Disco Inmortal: Slayer – Divine Intervention (1994)
American Recordings, 1994
Este disco supuso el inicio de una nueva etapa para Slayer, una que dejaba atrás su época dorada pero que, además, los ponía en una encrucijada difícil al tener que sortear otros obstáculos: Primero, no estaba Dave Lombardo que, aunque no era un elemento clave en la composición de los temas, era el mejor baterista con el que podían haber contado para crear esas melodías que se erigieron como biblia del metal. Y segundo, el resultado global del disco se percibiría como menos redondo y con un nivel más bajo, tanto en la composición de las canciones como por el tratamiento técnico que se les dio.
Así, tras años de inmensa creatividad, haciendo lo imposible para crear cinco discos que rayaron en la perfección, llegó el año 1994 en el cual la banda vio realmente puesta a prueba su resistencia, por los dos motivos que señalamos antes y porque el movimiento thrash metal ya no generaba interés en las compañías, como lo había hecho en la prolífera década anterior. Con el baterista de Forbidden, Paul Bostaph, haciéndose cargo de las baquetas más difíciles de suplir en ninguna banda de thrash, Slayer se lanzó a otra aventura discográfica, claramente más incierta, dentro de su respetada carrera.
Desde los primeros compases de “Killing Fields”, tema que tiene hartos resabios del “Seasons in the Abyss”, se notan los primeros síntomas de la deriva al Groove Metal que llegaría más tarde. La labor de Paul Bostaph, en esta canción, es clara muestra que su elección como sustituto de Lombardo no fue por cualquier cosa; hay mucha competencia técnica en la disposición de una sesión de tambores compleja. Se mantienen las señales de identidad de King y su compañero Hanneman pues el tema tiene ritmo, agresión y oscuridad. Se van a la segura. “Sex, Murder, Art” es otra criatura horripilante, llena de violencia y con un Araya sacando sus dotes superlativos en la dicción. Menos de dos minutos para que Paul Bostaph impresione gratamente. “Fictional Reality” nos muestra a Kerry King reflexionando sobre la sociedad.
El trabajo instrumental es excelente, con intrincados pasajes que señalan una alta producción. “Dittohead” es furiosa, rápida, basada en la vieja escuela thrash que la propia banda ayudó a formar. Otro momento excelente de Paul Bostaph. ”Divine Intervention” permite la contribución de los cuatro miembros en la letra, bien pesada, con variadas líneas vocales de Tom Araya; sin embargo, no es tan impresionante como las anteriores. “Circle of Beliefs” es una de las mejores propuestas, dotada de mucha furia y velocidad. La letra nos habla del conformismo religioso. Hay riffs que combinan bien la técnica con solos excelentes. “SS-3”es una de las más oscuras, con una letra que trae al presente la historia de asesinatos nazi, pero que pierde intensidad respecto a las primeras, atascándose en esa fórmula a medio tiempo; pero destacamos el riff. “Serenity in murder” es más experimental. El ambiente es muy pesado y el principal riff es muy complejo. Hay un efecto de superposición de voces dobles, lo que hace que sea un tema angustioso, semejante a su vieja escuela. “213” vuelve al tema de los asesinos en serie pero con un ritmo menos acelerado. El tema no disgusta y va mostrando el camino hacia el cual enfilaría la banda, al que muchos fans históricos no iban a acompañarles. Y “Mind in Control” es la pista de cierre, muy furiosa y rápida, sin darte tiempo para respirar, siendo una especie de catarsis sonora bastante impresionante e ideal para que te quede la sensación de que escuchaste algo más que bueno.
Cuatro años habían pasado desde “Seasons in the Abyss”, generando una expectación que la banda no logró satisfacer del todo. Se nota una obsesión con la producción, una gran cantidad de tiempo dedicado a detalles, en detrimento de otros aspectos. De este modo, la grabación de “Divine Intervention” pasó por tres estudios diferentes, dos productores y cinco ingenieros de sonido. Años después, King señalaría en una entrevista que no quedó satisfecho con la mezcla y que Araya se quejó de la masterización. “Divine Intervention” es un trabajo que no deja indiferente pero no está a la par de sus grandes joyas; no gustó a los fans históricos y no impresionó a los nuevos jóvenes, los que estaban optando por otras alternativas. Los grandiosos Slayer también estaban pasando por esa etapa de indefinición noventera de las bandas thrash que tenían que convivir, o malvivir, con otros movimientos que dejaban tristemente a la vista que (al parecer) había poco más que ofrecer.