Disco Inmortal: Helloween – Keeper of the Seven Keys, Part 1 (1987)
Noise Records, 1987
Lo que conocemos como power metal es una receta que ha mezclado velocidad, arreglos melódicos y técnica instrumental, mientras que sus letras se han referido a temas épicos o de la humanidad. Su tono más “optimista” lo distancia del Death y Thrash Metal, los que miraban con suspicacia este subgénero nacido en 1978, cuando los guitarristas Kai Hansen y Piet Sielck decidieron formar Helloween. En muy poco tiempo lograron aplausos de la crítica y su resonancia fue mundial cuando en 1987 editaron “Keeper of the Seven Keys, Part 1” (producido por Tommy Hansen y Tommy Newton), la primera parte del que es considerado uno de los mejores discos de la banda. En este trabajo apostaron por la voz de un joven Michael Kiske, una mixtura entre Dickinson y Tate, tan única que ayudó a la banda a reafirmar su concepto power metal a través de la voz, la que lograba registros altísimos y un manejo fabuloso del sentimiento. Este detalle se sumó a la fuerza de la composición, arreglos y ejecución de la guitarra, convirtiendo a “Keeper… Part 1” en la llave de conquista de muchos melómanos. Sus presentaciones en vivo fueron una apuesta tan ganadora que Helloween se convirtió, rápidamente, en un éxito descomunal en Europa.
Si escuchamos el disco que da origen a la trilogía, la primera pista es “Initiation”, un instrumental que sienta las bases presentando una atmósfera mística y muy técnica, empalmando sin pausas con “I’m Alive”, un tema rapidísimo, de notable estribillo y una demoledora batería, donde Kiske se luce con sus vibratos y los instrumentos proponían lo que después sería una escuela. Muy poderosa.
“A Little Time” es una imperdible, absolutamente heavy y sello de la casa; en ella, encuentras la esencia de Helloween. “Twilight of the Gods” habla de dioses en guerra, dando paso a “A Tale That Wasn’t Right”, una poderosa balada con un demencial solo de Michael Weikath. ¿Kiske? Lo entrega todo en una genial interpretación. “Future World”, uno de sus clásicos, destaca por ese bello dúplex de solos, mientras la letra se pasea por ficticios paraísos. Este temazo prepara el camino para encontrar la obra maestra que es “Halloween”, un himno de 13 minutos, lleno de cambios de tempo que otorgan poder y profundidad. Hay un magnífico trabajo de guitarra y un brutal desempeño vocal que nos invita a sucumbir en su apocalíptico final. Una tremenda composición, de las más descollantes de este subgénero. “Follow the Sign” es otra tanda de solos, gentileza de Hansen, y que crean la atmósfera perfecta para el cierre del álbum. Las bases son sólidas para reafirmar lo que sería “Keeper of the Seven Keys, Part II”, otro disco que daría mucho de qué hablar.
Las guitarras de Hansen y Weikath, las acertadas líneas de bajo de Grosskopf y el macizo doble bombo de Schwichtenberg otorgaron una solidez sonora que volvieron trascendental a este disco y acercaron este fenómeno musical, más dulzón que el trash, a un público mixto que odió la voz de Kiske pero que se deleitó con la instrumentalización y las historias de guerreros del pasado. O por el contrario, enganchó con la novedad del vocalista y sucumbió de aburrimiento ante las baladas y las letras que, casi, graficaban una historieta. Como fuera, Helloween estaba, gracias a la popularidad de este trabajo, en boca del mundo metal y daba conciertos a estadio lleno.
¿Y su portada?, un ícono. Adornada con bellos colores, un mago sin rostro se muestra como el guardián de las 7 llaves sin percibir que lo acechan criaturas demoníacas en la oscuridad, mientras el paraíso esperaba afuera. Toda una impresión visual para quien estaba descubriendo este subgénero.
“Keeper of the Seven Keys, Part 1” significó un álbum innovador pero con muchos elementos de lo que hoy identificamos como «vieja escuela», pero mejorado por la producción impecable de Tommy Newton, quien consiguió un sonido superior al de “Walls of Jericho”. Al año siguiente llegaría la parte 2 con temas incluso mejores, pero los años le han otorgado a esta primera parte ser la que concentra la “magia” de Helloween, ya que en solo 40 minutos estableció el sonido definitivo del power metal.
Por Macarena Polanco G.