Disco Inmortal: La Renga – Despedazado por mil partes (1996)
Polygram, 1996
1995 fue un año clave para La Renga, qué duda cabe. Tanto fue así que llegó el momento de tomarse las cosas en serio y de que las miradas de sellos multinacionales se prendaran de su música, pues ya para ese entonces había un buen concepto en la banda armado casi sin quererlo que produjo la atracción de los empresarios y fans, por cierto. Eran chicos de pueblo, de calle, de trabajo y de rock, por sobre todas las cosas. Hasta ese momento los oriundos del barrio porteño de Mataderos todavía trabajaban de obreros y en empleos de poca paga, ese decidor año el bajista Tete tuvo que abandonar su trabajo de operario en una fábrica de cables de bujías del barrio y el baterista Tanque hasta esos días manejaba taxis. Chizzo hacía poco más de un año que había dejado el oficio de plomero para dedicarse a la composición y escritura de este disco que haría historia no solo en Argentina, sino que en toda Latinoamérica.
Y claro, su escritura, es todo un tema para ir desmembrando canción por canción. Muchas de estas canciones tuvieron un nacimiento espiritual, de una enseñanza vital para el hombre del micrófono de la banda, totalmente basada en Las enseñanzas de Don Juan y Viaje a Ixtlán, el libro que Carlos Castañeda escribió donde se hablaba de conversaciones con chamanes y viajes hacia lo más profundo del ser, que también fueron parecidos a los que hizo la banda en la previa a este clásico. Eso sí, Chizzo les daba su vuelta y se graduaba de poeta callejero con aquello, contando un sinfín de historias de las esquinas de los barrios, de droga, decadencia, de desencuentros espirituales y de una búsqueda humana, como poco se había contado antes en Argentina.
Es Polygram entonces la casa disquera interesada en estas historias que se desarrollaron una a una rompiendo esquemas de lo que en cuanto a masividad de shows se refiere. La Renga con este disco metió alma, transmitió sabiduría sin dejar de ser igual a igual en un país en tiempos de crisis y que necesitaba unidad por todos los medios. Ricardo Mollo, el hombre de los Divididos fue el encargado de producir este disco, luego que la banda se diera el tremendo lujazo de rechazar al mismísimo Gustavo Santaloalla, hombre insigne en los grandes discos paridos en Latinoamérica. «él no tenía idea de quiénes éramos nosotros» decía Chizzo convulsionando al sello.
Con Mollo todo fluyó mejor para empezar a dejar claro el sonido hardrockero y de estadio de la banda, quienes habían anticipado estas canciones en esa dupleta de míticos conciertos en el Estadio Obras el 24 y 25 de noviembre de 1995 prometiendo un auspicioso futuro. La prosa de calle era convincente y el desplante escénico impactante. Los argentinos pusieron estas canciones de decadencia, muerte, vivencias tristes y fibra emocional («La Balada del diablo y la muerte», «Cuándo vendrán») y de filosóficas embestidas resultado de las inspiraciones literarias de Castañeda («Al final es donde partí», «Hablando de la libertad») o de actitud enfervorizada cuales AC/DC criollos («A la carga mi Rock’n’Roll»). El disco está lleno de emociones, de todo tipo, y la verdad es que por lo tanto te atrapa y cautiva a la primera.
Los aciertos de este disco están a la orden del día, grabado de forma analógica como símbolo de victoria, las elecciones instrumentales «sin efectos para que el disco se pueda llevar al en vivo sin problemas» decía Chizzo enfático en esos años, o la inclusión de los vientos. La ranchera ‘Psilosibe mexicana’ no desencajaba, el cover de ‘Veneno’ de La Negra que desató toda la euforia posible en los conciertos previos hizo que fuera elegido para la presentación del disco, la sicodelia de ‘Paja brava’ impulsaba todo ese poder jamero digno de las grandes bandas de rock setenteras, diciendo además que la banda quería experimentar, no quedarse con un solo sonido.
«Despedazado por mil partes» es un trabajo tan cohesionado como inspirador que además tuvo una portada que lo representaba fielmente pese al poco tiempo en que se construyó. La historia en su biografía cuenta que fue el ilustrador Marcelo Zeballos quien pensó en el bien y el mal impulsado por Chizzo, con este cuento de una ciudad caótica en la que convivían montañas, un molino de viento, la Estatua de la Libertad, la Torre Eiffel, una pirámide, la Casa Rosada, las vías de un tren y la figura pequeña de un ángel que al girarla en 180 grados se convertía en un demonio. Era todo lo que quería la banda y cayó de rodillas ante el diseño para dejarlo como definitivo.
Es un disco que posee mucho donde aferrarse, épica incluso, totalmente esencial. Hasta el día de hoy, pasados sus 20 años, es interesante darle vueltas a esas letras atemporales, en que vas entendiendo mejor con tu crecimiento, experiencias y sinsabores de la vida lo que escribe Chizzo inspirado en esta espiritualidad y fragancia chamánica de enseñanzas. Eso, más la época, el ánimo de fiesta y todo el rock’n roll con una fuerza imparable que transmiten los trasandinos se agradecerá eternamente.