Disco Inmortal: Aerosmith – Get a Grip (1993)
Geffen, 1993
Los Aerosmith son clásicos, gigantes del rock. Sin embargo, muchísima gente los identifica como una banda de éxito ochentero, sin considerar que comenzaron su carrera en el clásico rock de los ’70, más cargado al ruido y más falto de respeto en las letras. Y esta visión de numerosa cantidad de personas se debe, principalmente, al éxito del álbum “Get a Grip”, el que les permitió descubrir una veta más melódica y también más mediática. No faltaron, por esos años, las voces de escandalizados fans al ver a su banda en los medios y haciendo soñar a los adolescentes con letras edulcoradas y demasiado amorosas, pero es innegable que este álbum les permitió recuperar el control, ese que estaban logrando desde finales de los ’80 y que se basaba en dejar atrás las adicciones, olvidar problemas personales y lanzarse a grabar trabajos que perduraran. Y tras esa máxima, nacieron los significativos “Permanent Vacation” (1987) y “Pump” (1989), que habrían de devolverlos a la primera división del rock duro.
El sucesor, “Get a Grip” (1993) fue la consolidación absoluta porque fue manejado como superventas y se transformó en la principal tarjeta de presentación para ampliar la cosecha, fuera del rock, como negocio. Visto desde la óptica actual, más de veinte años después de su publicación, el disco podría tener un halo negativo porque se aleja del rock más duro en detrimento de los medios tiempos y de baladas sobre producidas. Pero aunque muchos lo odien, simplemente “Get a Grip” está en el top ten de álbumes lanzados en los ’90.
El inicio es una breve intro que aporta poco y es más bien una declaración de intenciones, como un decir “aquí llegamos para rockear como antes”. Luego, parte “Eat the Rich”, uno de los clásicos noventeros de Aerosmith. Cumple muy bien su función, te mete en onda con guitarras interesantes. No decae el ritmo con “Get a Grip”, más rock duro pasado de revoluciones y un Steve Tyler aullando como se debe; Perry le saca fuego a la guitarra a base de riffs y punteos clásicos. Continúa el rock con “Fever”.Tyler saca la armónica y logra muy buenas notas, mientras que Whitford asombra con un gran solo, demostrando su habilidad. Sigue “Livin’ on the Edge”, un rock más tranquilo y una de las mejores canciones de la banda, resaltando su tono épico y de mucha influencia setentera. La letra sorprende pues dejan de lado el referirse a lo mundano y muestran preocupación por cuestiones más sociales, nada ególatras, como era su característica.
“Flesh” aumenta el ritmo pero no se escucha tan inspirada, lo mismo para “Walk on Down”, interpretada por Perry y en la que destaca, sobre todo, el espíritu del punteo de la guitarra. Un riff pretencioso e inspirado en sus éxitos de los ‘70 abre “Shut Up and Dance”, otra referencia al rock duro con las seis cuerdas como protagonistas, y Steven Tyler a gran nivel en la interpretación. Hasta ahora, el disco nos ha presentado potencia y actitud.
Hasta que llegamos a “Cryin”. Señoras y señores, acá les presentamos al Aerosmith que conoce la gran mayoría de la gente, a la banda que cae en la categoría de baladista, con lentos absolutamente creados como radiofórmulas y que se expandieron rápidamente por el mundo. Esta es otra cara del disco, es otro linaje, pero no seamos prejuiciosos; esta mezcla de baladas, que han sonado hasta la saciedad y que refieren a composiciones más bien mediocres, podrían incitar a evaluar este disco como insuficiente por los más rockeros; es una tentación, pero está claro que este éxito no fue azar. “Cryin” tiene una parte rock y otra más endulzada que no disgusta. Basa toda su fuerza en el coro pero hay que decir que le queda un poco grande a las habilidades vocales de Tyler. “Gotta Love It” es la peor composición del álbum, poco qué decir. Más movida es “Crazy”. Entiendo a la gente que le cansa porque no es una gran canción pero fue muy difundida, lanzó al estrellato a las dos modelos que protagonizaron el video y le permitió a la banda proponerse como autora de temas para el cine. No es menor el logro. “Line Up” sí se puede tener en cuenta porque se acerca al nivel de las que se ubican en la primera mitad del álbum, con mucho más power rock. “Amazing” tiene demasiada producción. Los arreglos de cuerda suenan muy dramáticos pero el estribillo es memorable, y ojo, que está Don Henley en los coros. El instrumental de cierre, “Boogie Man”, no aporta significativamente y se habría visto mejor como algo incluido dentro de algún tema.
Con todo esto, quiero decir que disfruto igual de las grandes canciones rock de Aerosmith, como de las que pertenecen a su faceta baladista y por eso mismo, “Get a Grip” merece una valoración superior a la que se le otorga desde hace años. Primero, porque le permitió a Aerosmith ser una de las pocas bandas de los ‘70 que supo reinventarse y tener un grandísimo éxito en los ’80 y ’90 (aún faltaba por editarse el infravalorado “Nine Lives”). Y segundo, porque consiguieron algo no menos importante: hacerse con una nueva base de seguidores, más jóvenes, con el que pudieron ampliar y renovar su corte de cara al futuro (y que estarán presentes en gran cantidad el día de su concierto). Ya no íbamos a escuchar al Aerosmith del potente “Toys in the Attic” (1975), pero esta época 1987- 1997 es igualmente disfrutable.
“Get a Grip” nace en pleno estallido grunge y logra salir airoso con la fórmula de la balada rock, de la cual los viejos Aerosmith se hicieron casi maestros y cuyos éxitos son parte de la banda sonora de una multitud de jovencitos que hoy, ya con varios añitos más, irán a aplaudirlos al concierto del domingo 2 de octubre, junto a los que añoran esa medio olvidada veta setentera. Toda esa rica historia trasformará ese show final en un gran concierto, con tintes de karaoke noventero. ¿Qué mejor?