Disco Inmortal: Black Sabbath – Paranoid (1970)
Vertigo Records, 1970
Hablar de «Paranoid» de Black Sabbath es dirigirse justo a los inicios de la banda. Si bien es el segundo disco, sólo hacía unos meses atrás la banda había debutado con su homónimo (otro gran disco, por cierto). Eran tiempos en que las cosas estaban pasando rápido para estos cuatro tipos que arremetían desde la clase obrera de Birmingham, tiempos en los cuales ni ellos mismos dimensionaban la consecuencia casi brutal que iban a tener dentro de la historia de lo que todos conocemos como rock o heavy metal.
Y sí, 1970 fue una vorágine de situaciones para la banda, pero ellos supieron reaccionar rápido ante ello, la mayoría de las canciones de «Paranoid» se hicieron sobre la marcha, en los pocos ensayos que tenían, en la furgoneta rumbo a los conciertos, en las pruebas de sonido o las improvisaciones en vivo en el mítico Star Club de Hamburgo (sí, el mismo de The Beatles), donde eran contratados para tocar todo un día y no hallaban mejor cosa que hacer extensas jams de donde salieron grandes canciones (ya que mucho público en ese entonces no tenían) y todo esto en un plazo bastante corto, lo cual dice bastante de la genialidad que fluyó de ellos considerando la manga de clásicos que nos iba a ofrecer este álbum.
Y no habría más forma de catalogar a esta banda y al momento que pasaba como algo mágico. Tony Iommi convertido en una máquina de ideas al momento de sacar un riff tras otro, más la genialidad de Geezer Butler al seguir a la pata sus ritmos, las sendas arremetidas de Bill Ward en la batería y la lírica de un Ozzy que ya empezaba a contarnos historias muy interesantes, algo contingentes de acuerdo a lo que ocurría en la época y con una facilidad de hilvanar melodías impresionantes que ya daban para otra cosa.
Así, en ese contexto surgen cosas tan monumentales como ‘Paranoid’, curiosamente hecha una vez que el disco ya estaba casi listo, pero la discográfica necesitaba un tema corto, un single, algo que aderezara aún más este álbum. Bastaron un poco más de cinco minutos para que Iommi esbozara la idea principal del riff, que fue simplemente abrumadora e hizo que todos los demás corrieran a sus puestos (como si se tratara de un combate) a armar esta canción emblema de la banda, para qué hablar más de ella, si al escucharla habla por sí sola.
También está ‘Iron Man’, aunque la idea primaria fue de Buttler, quien era un constante asiduo a la ciencia ficción, en una época que las películas del género ya causaban gran sensación, y esta especie de visualización musical de un monstruo gigante de hierro como caminando lento y pesado de un lado hacia otro, Iommi y ese tan clásico sonido de su intro lo hizo tocando dos cuerdas a la vez en una improvisación bastante corta, aunque como se trabajó más tarde en el tema, con escalas ascendentes, descendentes, la sección de los doble bombos hacia el final que es prácticamente siniestra para rematar con un final al borde de lo sublime, es en lo que se convertiría y lo que la hizo tan grande e imprescindible dentro del amplio repertorio sabbathico.
El caso de «War Pigs» tiene su historia aparte, llamada ‘Walpurgis’ en primera instancia, un nombre ocultista sacado de la biblioteca de Geezer Butler, que quiso asociar que lo verdaderamente satánico era lo que venía del hombre y sus prácticas belicistas, cosa que no quedó del toda ajena finalmente, eso sí, previamente cambiando el nombre por consejo de la disquera, la canción aparte de sus riffs y de reinventarse sola una y otra vez, es un himno pacifista, quizá tan visceral como ‘Masters of War’ de Dylan o cualquiera del estilo de John Lennon.
Pero las historias seguirían, como dijimos, es un disco muy entretenido en su lírica, la cual solventada con estos pesadísimos riffs y genialidades armónicas, hace que nos podamos deleitar cada vez más. ‘Electric Funeral’ y ‘Hand of Doom’, la primera de ellas con una visión apocalíptica del mundo, en una época en que la paranoia mundial de ser víctimas de un ataque nuclear estaba a la orden del día, el tema y sus riffs de verdad que electrizan con una fúnebre marcha de desolación ante la idea de un ataque devastador. La segunda aborda el tema de la adicción a las drogas, pero puesto desde el punto de vista post-guerra (Vietnam) y de todos los jóvenes americanos que llegaron mutilados no sólo física, sino que también sicológicamente de ese lamentable episodio bélico. Dos temas totalmente interesantes para una banda que, por esos años era bastante mirada en menos desde el punto de vista intelectual.
Otro punto aparte es ‘Planet Caravan’, una delicia que descartaba la propuesta única del Sabbath agresivo, heavy metalero y que basaba toda su artillería en riffs potentes, una pieza delicada, con algunas congas incluidas de forma brillante, adelantada totalmente a su tiempo y donde por fin vemos a Osbourne cantando con una sutileza que puede sensibilizarnos hasta las lágrimas, esta vez en su lírica retratando una especie de amor espacial. Una belleza de canción. Por otro lado camina ‘Fearies Wear Boots’ una mezcla de pandillas de skinheads con una lisérgica letra; eso sí, la base bajo/ guitarra/ batería es de lo más sólido de la placa, siendo que no fue una canción que brilló tanto al estar parada al lado de tanto clásico junto.
Black Sabbath con este disco reconfirmó que algo innovador estaba pasando y saliendo de estas cuatro cabezas. La prensa y la crítica especializada nunca comulgó mucho con lo que estaban haciendo, tratándolos mal incluso, con declaraciones hasta crueles, pero la gente sí que lo hizo, y las ventas de este álbum no se condecían con como la prensa catalogaba a la banda y al disco, tratándoles de «cuatro obreros junkies hablando de tonterías». Pues bien, estas tonterías son las que han influenciado a ramificaciones inimaginables en lo que es este árbol genealógico de lo que llamamos rock, hoy en día Black Sabbath es un referente evidente, ellos inventaron el riff pesado en el heavy metal y eso, aunque pasen siglos, nadie nunca se los quitará y «Paranoid» sí que es un vendaval de riffs y buenas ideas, un disco que marcó a varias generaciones de músicos y lo sigue haciendo. Definitivamente, totalmente clásico e inmortal.
Patricio Avendaño R.