«Diabolus In Música»-Slayer: el diablo sonando a la moda
American Recordings, 1998
En 1998 las bandas metaleras insignes y clave de todo un movimiento importante estaban dándole la vuelta a la tuerca a su sonido. Si bien Metallica ya había optado por los sonidos hard con los «Load» y «Reload», Megadeth por su parte con «Cryptic Writings» en ’97 derivaba a un sonido mucho más accesible y ganchero, en tanto Anthrax enfilaba fuerte y derecho también por el sonido mainstream que habían conseguido en la década junto a John Bush. Slayer no iba a ser la excepción, pero esta vez —y al contrario de sus contendores del podio de honor del Big Four metalero—se engancharon del movimiento que estaba emanando con creces por ese entonces: el nu metal, el groove y el metal con ganas de saltar, y bastante. Y que tenía a sus reyes con corona probada en esos años como Korn y Deftones.
Lo notable, es que supieron mantener su esencia siniestra, caótica y diabólica. Al ver la portada y título cualquiera pensaría que se trata de uno de los discos más oscuros de la banda, y pues en la temática mantienen todo, con la idea esta de la Inquisición, de la marca de Diabolus In Musica, el tritono, la herejía medieval de quienes tocaban notas no aptas para la iglesia.
Y justamente es la religión que se toca una vez más, pero como siempre—y como era la tendencia de la banda en sus álbumes de los noventa—todo venía en el paquete: asesinos en serie, la violencia, la guerra, el holocausto y la locura, en un disco que suenan bastante brutales para haber sido adaptado «a la moda», pues la lectura propia de Slayer en parte fue convincente como para no creerles que este vuelco tenía argumentos para ser escuchado, más que mal eran Slayer. Las conjeturas y debates de sus fans no amainaron eso sí, hubieron muchos que abrazaron esta nueva cara de la que ya se había revelado un poco en «Undisputed Attitude» (su disco de covers hardcore/punk) y los incondicionales del thrash vieja escuela de discos como «Hell Awaits» o «Reign in Blood» no lo aceptaron del todo, o algunos muy a regañadientes.
Es el álbum “dilema” de Slayer, donde tenemos piezas de avance más lento (casi como nunca en su carrera) como ‘Bitter Peace’, la rapidez y el gancho directo de ‘Stain of Mind’, con las distorsiones vocales de Tom Araya casi como acto de entretenimiento y con Hanneman y King que no ponen mayor esfuerzo en sus riffs, además que los solos no abundan mucho que digamos, en lugar de optar por una pesadez en todo. Sin embargo, el disco agrada, si bien Sepultura optó por derivar su sonido al groove con tintes folclóricos de su tierra natal (algo que Calavera exportaba a Soulfly por estos años), Slayer lo hizo poniendo siempre la oscuridad por encima. Hanneman quería a toda costa un cambio: “Estaba buscando algo que superar; pero nada me impresionaba. Nada sonaba realmente agresivo y lo suficientemente duro para inspirarme a superarlo, así que tuve que inventarme mi propia mierda”, dijo, de alguna forma aludiendo que quería usar a Slayer como herramienta para superar lo que estaba dominando el metal en aquel momento.
Hay tracks bien olvidables eso sí, (‘Scrum’, ‘ ‘Screaming from the Sky’) lo que claramente no nos va a dejar sentenciar que esta es una de las obras maestras de la banda, pero el enfoque no deja de ser llamativo: ‘Death’s Head’ igual sacude el cráneo, e ‘In The Name of God’, que posee una letra acusadora contra los que usan la religión como arma de mentiras y avaricia, excede en gritos por parte de Araya, pero ‘Overt Enemy’ se mantiene bien fiel al sonido «Divine Intervention» con unos buenos brochazos de modernidad, sin duda.
Hoy en día no es mal ejercicio darle una vuelta, tanto para recapitular una época de recambio en el metal, como para dar cuenta de las evoluciones con que se atrevía la que sigue siendo considerada como una de las más grandes bandas de metal de la historia.
Por Patricio Avendaño R.