Disco Inmortal: Paul McCartney & Wings – Band on the Run (1973)
Apple Records, 1973
Escuchar Band on the Run allá por 1973, para los fans de The Beatles –y especialmente para los maccartnianos- debe haber sido lo más parecido a soltar el aire después de aguantar la respiración durante largo rato. Ciertamente, para ninguno de los integrantes de The Beatles fue sencillo lanzar discos de forma individual una vez concretada su separación, pero para Paul McCartney el camino fue particularmente rocoso. Mientras Lennon ya había adelantado camino en su trabajo con Yoko Ono –con The Beatles aún activos-, George Harrison tenía guardadas increíbles composiciones que nunca pudo incluir en el catálogo beatle, por ende armar un buen disco no fue difícil.
Desde el inicio de su carrera en solitario en 1970, Macca fue fuertemente criticado, y salvo por la buena aceptación que con el tiempo se le ha dado a RAM (1971), sus primeros lanzamientos estaban muy por debajo del nivel que se esperaba de él. Si a eso se le suma que Lennon, a esas alturas, ya había lanzado al menos dos discos de excelente nivel y Harrison había deslumbrado a todos con All Things Must Pass (1970), el maestro McCartney no lo estaba pasando nada de bien en aquel entonces.
Es por esto que Band on the Run, el quinto intento solista de Paul, y el tercero con su banda Wings, es un disco tan importante. Para uno de los puntales de lanza de la banda más importante del planeta, acostumbrado a estar siempre en el lugar correcto, rodeado de alabanzas y de permanente aprobación casi religiosa, volver a recibir aclamación universal por un disco era realmente importante.
‘Band on the Run’, la homónima canción encargada de abrir los fuegos, encarna a cabalidad todo lo que es el disco. Una canción tipo medley que transita del pop romántico al rock, y luego a la canción de estadio, de esas para corear a todo pulmón, tirar globos, challa y juegos de luces. Una composición repleta de colores. Luego de eso, los poco más de 40 minutos del disco se van por un tubo. Sin lugar para dobles lecturas, desfilan algunas que son tan rockeras como únicas e inspiradas, como la directa ‘Jet’, que si bien tiene la estructura urgente de una canción de rock, sin previo aviso insiste en saxos propios del pop más romántico, o graciosos coros de onda surf. El “Ho! Hey ho!” de ‘Mrs. Vanderbilt’ es sencillamente inolvidable, y la acústica ‘Bluebird’ deja más que claro el talento de Paul para escribir ese tipo de canciones. ¿Una favorita, aparte de las clásicas? La extraordinaria ‘Nineteen hundred eighty five’.
Al escuchar el disco, queda la sensación de que Band on the Run fue ejecutado por una banda tremendamente afiatada e inspirada, lo que no fue así. Este disco fue grabado, en su estructura básica, casi completamente por Paul McCartney, contando con el apoyo únicamente de Linda McCartney y Denny Laine, ya que los otros integrantes de Wings abandonaron la banda poco tiempo antes de partir a grabar el disco. La post producción, en este sentido, fue brillante, el aporte de Geoff Emerick fue clave, así como también la incorporación del saxo de Howie Casey. Mención aparte merecen los arreglos orquestales del maestro Tony Visconti (David Bowie), que hacen crecer de forma inconmensurable canciones como ‘Band on the Run’ y ‘Nineteen hundred eighty five’.
Por supuesto, el mejor disco solista de cualquier beatle no podía estar exento de anécdotas. Tal como cuentan los argentinos Sergio Marchi y Fernando Blanco en su libro The Beatlend: los Beatles después de Los Beatles (2011), McCartney eligió Nigeria para ir a grabar Band on the Run. Aparte de vicisitudes del clima y asaltos (con robo de demos incluido), también surgieron historias de esas que, por el calibre de sus protagonistas, adquieren carácter mitológico. Se cuenta, por ejemplo, que ‘Picasso’s Last Words’–la más loca, y única no radial del disco- fue fruto de un reto de Dustin Hoffmann a Paul durante una cena, donde el actor –incrédulo ante la idea de que el beatle pudiera escribir canciones sobre cualquier cosa- tomó una revista y encontró una frase de Picasso indicada como la última que pronunció: “beban a mi salud, porque yo ya no podré hacerlo”. Otra: durante la estancia en Nigeria, Paul y su gente fueron un día a ver a Fela Kuti, por ese entonces de gran fama. En el interludio, la comitiva recibió la visita de algunos de los músicos del nigeriano que, lejos de ser una visita de cortesía, era más bien para confrontarlo, asegurando que McCartney estaba ahí para “pedir prestadas” algunas ideas. El conflicto solo se resolvió cuando Paul invitó a Fela al estudio, y le mostró todas las canciones del disco, convenciéndolo de que éste no tenía ninguna influencia del afrobeat.
Ante la interminable y siempre entretenida disputa entre lennonistas, maccartnianos y harrisonistas, Band on the Run es el mejor golpe que Paul podría haber pegado. Así como Harrison pone sus hermosas e íntimas melodías sobre la mesa con All Things Must Pass, Lennon pone la visceralidad y compromiso social en Imagine y Plastic Ono Band, McCartney llega a la cima de su capacidad creativa con un disco maravilloso, que no es más que el manual de mandamientos del bajista: un paseo por las más diversas propuestas musicales, repleto de arreglos y recovecos, de sicodelia, rock y el pop de siempre, sencillo de oír y capaz de insertarse en nuestros cerebros para no salir nunca más.
Por Felipe Godoy Ossa