Disco Inmortal: Sonic Youth – Dirty (1992)
DGC Records, 1992
Si algo tenía en el bolsillo Sonic Youth en 1992 era la actitud “ándate a la mierda» intacta, y a pesar de que ya estaban entrados en la tercera década de vida, salían victoriosos, dignos y admirables en eso. Firmar con Geffen transformó la música de Sonic Youth. Más porque la música que hacen DEBE estar en constante cambio y emancipación. Es la única manera que tienen de ser. Poder salir a acampar de costa a costa e ir a Europa más organizados a dar conciertos y poner discos en millones de vitrinas era parte de seguir adelante. Con o sin multinacional, a la espera de tener una oportunidad de salir al mundo financiados dignamente, la creación de Sonic Youth siempre habría estado cambiando, como hoy. Fue factor en los resultados tener acceso a herramientas e instancias que sólo pueden ser si eres parte de una discográfica gigante, pero a la manera que el queso rallado da carácter a un plato de fideos con salsa de tomates. El plato de fideos con salsa no se debe al queso rallado.
Este debía ser el disco más “vendido” de Sonic Youth:
Según el equipo ejecutivo de la DGC, flamante y nueva subsidiaria por aquél 1989 de la Geffen Records, que contrató a Sonic Youth, se trataba de un racional movimiento para captar un segmento claro y reconocible en el ambiente de clubes de Nueva York (18-30 años, proto-hipster y con poder adquisitivo garantizado por la bonanza de la primera mitad de los noventa), a través de una banda prolífica, icónica del circuito/nicho y muy profesional, con buena base de fans, varios años y discos editados. Con un modesto proyecto de promoción y distribución, a escala de una multinacional, debía dar fácilmente las rentas esperadas. Esto fue así de simple antes de Internet, antes de que se grabara música en disco duro, mouse y software, cuando se vendían discos en cantidades astronómicas en las calles de todo el planeta y que soportaban a una industria de la música pop aún más sideral que andaba a sus fastuosas anchas hacía más de 50 años para aquel tímido 1990. Esto último (lo de tímido) es en contraste a lo que sería el año sucesor en términos de hitos musicales y sociales, pero parió discazos de todas maneras (Rust In Peace de Megadeth, Shake Your Money Maker de The Black Crowes, Pills ‘n’ Thrills and Bellyaches de Happy Mondays, por nombrar tres). Pasado un año, contratar a Nirvana era la continuación de algo que había salido bien con Sonic Youth. Pero ocurrió Nevermind y Sonic Youth quedó automáticamente en la mira de la maquinaria discográfica encarnada en DGC; eran su contratación previa, eran inspiradores del nuevo Rey Midas del pop (Nirvana), así que de Juan Bautista del Rock de los 90, Sonic Youth pasó al otro lado de la pared y de la empuñadura de la hoja. Ahora el sucesor de su debut multinacional “Goo” de 1990 o en realidad de cualquier sucesor de Nevermind (1991 DGC) tendría a los sabuesos del single y a la estupenda fábrica de cecinas audiovisuales pendiente de digerir y enfardar cuanta música popular se emparentara con el cisma de la cultura pop llamado Nevermind: A SONIC YOUTH LE IMPORTÓ TODO ESTO UNA SOBERANA MIERDA y siguieron su senda musical con zancadas llenas de vitalidad, experimentación y foco lírico inéditos, siempre alertas e inconformes, como todos los pasos que dan en cada disco estos neoyorquinos enormes.
Thurston Moore ahora en el canal “R” / Lee Ranaldo suena en el canal “L”:
Contrario a la experiencia previa, deciden grabar las pistas básicas en tomas únicas y reducir a lo indispensable los overdubs. En tiempos de pre-producción escuchan una grabación de mesa de audio de un concierto reciente, en donde ya estaban dando forma a varias canciones de Dirty, con las guitarras “paneadas” cada una a un lado de la mezcla y quedaron totalmente prendados. Fue otra gran decisión para el disco: Esto es una completa revelación sobre quién aporta qué al fino y filoso tejido que visten las canciones de Sonic Youth. Ahora pudimos saber quién hacía gruñir con un volumen contenido y con un tiempo propio, haciendo frases que huían de la melodía que uno atesoraba de la canción (Ranaldo) y quién es el rockero torcido y cáustico que destella caóticamente en el remolino de las canciones (Moore). Al menos para los que no teníamos la suerte de verlos hacer estas cosas. Pero existen continuos cambios en estos roles también, creando la sensación de que hay al menos 4 guitarristas pasándose la pelota sobre qué ir haciendo a medida que avanza la canción. Van traslapándose hasta segmentos en donde están los 4 o 5 al mismo tiempo. Ésa especie de maestría de la guitarra que ejercita Sonic Youth, en Dirty encontró de la mano de Butch Vig, Edward Douglas y Andy Wallace un brillo y presencia (sin olvidar las toneladas de “overdrive”) en el sonido que forjó más definitivamente a la banda de guitarras rockeras que conocemos a la de intelectualillos endemoniados que cultivaron en los 80. Siempre neoyorkinos eso sí, a pesar del armario de lo más a la moda de los tiempos alternativos, dando una mirada a los archivos de video de la década en que MTV se comió al mundo.
