Disco Inmortal: Aerosmith – Pump (1989)
Geffen, 1989
Tras el periodo de vacas flacas sin Joe Perry, entre 1979-84, el guitarrista regresó para el trabajo de reunión que pasó sin pena ni gloria —Done With Mirrors (1985). La formación original tuvo que esperar hasta 1987, al lanzamiento de Permanent Vacation, para otra vez enfilarse a la cima; con una placa que volvió a la costumbre de estar cargada de clásicos. Así, con la maquinaria ya entrada en calor, antes que terminase la década volvieron a dar otro golpe sobre la mesa; con el indispensable Pump, el 10° del catálogo de los oriundos de Boston, a través del sello Geffen el 12 de septiembre de 1989.
Acuartelados en Little Mountain Sound Studios, en la ciudad canadiense de Vancouver, con una clara elección tras las perillas: Bruce Fairbairn, productor con un agudo olfato de éxito radial, como ya había demostrado con Krokus en The Blitz (1984), el multi platino de Bon Jovi —Slippery When Wet (1986), como así el ya mencionado Permanent Vacation.
Y con un gancho de derecha, entra a toda velocidad Young Lust; seguida de cerca, en esa misma línea, por F.I.N.E. —acrónimo de Fucked Up, Insecure, Neurotic and Emotional; co-escrita por Desmond Child, un creador de hits único en su especie. Ambas dos inclinadas a la faceta lasciva, una verdadera mofa para alguien que de hecho es nombrada en la última: Tipper Gore —esposa de Al Gore; quien pocos años antes encabezó el PMRC, que intentó hacer una cacería de brujas contra la escena rockera.
La voz de la ascensorista, con su “Buenos días, señor Tyler, ¿bajando?”, es el pie para Love in an Elevator. Single promocional punta de lanza, que adelantó el disco, y suceso de talla mayor. Salida de una historia pre-sobriedad del vocalista: cuando de repente se halló en medio de un ascensor con un grupo completo de mujeres en batas y toallas, camino a su habitación del hotel, y una de ella apretó todos los botones e hizo paradas en todos los pisos; incluyendo algunos desnudos a la vista de las demás personas. También revisitando la época oscura, tras una apertura vocal armonizada, está la ganchera Monkey on My Back; que se aboca a la adicción de drogas —título en clave de jerga, que se refiere a una carga a cuestas.
Janie’s Got a Gun, otro single y punto alto, es el factor denso. Con una inusual dupla compositiva, de Tyler y Hamilton, aborda una cruda historia de una niña abusada sexualmente por su propio padre; a quien lo termina matando —idea que le surgió al cantante, tras leer un artículo sobre muertes a causa de armas de fuego en Estados Unidos, donde lo que presenta la canción no es un caso aislado; aquí siendo visto desde la óptica de la ella, que “escapa del dolor”. Por otro lado la banda da un inicio tímido, que va de menos a más hasta que estalla; Joe Perry aportando un solo de guitarra inspiradísimo. El videoclip tampoco fue dejado al azar, encomendado a David Fincher —que posteriormente dirigiría éxitos de taquilla como Seven (1995) y Fight Club (1999); con una alta factura, quizás la mejor de Aerosmith, y una tensión latente.
Con acompañamiento de cuerdas y bronces, asoma The Other Side; bajando las revoluciones, siendo la dinámica del Lado B de la placa. My Girl, un medio tiempo da paso a la bluesera Don’t Get Mad, Get Even; que recala en la pesada Voodoo Medicine Man. Y para cerrar, la power ballad que no puede faltar: What It Takes, una de las mejores del repertorio —donde de nuevo aparece la mano experta del ya nombrado Desmond Child. Enfocada al proceso post ruptura con una letra sentidísima, ahogada, al haber visto a una reciente ex novia ya con otra persona; rogando para que le “digan lo que toma dejarla ir, digan cómo se supone que el dolor se irá”. Contó con dos videoclips: uno grabado en el Longhorn Ballroom, de Dallas, un salón de música country con la banda atrincherada en el escenario tras reja de gallinero; y el que tuvo mayor rotación, con imágenes del detrás de las cámaras de la grabación del disco.
Pump continuó la buena racha que ya traía Aerosmith, elevándolos al siguiente nivel de popularidad; un gran segundo aire de su carrera en el que MTV jugó un rol protagónico. Más maduros, en este punto limpios por completo; algunos acusándolos de haber dado un giro hacia lo comercial, cortesía de la cadena televisiva, pero es innegable las dimensiones que volvieron a adquirir por las razones correctas: un rock soberbio de arenas y estadios. Y que a treinta años de su publicación, mantiene la misma vibra fresca y juguetona del primer día.