Disco Inmortal: Iron Maiden – Piece of Mind (1983)
EMI Records, 1983
Para cuando Iron Maiden grabó Piece of Mind ya estaban convertidos en una pequeña multinacional con las piezas muy bien aceitadas, a saber: sello EMI, el mánager Rod Smallwood, Harris acostumbrado a girar, ensayar, grabar y hacer promoción, Clive Burr que no resistió el embate pero sí lo hizo el increíble Nico McBrain, quien venía con todo el ímpetu del mundo a ganarse su lugar. Dickinson ya en situación de adoración por parte de los fans y de aceptación absoluta por parte de la crítica. La máquina Maiden funcionaba de maravillas, pero había que escuchar este disco editado en mayo de 1983.
Y hay que decir que este álbum es un regalo a nivel de producción (quizás la mejor de Martin Birch para los británicos). El resultado es un gran sonido, de esos que se consiguen tras muchas sesiones de estudio, con una portada de lujo que hasta hoy permanece inmortalizada en millones de poleras alrededor del mundo y en gente de todas las edades. Porque Piece of Mind es de esos discos que envejece con su fan, teniendo cada año un mejor sabor.
¿Qué dice la música?. El disco abre con la contundente y compleja “Where Eagles Dare”; riff entrecortado, desde el primer golpe de baqueta se capta que Nicko McBrain es igual de fuerte que Clive Burr y, quizás, más enérgico como baterista, porque el sonido que logra es de otra galaxia. Un tema excelente, con una percusión dificilísima y muy técnica. Parece mentira que este tipo toque a esa velocidad. Magistral en todo su desarrollo y fundamental en la discografía de la banda. El protagonismo de las guitarras se hace patente en “Revelations”, la que muestra de manera épica momentos líricos hermosos a través de unos riffs de metal memorables, cambiando de modo intenso de la calma a la tempestad.
Su estructura se desarrolla y crece hasta mostrar los mejores elementos de la banda; el bajo de Harris se escucha férreo, indestructible, mientras que las guitarras de Murray y Smith te trasladan a una imaginería que combina a la perfección con la lírica de Dickinson; vuelvo a resaltar el trabajo de Harris. Una joya que te gusta más y más cada vez que la oyes. «Flight of Icarus» llega al estatus de clásico gracias a un estribillo glorioso. El tema fue compuesto por Bruce Dickinson y Adrian Smith y debieran premiarlos como equipo, ya que graficaron muy bien el mito griego de Ícaro y sus alas de cera derretidas por el sol. Un gran riff y buenas guitarras de Smith y Murray dando soporte y estructura. «Die With Your Boots On» tiene un desarrollo elaborado, muy elegante, dando un aire fresco en la estructura del disco. Es el elemento rockero menos complejo pero bastante bueno; soberbio Harris y su bajo, ¡cómo hace la diferencia un buen bajista! Cambia completamente el “color” de un álbum.
Y llegamos al momento icónico de este disco colosal. Y sí, puedo pecar de poco equilibrio cuando me piden hablar de “The Trooper”, porque hay temas que se te meten en el corazón y se transforman en melodías que son capaces de sacarte del letargo, de cerrar los ojos y transportarte a un lugar que sólo es tuyo e incluso te sacan de un mal momento. ¿Será el riff? ¿La voz intensa de Bruce? ¿La batalla que se cuenta? Quizás, sólo sé que luego de escucharla cientos de veces, creo que es el clímax del disco. Uno de los mejores temas de la historia del metal, reconocido por su riff ametralladora y su cabalgata de bajo que simula el galope de los guerreros. Obra maestra cortesía de Steve Harris, que se hace cargo de uno de los mejores solos jamás creado, pruébalo cerrando los ojos.
Luego de salir de la aventura, «Still Life» entra en desventaja y creo que es una pieza infravalorada; contiene una misteriosa intro que da inicio a un tema bastante pegadizo. «Quest for Fire» es fiel demostración del fabuloso rango vocal de Bruce Dickinson, mientras que «Sun and Steel», joya de rock melódico, injustamente considerada un relleno, es un tema bien compuesto, correcto, con un ritmo galopante, muy al estilo «The Trooper» pero sin su genialidad. El épico final llega con «To Tame a Land», la que enseña la dirección que la banda tomaría en futuros álbumes; comienza con mucho cuidado hasta que llega a su monumental armonía de guitarra, uno de los puntos culminantes de genialidad compositiva. Es un broche de oro, un buen tema con un toque oriental que la hace un duce diferente, con pasajes complejos muy interesantes.
Si bien «The Trooper», «Sun and Steel» o «Still Life» podrían haber sido extraídos perfectamente de «The Number of the Beast», en «Fight of Icarus», «Revelations» o «To Tame a Land» se aprecia claramente una redirección de su metal clásico, evolución que se haría más evidente en cada siguiente disco. Pero Piece of Mind es ladrillo de oro dentro de esta gran pirámide que es Iron Maiden y ningún metalero que se precie de tal puede pasar por alto su virtuosismo. En Inglaterra el disco logró el número 3 y disco de platino, mientras que en Estados Unidos alcanzo el número 14 en el Billboard, logrando disco de platino y oro.
Piece of Mind puso a Iron Maiden en los altares del rock ochentero y pavimentó su camino sólido para convertirse en una de las bandas más aclamadas de la historia. No es casualidad, es absolutamente merecido. Escuchar Piece of Mind treinta años después es prueba concluyente de un estilo que no envejece, aunque sus guerreros sí lo hagan y en la actualidad convivan con el marketing y el dinero del que tan mal hablaban en discos como éste. Esta pieza de colección es riquísima a nivel técnico y compositivo, un trabajo fundamental en su década y de importancia considerable para todas las bandas que vendrían después y, para el fan de siempre, una prueba de que el metal vive en este álbum en estado muy puro.