Otro buen alcance sobre la evolución en todo ámbito que llevaba a cabo Sonic Youth sistemáticamente desde sus inicios, es que las canciones de Experimental Jet Set, Trash and No Star de 1994 (DGC) (con Vig también, pero haciéndolas todas ahí) y Washing Machine (DGC) de 1995 son inconcebibles con esta forma de grabar utilizada en Dirty. Sin embargo el camino estaba claramente trazado para los siguientes años, según mi opinión, al escuchar las versiones instrumentales incluidas en el segundo disco de la edición “deluxe” de 2003. Este segundo disco, que rescata en parte los bosquejos de canciones nuevas que estuvo haciendo la banda en su cuartel general en Hoboken, Nueva Jersey, durante 1991 y que terminaron en Dirty a veces con otro nombre, salieron editadas 11 años después, sin ninguna presión equivalente a la que debió haber en 1992, por lo que me parece una crónica íntima de lo que les estaba haciendo vibrar al hacer música entonces. Hay pasajes en estas grabaciones que duraron muchos años en Sonic Youth (“Tamra” es un ejemplo precioso de aquello). Es un gran aporte ése segundo disco de aquella versión. De hecho fue hace unos 5 años que enganché con este disco, ya que soy de los porfiados que no deja de redescubrir Bad Moon Rising (1985 Blast First / Homestead) por sobre todo y Dirty siempre me pareció un truco sucio junto a Goo y los descarté antes de los 20 años. Tuvieron que pasar más de 10 para lamentar habérmelo perdido tanto tiempo y el empujón me lo dieron los bonus, lados “B” y disco 2 de esta súper buena reedición.
Trío de guitarras se consolida:
Propia y formalmente con alineación de 3 guitarras con Kim y sin bajo hay canciones completas aquí. La espectacular “Wish Fulfillment” da tremenda cuenta de lo que ella se trae tocando la guitarra. Es bello y extraño, atmosférico y sólido. Nunca he escuchado a alguien tocar la guitarra como Kim Gordon. Tiene una especie de enfoque de bajista pero que la está gozando con las cuerdas más delgaditas, chillonas, libremente afinadas y que ahora pueden atacar con acordes que van humedeciendo con oleadas el suelo en donde Moore y Ranaldo ahora se hayan más entretenidos, buscando sacar provecho siempre, porque si algo siempre le agradezco a Sonic Youth es la certeza que me dan de que cada uno está escuchando atentamente a los otros. Lo grandioso es que al mismo tiempo buscan sorprender a sus compañeros con lo que van arrojándole a la canción, como la complicidad que aún se aprecia entre Richards y Wood cada vez que pisan un escenario los Stones, negándose a repetir lo que hacen con sus instrumentos para tocar esencialmente las mismas canciones de hace más o menos 40 años. Kim lamentaría no haber experimentado con la afinación del bajo antes de Washing Machine, pero aquí incrusta una guitarra con gran personalidad, carácter, experimentando abiertamente. Este nuevo espacio encontraría arreglos y pasajes sublimes en adelante y nuevamente volvemos a los giros que significaron Dirty en la obra de Sonic Youth, que definitivamente puede ser cualquier cosa menos compromiso con la industria. Qué claro se ve 20 años después y cuán contrario lo vociferamos en la ceguera inevitable que a veces da ser testigo presencial: Los árboles no te dejan ver el bosque.
Menos etéreo y más combativo en la lírica:
Las frases perfectas, algo huecas, hermosas, torcidas, crípticas y tentadas de trascendencia pos moderna, dan paso a hablar directamente de un amigo (Joe Cole, co-director del video para My Friend Goo) asesinado poco tiempo antes en un lamentable asalto frustrado, estando en compañía de Henry Rollins, quien salió ileso. “JC” es una y la otra “100%”. Es inquietante con el desenfado que lo rememoran en la última. También aparece el espacio para despotricar explícitamente contra la maquinaria caníbal y bélica (“Youth Against Fascism”) que tenía de portavoz a Bush padre, quien nos relataba la Tormenta del Desierto en Kwait e Iraq como don Francisco dándole el vamos a la neófita globalización de los medios de prensa. Esto fue momentáneo y único en Dirty: letras contingentes, vivenciales y de discurso civil rabioso. El exquisito estilo vocal de Kim vino de maravillas a la hora de comunicar de manera tan concreta y sin velos una opinión sobre la actualidad y las mujeres en el mundo. También estuvieron de gira con Neil Young la primera parte del 1991 en un tono anti-guerra. La reacción del público de Young a la música de SY (sobre todo en el pechoño medio-oeste gringo de principios de los 90) fue universalmente hostil, siendo la más recordada por Gordon la obtenida en Hershey, Pensilvania (del medio-este, sin embargo), “Había como una competencia en el público entre gente que nos abucheaba y gente alentándonos. Hershey (Pa) fue probablemente el más extremo”.
Krist Novoselic dice con bastante justicia en el video introductorio al ingreso 2014 al Salón de la Fama del Rock n’ Roll “…Nunca hay que olvidar que el mainstream vino a Nirvana, no fue que Nirvana haya ido al mainstream”. A Sonic Youth en algún momento se le criticó exactamente haber hecho lo contrario con los 2 primeros discos en Geffen (me incluyo ahora con vergüenza). En corto, SY conoció a Nirvana en 1989 cuando tocaron en el “Maxwell’s” en Hoboken y los llevaron de gira con ellos en 1990, que podemos ver para siempre gracias a “1991: The Year Punk Broke”, un documento espectacular de la energía y concepto, todavía impoluto, que iba a tomar al mundo por las bolas al año siguiente (la reedición en DVD del 2011 trae unos extras muy interesantes). Fueron instrumentales para que los de Seattle firmaran tanto con el mismo sello como con el mismo management de los neoyorquinos. Para mí ambas bandas sólo produjeron discos inmortales, siendo Dirty parte del epicentro del giro en 90° que dio la música popular, creo que en oriente y occidente con igual importancia, a través de rock and roll embutido en estos códigos guitarreros, colores chillones y ese no se qué que te decía paralelamente que te podías ir a la conch#?$&%dre también, que esto no es para ti tampoco, parafraseando a otros de Seattle.
Por Sebastián Wrighton