Disco Inmortal: Danzig II – Lucifuge (1990)
Def American, 1990
El debut homónimo de Danzig fue un gran disco, y es para muchos el mejor de la banda y seguirá siendo una obra maestra, pero la evolución durante los 90, en este caso pasando a este inmenso Danzig II, Lucifuge, fue un avance gigantesco en términos de composición. La producción no es tan cruda como el álbum debut y podemos disfrutar los instrumentos y arreglos al máximo, también permite que los momentos más apaciguados como «I’m the One» y «Blood and Tears» sean realmente sutiles y cautivantes, convirtiéndose en verdaderos clásicos del rock y donde Glenn está en uno de sus mejores niveles interpretativos.
Solo hay una canción, «Snakes of Christ» que tiene una especie de guiño al riff de guitarra de «Twist of Cain» en esencia y forma, pero en general las canciones aquí se mueven más y tienden a no ser repetitivas. Cada tema mantiene la esencia oscura, casi ocultista, y cómo no, si «Lucifuge» es la forma imperativa del verbo compuesto latino lucifugere, «huir de la luz», y musicalmente es una verdadera delicia como está construido en pos de la oscuridad total.
El género blues metal obedece de forma emblemática a esta banda, quizá uno de los mejores inventos que nos regaló el ex-Misfits junto a una alineación de lujo con John Christ en la guitarra, Eerie Von al bajo y Chuck Biscuits en la batería, que supieron muy bien seguir al pie de la letra las órdenes del jefe, pero también poniendo mucho de su propia cepa. Lucifuge tiene una pronunciada influencia del blues de Howlin’ Wolf o Robert Johnson, quienes han sido acusados de tocar la «música del Diablo». Temáticamente, varias canciones a lo largo del álbum hacen preguntas sobre el concepto del bien y el mal. El concepto es claro, y el blues y el diablo actúan de copilotos.
La energía hard rock de «Long Way Back from Hell», es lo que te genera impulso de inmediato en la entrada con algunas simples curvas de guitarra y vibratos que están básicamente ahí para darte un momento para asimilarlo todo antes de que te vuelen la cabeza con algo del material más contundente de Danzig en su totalidad.
«Tired of Being Alive» es un monstruo de una melodía que brota de blues por los poros. La batería y la guitarra encajan perfecto. «Blood and Tears» es como una melodramática obra de pop de Roy Orbison o Elvis Presley, pero vaya cómo te llega. Aunque este álbum se compone principalmente de blues metal, aquí hay una gran variedad. «I’m the One» se vuelve acústica y se basa en una llamada y una respuesta entre Glenn y John. Un estilo muy honky de tocar la guitarra, pero hecho con muy buen gusto. «Killer Wolf», su avance, con onda y decadencia es una de las cosas más mágicas que han emanado de la banda. «Es mi versión de una vieja canción de blues sobre un chico que rondea la puerta de todas las chicas de la ciudad» dijo Danzig, quien en el ya mítico Home VHS del disco se convierte en un verdadero lobo y acaricia uno de ellos.
La cosa no apacigua, «Devils Plaything» y esa memorable entrada de cuerdas con los versos de Danzig («Love is a flame/A devil’s thing/A violent storm/About to be born») anteceden a un grandilocuente momento, enormes coros, un impulso casi frenético. Es una dulce obra maestra, y aunque aproximadamente la mitad del álbum es bastante relajado y fácil de digerir, donde las melodías son increíbles, la otra mitad es más caótica, especialmente en el tinte de blues de «777». John y Eerie tenían esta forma de hacer algunos riffs de sonido muy doom y con una parte muy sexy al mismo tiempo. «Her Black Wings» es un gran ejemplo que tiene un riff de guitarra estilo doom metal que se parece mucho a «Zero the Hero» de Black Sabbath, pero implementa estos armónicos que le dan ese factor «perverso».
Fue un gran disco, pero también una fotografía del momento grandioso que empezaba a vivir el rock. Los cambios estructurales de toda una era de gloria para Danzig y el rock/metal norteamericano. Son canciones que no cansan, por su nostalgia tal vez o porque simplemente son muy buenas, hechas con una gran lírica, un entorno de entrañable poesía y oscuridad y sobre todo, mucha pasión.
Por Patricio Avendaño R.