con la introducción de Wolf, presentando a Shouse. Con puños en el aire el público canta “No regrets” y “Analog man” que suenan al hilo, con la más notable presentación de Uwe Lulis en guitarra y Martin Motnik en bajos. Entre solos épicos de Hoffmann y Shouse, destacó en gran parte el show de luces. Atmosféra y musicalización perfectas, con una mención de honor al iluminador. “Final journey” se destacó por la activa participación de los guitarristas en el frente del escenario junto a Mark Tornillo. “Shadows soldiers” y “Princess of the dawn” son canciones especialmente queridas por el público, ya que hay secciones puntuales donde se puede cantar al unísono de las guitarras al más puro estilo de Iron Maiden. Un público más que conectado que ya a estas alturas no deja de saltar y cantar.
“Midnight mover”, “Up to the limit” continúan. Es imposible sacarles los ojos de encima. El desplante escénico y la pulcritud del sonido son agradecidos. Siempre es grato tener a bandas TAN profesionales en nuestro país, donde el metal no es límite para entregar un show coreografiado de principio a fin: Cada movimiento estada fríamente calculado y claramente ensayado. Vale cada peso la entrada. “Pandemic” cerró la primera parte del show, donde se abrió al centro de la cancha para darle lugar a uno de los clásicos más desordenados en la historia del metal. Gente saltando y la banda desde el escenario apreciando atentamente el gran y entretenido circle pit, donde el público no dejó de cantar en ningún segundo mientras corría en círculos.
Después de un breve encore, cierran el show “Fast as a shark”, “Metal heart” y “Teutonic terror”, manteniendo la euforia y el canto sin parar. Con un Mark Tornillo completamente en éxtasis, los gritos se escuchan más fuertes que nunca. Para finalizar, el broche de oro y clásico “Balls to the wall” despide a los alemanes en coro total después de un súper show de cerca de una hora y 45 minutos. Nada que decir, un desplante magnífico y un sonido para dar cátedra. Definitivamente, dejaron la vara más alta que nunca.
Por Rocío Muñoz
Fotos: Jerrol Salas